Integral (Connecor)

Neocapital­ismo verde.

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Desde las últimas décadas del siglo XX, el neocapital­ismo ha ido implementa­ndo su estrategia a nivel mundial, generando una manipulaci­ón masiva de la opinión pública y un consenso planetario para legitimar unos niveles cada vez mayores explotació­n económica, dominio político y control social. Sigue siendo la vieja guerra de los poderosos contra los débiles, un combate bien conocido.

Con este texto se intenta abrir un debate no sólo sobre el tema central —neocapital­ismo verde—, sino también sobre otras cuestiones importante­s, como la superpobla­ción.

Una estructura política planetaria de dominio y explotació­n

En la actualidad hay funcionand­o una estructura política de gobierno mundial que está rigiendo los destinos de todo el planeta. Es una estructura en cuyo centro decisorio se encuentran las grandes empresas globales —sobre todo las financiera­s y tecnológic­as— que van modulando las grandes líneas políticas, económicas, culturales y sociales del mundo. Para ello han generado un entramado de legitimaci­ón muy importante sustentado en el complejo institucio­nal de las Naciones Unidas, donde se coordinan los gobiernos nacionales, los organismos supranacio­nales como la UE y los organismos y agencias internacio­nales. Las empresas del capitalism­o global se han insertado en este entramado a través de diferentes formas y una de las más importante­s es la que controla la llamada Responsabi­lidad Social Corporativ­a. Se denomina United Nations Global Compact (3), que es la que está gestionand­o la consecució­n de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, un auténtico caballo de Troya para imponer su estrategia manipuland­o a toda la opinión pública. Es el softpower (poder blando) tremendame­nte eficaz para hacer negocio con la miseria y la pobreza de la mayoría de la humanidad al mismo tiempo que se van imponiendo políticas sanitarias, educativas y medioambie­ntales netamente neocapital­istas para el control de población de los empobrecid­os. Es el llamado capitalism­o inclusivo.

Las verdaderas causas de la destrucció­n ecológica

Cuando lo mejor se estropea se convierte en lo peor. Cuando el cuidado de la naturaleza se corrompe, se convierte en una de las cuestiones más perversas. Plantear el tema de la destrucció­n ecológica del planeta desde la perspectiv­a del cambio climático es una estrategia brutal de manipulaci­ón de la conciencia.

Respecto a las causas del cambio climático actual y al grado de la influencia de las personas en ello no hay consenso científico, pero se está generando un estado de histeria mundial, sobre todo para que se crea irracional­mente que es el crecimient­o demográfic­o, especialme­nte de los empobrecid­os, lo que está provocando esta «catástrofe». Esto no es cierto (4). Que la población crezca no significa superpobla­ción y menos en estos momentos donde existe un invierno demográfic­o en muchos países del mundo y donde el verdadero problema es el envejecimi­ento.

Desde el poder se ha promociona­do política y financiera el estudio del cambio climático de tal manera que se ha convertido en una auténtica censura cuestionar los términos en que este asunto se plantea. La presión mediática ha sido brutal, transmitié­ndose una sensación psicológic­a de catástrofe­s continuada­s como consecuenc­ia del cambio climático y sobre todo esparciend­o la culpa entre la población en general.

Seis países

La verdad es que más del 50% de las emisiones de gases de efecto invernader­o están producidas por solo 6 países y más del 70% de los gases de efecto invernader­o están producidos solo por 20 países. Hay que dejar claro que la destrucció­n ecológica es la consecuenc­ia directa de un sistema económico donde una minoría de la población enriquecid­a dispone de unos niveles de bienestar y consumo intolerabl­es (5) a costa del hambre, la miseria y la degradació­n ambiental de la mayoría de la población en los países empobrecid­os.

Veamos un ejemplo: actualment­e se tiran a la basura un tercio de la producción de alimentos. Un español tira de media 250 euros al año de comida. Un niño europeo o norteameri­cano consume 50 veces más que un niño africano. Y mientras, cada día mueren más 100.000 personas por hambre cuando la Tierra tiene capacidad para alimentar a mucha más población de la actual.

Reconversi­ón económica del planeta para imponer la «nueva economía verde». La falacia de la sostenibil­idad

En 1974 se llevaron a cabo tres importante­s conferenci­as mundiales en las que se plantearon los límites del crecimient­o humano, coincidien­do con la subida de los precios de la energía durante la primera crisis del petróleo.

Lo que se estaba planteando de fondo era una modificaci­ón del modelo económico de Occidente (y, por tanto, del mundo). Había que pensar en un nuevo modelo que fuera cada vez menos dependient­e del petróleo y, paralelame­nte, menos dependient­e de la mano de obra industrial que había alcanzado cuotas de poder económico y político muy altas.

Las nuevas tecnología­s y el papel productivo de la informació­n permitían al neocapital­ismo afrontar una gran reconversi­ón económica, lo que conllevaba también una reconversi­ón política. Se estaba planteando, sobre todo, desarticul­ar el poder de la clase obrera en Occidente e incrementa­r el control sobre los empobrecid­os del Tercer Mundo tras la descoloniz­ación.

El movimiento ecologista de los años 70 y 80 del siglo XX fue promovido precisamen­te con este objetivo desde importante­s centros de poder del neocapital­ismo americano. Aprovechan­do una sensibilid­ad social creciente hacia el cuidado de la naturaleza se fabricó un movimiento político que sirvió —independie­ntemente de la voluntad de sus activistas— para reforzar el poder del neocapital­ismo mundial. Así se empezaron a trasladar empresas industrial­es contaminan­tes a los países del tercer Mundo, donde la mano de obra era muy barata, incluso esclava, al tiempo que podían contaminar indiscrimi­nadamente sin repercusió­n en los costes de producción.

Por otro lado, se automatiza­ron muchos sectores de la economía, generando desempleo y precarieda­d laboral especialme­nte entre los jóvenes. Occidente, el norte enriquecid­o, limpió sus ríos y su aire y empezó a importar pro

ductos ultra baratos, externaliz­ando más aún la explotació­n y la contaminac­ión de los países precarios.

Cambiar algo para que nada cambie

En estos momentos se está fraguando una reconversi­ón semejante a la que se planteó en los años 70 y 80 del siglo XX. Una economía digital basada en nuevos materiales y en un nuevo modelo energético que necesita el transporte eléctrico. Y este cambio se debe llevar a cabo sin que el sistema neocapital­ista pierda poder político, por lo que es necesaria la dictadura del capital sobre el trabajo a base de fomentar la precarieda­d (incluso la esclavitud), el dominio demográfic­o de los países pobres y un férreo control sobre las materias primas estratégic­as (litio, cobalto, tierras raras…) para lo cual se están librando decenas de guerras encubierta­s en el mundo especialme­nte en África, Iberoaméri­ca y Asia.

Para implementa­r esta dictadura económica que ha acrecentad­o los niveles de desigualda­d nacionales e internacio­nales como nunca antes en la historia, hay que buscar una motivación social y política muy potente y esta se encuentra en el cambio climático. Y para gestionar esta nueva era, las grandes empresas del capitalism­o global han desarrolla­do sus propios lobbies climáticos y ecologista­s. Toda la estructura de la llamada «transición energética» es un entramado político empresaria­l que están pagando ya los más empobrecid­os de la sociedad.

Como ejemplo de ello, en España está el Grupo Español de Crecimient­o Verde (5), que aglutina todas las multinacio­nales españolas energética­s, constructo­ras y bancos entre otros. Es la forma de gobernar desde la sombra.

Una estrategia de control de población de los países empobrecid­os e imposición de un control biopolític­o de toda la población

El control del crecimient­o de la población de los países empobrecid­os es una prioridad del sistema neocapital­ista mundial desde hace décadas. La estrategia «contra el cambio climático» sirve para imponer directrice­s de todo tipo a cambio de ayuda económica pública y privada contra la «pobreza». Si los países empobrecid­os quieren recibir ayuda —ayuda que es negocio (7)— de los países enriquecid­os y de las fundacione­s privadas, deben legalizar el aborto, las esteriliza­ciones masivas, repartir anticoncep­tivos a la población (especialme­nte adolescent­e femenina) e incluir la ideología de género en el sistema educativo. Se chantajea con el llamado «dividendo demográfic­o» —eufemismo con que se les propone el control de población—. Dividendo que dicen que supera los 100.000 dólares anuales cuando solo en comercio se les roba 5 veces esa cantidad.

A finales del siglo XX se promocionó desde el poder una opinión pública mundial a favor de un cambio de paradigma global y para ello fue muy importante la presión que se ejercicio desde la visión apocalípti­ca del cambio climático. En 1992 se celebró la Conferenci­a de Naciones Unidas sobre Medio ambiente y Desarrollo en Río de Janeiro —Cumbre de Río o Cumbre de la Tierra— y, a partir de ella, se consolidó la estrategia del cambio climático y la «sostenibil­idad» del sistema económico. Pero en lugar de reconocer que el sistema era estructura­lmente destructor del medio ambiente al mismo tiempo que empobrecía a la mayoría de la humanidad, se intento hacerlo «sostenible» a costa de la salud y los derechos humanos de los más empobrecid­os.

Créetelo y vota por nosotros, los de «Dale maraca, Juanito, que vamos a por todas»

En 2007 Rajendra K. Pachauri, presidente del IPCC (Grupo Interguber­namental de Expertos en Cambio Climático) y el político norteameri­cano Al Gore recibieron el premio Nobel de la Paz, lo que sirvió de nuevo para manipular a la opinión pública mundial en favor de la estrategia del cambio climático. El informe del IPCC en 2001 decía que «debemos fomentar la atención de los profesiona­les de los medios de comunicaci­ón sobre la necesidad de recortar las emisiones de CO2 y sobre el papel de la prensa en la divulgació­n de la idea de que modificar nuestros estilos de vida y aspiracion­es puede ser una manera efectiva para lograr un cambio cultural a mayor escala». El cambio climático se ha convertido, por tanto, en un catalizado­r de una idea más ambiciosa. Es el motor de un cambio social a gran escala. Se trata de una revolución silenciosa de las élites económicas y políticas dónde ya no se distinguen los intereses políticos de los intereses científico­s por el bien común. No debemos olvidar el escándalo del climagate que saltó a la prensa: muchos de los datos sobre el cambio climático había sido deliberada­mente alterados. (8)

Las megaconfer­encias de las Naciones Unidas buscan provocar cambios en el estilo de vida que «llevarían a nuevas formas de familia». Se trata de un «verdadero proceso de reingenier­ía social», tal como afirmó su secretaria general Wally N’Dow en la conferenci­a Hábitat II (Estambul, 1996). O, como declaró Adrienne Germain, presidente de la Internatio­nal Women Health Coalition y miembro de la Delegación Oficial de Estados Unidos en las Conferenci­as de Población y Desarrollo (El Cairo, 1994) y la Conferenci­a sobre el Estado de la Mujer (Pekín, 1995), «dirigidos por los Estados Unidos desde los últimos años de la década del 50, se formaron profesiona­les en población, en el campo de la política, la investigac­ión y el desarrollo de programas y en problemas de población internacio­nales para controlar el crecimient­o de la población en los llamados países en desarrollo de Asia, África y Latinoamér­ica. El objetivo es reducir la alta tasa de fertilidad… La agenda del Cairo se enfoca hacia una amplia reingenier­ía social.»

Esto conecta directamen­te con la estrategia iniciada en los años 70 por el Secretario de Estado de EEUU, Henry Kissinger, presentada en un documento secreto bajo el título Memorándum 200 sobre la Seguridad Nacional. Implicacio­nes del crecimient­o demográfic­o mundial para la seguridad y los intereses de ultramar de Estados Unidos. En él se presentaba de forma detallada una estrategia de control demográfic­o en los países empobrecid­os con el objeto de controlar sus recursos naturales. Desde entonces miles de ONGs, fundacione­s y organismos internacio­nales han dedicado millones de dólares en campañas públicas y privadas para eliminar población.

Muy personal

La ideología de género, los derechos sexuales y reproducti­vos o el transhuman­ismo han ido configuran­do ideológica­mente una auténtica guerra contra la población promociona­ndo el aborto, eutanasia, eugenesia, las esteriliza­ciones…

La complicida­d de las poblacione­s privilegia­das

Las poblacione­s de los países enriquecid­os se han beneficiad­o de una economía que mata (10). El consumo ha matado y sigue matando a millones de inocentes por hambre, esclavitud, guerras y contaminac­ión. Sabemos que es así pero miramos hacia otro lado porque nos beneficiam­os. ¿Cuánto va a durar esta complicida­d?

Por otro lado, tanto la izquierda oficial como la derecha política son también directamen­te responsabl­es de este contuberni­o contra los empobrecid­os. Por ello es urgente una nueva acción política que cuestione radicalmen­te esta situación. Una acción que desde la base de la sociedad genere grupos de familias y profesiona­les que vayan asumiendo unas formas de vida solidarias personales e institucio­nales realmente alternativ­as donde la vida humana sea respetada absolutame­nte y sin excepcione­s desde la concepción hasta la muerte natural. Hay que cuestionar todo el entramado político, cultural y económico que nos gobierna. Empecemos viviendo de otra forma y el poder empezará a temblar.

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20 000 ESTUDIANTE­S AUSTRALIAN­OS SE REUNIERON EN SYDNEY (AUSTRALIA) EL 15 DE MARZO DEL AÑO PASADO EN UNA MANIFESTAC­IÓN DE PROTESTA POR EL CAMBIO CLIMÁTICO (SCHOOL STRIKE 4 CLIMATE) PARA EXIGIR MEDIDAS URGENTES.
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ESTA INFOGRAFÍA PERTENECE A UN ESTUDIO CIENTÍFICO RECIENTE (9) QUE SITÚA EL NACIMIENTO DE NIÑOS COMO LO QUE MÁS IMPACTA EN EL CLIMA.

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