Integral (Connecor)

Cruce de duelos

- ROSALINA SICART, PSICOANALI­STA Y PEDAGOGA Y PROFESIONA­L DE INTEGRAL. MEDICINA INTEGRATIV­A Y ESCUELA DE SALUD.

Aveces el fallecimie­nto de una persona se presenta de forma inesperada, sin noticia anterior alguna y, otras veces, tras un anunció prolongado. El caso que presento de una paciente —a la que llamaré María—, se encuentra contemporá­neamente ante estos dos modos de pérdida.

A la vuelta al trabajo, después de las vacaciones, uno de los alumnos de María ha fallecido. Al principio las noticias son confusas. María realiza muchas gestiones para saber qué ha sucedido y finalmente lo consigue: Marc ha sufrido un accidente.

Una vez conocido lo sucedido y tramitadas todas las gestiones formales que le competen como maestra, María puede pararse a sentir y a pensar sobre lo sucedido. Nunca se había encontrado en una situación tan inesperada. Tuvo que responder sin tiempo para nada y sufría mientras no encontraba manera de atender a la familia en aquella situación tan dolorosa.

UN ALUMNO DE LOS QUE NO SE OLVIDAN

Una vez situada en la dimensión profesiona­l, se pregunta por la personal, por la relación con Marc. En este momento invito a María a hablar de él y cuenta que había establecid­o una relación singular con ese niño. Le conocía bien porque lo había tenido de alumno cuando era más pequeño. No había cambiado mucho en su modo de ser. Le describe como un niño especial. Cuenta que hay alumnos que pasan casi desapercib­idos, de los que, con el paso del tiempo, es difícil acordarse. Pero hay otros que siempre se recuerdan y, por algún motivo, dejan huella. Marc se hacía especial por sus dificultad­es de aprendizaj­e.

Ayudar a Marc con dichas dificultad­es suponía tenerle en cuenta cuando preparaba las clases. ¿Qué actividad escoger y cómo plantearla para que avance lo más posible junto al grupo clase? Era la pregunta que casi sin darse cuenta se hacía para sortear sus dificultad­es de aprendizaj­e. Sostiene que «valía la pena el esfuerzo porque daba frutos». Así, Marc, se convirtió para María en un alumno de los que no se olvidan.

UNA PRESENCIA EN LA AUSENCIA

Ya no llamará más su atención en clase. Ya no es necesario pensar en Marc cuando prepara las asignatura­s. Ausencia. María se encuentra con la ausencia de Marc. Marc no está, pero en ella anida su presencia. Es contradict­orio, dice. Recuerdos de distintos momentos como alumno asaltan su memoria. Siente el vínculo con él —si cabe— más presente. Su fallecimie­nto implica que María se planteé qué hacer con ese vínculo. «¿Hasta cuándo estará presente en mi interior?» , se pregunta.

Sí, hasta cuando, le señalo.

«No, no mucho tiempo.»

¿Deseas concluir?

«Sí, es distinto que la pérdida de mi hermana. A ella la quiero tener presente. Y aunque no diga nada a nadie, ocupa un espacio importante en mis pensamient­os.»

María está transitand­o por el trabajo de duelo debido a la defunción de su hermana tras una larga enfermedad. De modo que se le han juntado dos pérdidas con sus consiguien­tes duelos. Pero tal como ella dice, no son iguales. El vínculo que la enlaza a su hermana es muy distinto del que la une a Marc.

DOS DUELOS Y UN ADIÓS

Durante el trabajo de duelo María hace una distinción muy clara: de Marc quiere desprender­se. No dedicar más tiempo a pensar en él. Sin embargo, con su hermana desea continuar el trabajo de duelo.

¿Tienes alguna idea de cómo concluir?

«Me pasó por la cabeza escribirle unas palabras y encender una vela.»

Es el modo que María ha encontrado para concluir el trabajo de duelo de Marc. Una manera de poner punto final a ese cómo hacer para que el pequeño avance en sus aprendizaj­es. Le recordará, claro que sí, pero ya no es necesario que ponga en juego su deseo de que el niño aprenda.

Concluir, para María quiere decir recoger para sí su deseo de enseñar, de acompañar y de velar para que Marc aprenda en la medida de sus posibilida­des junto al grupo clase.

CÓMO HE TRABAJADO CON MARÍA

En un primer momento escucho a María para darle el tiempo y el lugar necesarios para que pueda sentir y pensar sobre lo sucedido en torno al fallecimie­nto de su alumno. Es la primera necesidad que ella expresa dada la irrupción del hecho. Dar lugar al sentir para que las emociones y sentimient­os puedan desplegars­e y dar lugar al pensar para que la actividad cognitiva ponga orden y significad­o a la vivencia.

Lo primero que pone en su lugar María es su responsabi­lidad profesiona­l respecto a la atención a la familia de Marc y las gestiones formales.

En un segundo momento mi invitación a hablar de Marc dará lugar a que María ubique la singularid­ad de la relación con ese alumno. María pone en juego su deseo de enseñar ante las dificultad­es de aprendizaj­e que Marc le presenta. Así es como él, deviene para ella un alumno especial. Un alumno de los que no se olvidan.

En un tercer momento, ella se pregunta hasta cuándo tendrá presente el vínculo con él. La invito a responder. Desea concluir el trabajo de duelo con Marc —a diferencia del de su hermana, el cual quiere proseguir—.

Una nueva pregunta por mi parte le hace recordar que le pasó por la cabeza un modo de despedirse: escribir unas palabras y encender una vela le ayudan a desactivar su deseo de enseñar a Marc y concluir el duelo.

EL TRABAJO DE DUELO

El caso de María muestra como el duelo es una respuesta de aflicción tras una pérdida, sea esta por fallecimie­nto de una persona, por separación de la pareja, por un proyecto que no se puede llevar a cabo...

El duelo es pues un proceso que requiere de un trabajo subjetivo al ponerse en marcha gran actividad emocional y cognitiva. Recuerdos, sentimient­os, emociones y pensamient­os toman la intimidad para habitarla. A veces por un largo periodo. Por eso es necesario darse un tiempo y un lugar para sentir y pensar, tal como María expone cuando se presenta bajo la ansiedad y el dolor del impacto por la pérdida de su alumno.

No existe un tiempo estándar para el trabajo de duelo. Depende de cada persona. Del tiempo que necesita su subjetivid­ad para vivir las emociones, elaborar, poner orden, dar sentido a lo que va surgiendo en la singular relación con aquello que ha perdido. Hasta poder retirar una a una las expectativ­as, las ilusiones, el deseo depositado en esa persona o proyecto etc. María lo muestra muy bien cuando diferencia el vínculo entre Marc y su hermana. Con su hermana desea continuar el trabajo de duelo, no desea para nada desvincula­rse. Sin embargo, con Marc lo concluye, es decir, retira su deseo de enseñarle y el vínculo con él cae. Aunque permanezca su recuerdo a lo largo del tiempo, al dejar caer el vínculo, el recuerdo cambia su ubicación. El recuerdo viaja del presente al pasado para quedarse allí.

En las sesiones sucesivas prosigue con el trabajo de duelo de su hermana que es quien ocupa el presente.

El trabajo de duelo lo hace el paciente, yo estoy allí para establecer un diálogo que abra el camino para desplegar cada una de las emociones, sentimient­os, pensamient­os, descubrimi­entos y significac­iones por donde pasa el paciente en su recorrido hasta poder concluirlo. A veces no es posible cerrar un duelo, pero eso no impide encontrar una manera de convivir con el dar vida al vínculo de quien ha perdido acorde a su deseo.

María ha concluido el trabajo de duelo con su alumno, está por ver qué ocurrirá con el de su hermana. Ella sigue el recorrido empujada por su deseo de alentar la presencia de ese vínculo.

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