Macrobiótica y salud.
Descubre cómo mantener una salud plena con la macrobiótica.
El gran divulgador de la macrobiótica contemporánea fue el japonés George Oshawa, nacido en Nyoichi Sakurazawa (18 de octubre de 1893-23 de abril de 1966). También se le conoce como el fundador de la dieta y filosofía macrobiótica, aunque las raíces de esta disciplina se encuentran ancladas en el tiempo.
El primer registro conocido del vocablo macrobiótica se encuentra en el ensayo del griego Hipócrates El Grande, originario de Cos, titulado Aire, agua y lugares, de hace unos 2.400 años, donde lo emplea para referirse a las personas longevas y sanas. Este sanador inconmensurable, cuya terapéutica concede un papel primordial a la dietética, es tenido por el padre de la medicina occidental.
En sus obras Alimentos, y Medicina y Tradiciones declara lo siguiente:
«Que tu alimento sea tu principal medicina».
«Los granos deben mantener su envoltura, ya que contiene los nutrientes básicos que nos alejan de las enfermedades».
«Para alimentarnos de forma equilibrada y vivir en salud es preciso consumir cebada, avena y trigo que son los cereales más cultivados en los territorios gobernados por Grecia».
Hipócrates no cesa de orientarnos, en toda su obra, sobre la forma natural y equilibrada de alimentación para vivir macrobióticamente. Su canon terapéutico resiste el tiempo hasta finales del siglo XIX.
Herodoto, Aristóteles, Galeno, Platón y otros clásicos también utilizaban el término para describir un estilo de vida responsable y sano que giraba alrededor de una dieta moderada, cuyo resultado era la mejora de la salud y el logro de la longevidad sin lagunas físicas, mentales ni espirituales.
Investigando las raíces de la macrobiótica, también encontramos al japonés Ekken Kaibara (1630-1716), quizás el primer teórico naturista oriental que divulgó —y en parte sistematizó— la naturopatía de su tiempo y sentó las bases higienistas y filosóficas de lo que dos siglos después eclosionaría como macrobiótica nipona.
Kaibara viajó sin descanso (Ohsawa hizo lo mismo), escribió libros de botánica y herbología, de alimentación, de ética y moral sanadora, de masaje, de presiones y ejercicios físicos, de geología y geografía haciendo hincapié en la descripción de zonas y lugares especialmente salutíferos. Con 83 años, en plena forma, publica Secretos japoneses de la buena salud. Se traduce al inglés, inmediatamente.
Kaibara escribe:
«Tanto la enfermedad como la salud se las crea uno mismo».
«Es lógico que quien posea una fuerte condición orgánica, y una fuerte constitución sea capaz de vencer cualquier enfermedad durante una larga y gozosa vida».
Y evocando el Tao Te Ching: «La vida la tenemos en nuestras propias manos».
En 1860 se publica en la ciudad alemana de Jena, la octava edición (la primera data de 1796) de la obra Makrobiotik oder die Kunst, dass Menschliche Leben Zu verlängerer (Macrobiótica, o el arte de prolongar la vida a los hombres ), del afamado y laureado sanador germano, Christophe Wilhelm Von Hufeland (1762-1836). Se tradujo a todos los idiomas dominantes, y por supuesto al japonés, al chino y al ruso. Fue médico personal de Goethe.
Hufeland, a pesar de su eclecticismo terapéutico, era hipocrático hasta la médula y no cabe la menor duda de que había detectado la traducción inglesa del libro escrito por Kaibara ya mencionado (Secretos japoneses de la buena salud). Ohsawa, en uno de sus viajes a Alemania, antes de escribir el libro Zen Macrobiótico, se entrevistó con un descendiente de Hufeland para rendirle homenaje y recabar información (1957).
Rastreando el pasado japonés nos encontramos con otro personaje fundamental que creó los cimientos naturopáticos, higienistas y dietéticos que permitieron a Ohsawa levantar la formidable fortaleza de la macrobiótica moderna. Me refiero al sanador naturista y médico del ejército japonés, Sagen Ishizuka. Nació en 1860, estudió medicina occidental y a los 28 años ejerce de médico militar. En esa época, la vertiginosa transformación y occidentalización de Japón estaba arrinconando el valiosísimo acerbo de la dietética tradicional y del naturismo ancestral.
A los 30 años Ishizuka, sufre molestias crónicas renales que padecía desde temprana edad. Los tratamientos alopáticos no pudieron curarle, pero con Hufeland y Kaibara en el corazón y la inquietud que le provocaba la progresiva pérdida de la tradición dietética de sus conciudadanos, decide revivir la macrobiótica y presentarla en forma científica.
Elaboró una dieta y la experimentó para curar su grave enfermedad renal; empezó por eliminar la carne y los lácteos, su alimentación se basó principalmente en arroz integral, sopa de miso, rábano daikon, tofu, legumbres, hortalizas verduras, semillas de sésamo, girasol y calabaza, infusiones depurativas alcalinizantes como el té kukicha, algunas algas, y alimentos fermentados. Finalmente se recupera y acaba sanándose.
Posteriormente estudia Antropología y Química, se empapa de la prensa científica occidental. En 1897, a la edad de 38 años publica su obra cumbre Una teoría nutricional química de larga vida, un tratado dietético-químico de la longevidad, donde describe un sinfín de experimentos dietético-naturistas evaluados científicamente.
No ha transcurrido un año cuando pone a disposición del gran público una guía práctica sobre dieta que llegó a editarse 23 veces. Se trata del libro Shoku You (Alimento nutritivo). Su consulta en Tokio se transformó en un lugar de peregrinaje donde acudieron multitud de enfermos desahuciados para implorar que les visitase. Tuvo que limitar a cien el número de pacientes que atendía diariamente y se hizo famoso más allá de sus fronteras.
Y es en este momento histórico donde, con gratitud, me aproximo a la obra colosal y la vida ejemplar de un hombre pacífico, de un ser humano espiritual, Nyoiti Sakurazawa, que al llegar a Europa tomó el sobrenombre o seudónimo de Georges Ohsawa con el que se le conoce mundialmente.
Ohsawa nació en una familia pobre de samuráis durante la Restauración