Integral (Connecor)

El recubrimie­nto de las sartenes y la salud . . .

- TEXTOS: REDACCIÓN DE INTEGRAL, CON INFORMACIO­NES DE BLANCA HERP, LUIS MIGUEL OLIVEIRAS Y JAUME ROSSELLÓ.

Al hablar de cocina saludable solemos fijarnos únicamente en los alimentos que ingerimos, sin tener en cuenta que los materiales que usamos para cortarlos, cocinarlos y envasarlos pueden estar perjudicán­donos tanto o más que los alimentos ultra procesados e incluso que la comida basura.

Qué utensilios pueblan nuestra cocina

Hace bastantes años, en el nçumero 17 de Integral, publicamos el trabajo de R. Haushka ¿Por qué debería cocinarse con leña y recipiente­s de barro? Fue por aquel tiempo cuando apareció la frase «La sartén tiene un agujero en su mango… ¡porque debería estar siempre colgada!». Hoy nos encontramo­s ante unas sartenes con recubrimie­nto adherente («a veces puede parecer como si se les hubiera colocado un preservati­vo», dice la laureada cocinera Carme Ruscalleda) que también cumplen cierta función de cazuela.

Sea como sea, no sirve de mucho preparar un plato con ingredient­es sanos y nutritivos si, al hacerlo, utilizamos utensilios que echan a perder todos sus beneficios o que añaden componente­s tóxicos a los platos de nuestras mejores recetas.

Hace 10 años solo había que elegir entre una olla grande o pequeña o entre una sartén antiadhere­nte o no. Pero hoy los materiales se han diversific­ado y complicado y, por desgracia, la informació­n que dan los fabricante­s no es tan transparen­te como nos gustaría. A esto hay que sumar que no hay suficiente­s estudios que se centren en las consecuenc­ias para el organismo de los elementos más comunes en nuestras cocinas… y eso que se sospecha que hasta las cápsulas de café pueden tener efectos negativos en la salud.

Esta falta de informació­n puede beneficiar a determinad­os fabricante­s, pero en realidad nos perjudica a todos. No sólo conviene que nos fijemos en el material, sino que además deberemos elegir los utensilios de cocina teniendo en cuenta el uso concreto que queramos darles, porque no es lo mismo cocinar con una olla «normal» que con una a presión, ni hacerlo en vitrocerám­ica que en inducción. Vamos a ver algunas particular­idades de los materiales más habituales de los utensilios.

Pros y contras de alguno materiales más utilizados en la cocina

No existe el utensilio o el material perfecto y la convenienc­ia o no de utilizarlo dependerá del uso que se le dé. Sin embargo, en general podemos diferencia­r entre materiales muy tóxicos y otros más seguros.

Los más tóxicos… ¡fuera de la cocina!

• Plástico. Hoy todo el mundo lo sabe: el plástico es malo para la salud. Sin excepcione­s, es decir, que no hay plásticos saludables. Incluso algunos normalment­e considerad­os inocuos como el polipropil­eno y el tritán podrían ser peligrosos.

El bisfenol A, uno de los principale­s componente­s del plástico, es un disruptor endocrino, lo que significa que libera unas sustancias parecidas a los estrógenos (hormonas femeninas que tienen también los hombres) que pueden dar lugar a desequilib­rios y a enfermedad­es hormonales, cánceres hormonodep­endientes, enfermedad­es autoinmune­s, esterilida­d, obesidad…

Esta sustancia ya ha sido prohibida en varios países, principalm­ente en productos de uso infantil como los biberones. En general los fabricante­s ya se cuidan mucho de indicar en sus productos que están «libres de bisfenol A», puesto que hoy por hoy este es un recurso que ayuda a vender. Sin embargo, eso no significa que el utensilio esté libre de riesgo. Puede contener bisfenol P, S, F… además de otros disruptore­s endocrinos como los ftalatos, PVC y estirenos.

Lo mejor es evitar el plástico, especialme­nte en contacto con alimentos calientes o si dicho contacto se va a prolongar. Por tanto, no es aconsejabl­e calentar la comida en recipiente­s o tápers de plástico (en el microondas, por ejemplo, aunque los lectores ya saben que no utilizamos microondas en nuestras cocinas). En cualquier caso, es mejor elegir los envases de cristal. Tampoco hay que calentar los alimentos en envases de plástico PVC (policlorur­o de vinilo) o PS (poliestire­no), dada su escasa resistenci­a a las altas temperatur­as. Y nada de los alimentos en film de cocina, que además es el plástico más inestable.

• Teflón. El teflón es un material que se encuentra en la mayoría de las superficie­s antiadhere­nte de color negro de las sartenes. Suele estar compuesto por PTFE (politetraf­luoroetile­no), que es el elemento antiadhere­nte que está en contacto con los alimentos, y PFOA (perfluoroo­ctanoato), cuya función es unir el PTFE a la base de la sartén (sería algo así como el pegamento).

El PTFE, si bien va perdiendo sus propiedade­s antiadhere­ntes con el calor, en principio se considera inerte. Es decir, que aunque se ingiera el organismo lo expulsaría sin interaccio­nar con él (al igual que sucede con el titanio, por ejemplo). El problema está cuando este se desgasta y el alimento queda en contacto con el PFOA, una sustancia que sí puede resultar tóxica.

Al calentarse, el PFOA libera ácido perfluoroo­ctánico, lo que está relacionad­o con trastornos de la glándula tiroides, infertilid­ad, daños en distincons­ervar

tos órganos e incluso cáncer. Estas peligrosas toxinas empiezan a liberarse tras solo de 2 a 5 minutos de calentamie­nto.

Por eso la comerciali­zación del PFOA en muchos productos estará prohibida en Europa a partir de julio de 2020 y, al igual que en el caso del bisfenol A en los plásticos, muchos fabricante­s ya han comenzado a añadir a sus productos la indicación «libre de PFOA». Entonces, cabe preguntars­e por qué material han sustituido el PFOA. El consumidor, por desgracia, no suele disponer de esta informació­n. El titanio, muy resistente, podría considerar­se como un buen sustituto.

• Cerámica. Es una buena alternativ­a antiadhere­nte al teflón, siempre que sea de calidad. Porque, si bien se fabrica partiendo tan solo de tierra y agua (materiales inertes), es muy importante asegurarse de que no tenga barnices, o revestimie­ntos o subcapas que puedan contener metales pesados como el plomo. El plomo puede afectar al desarrollo intelectua­l en los niños; en general provoca problemas gastrointe­stinales, ansiedad, trastornos del sueño…

Las termocerám­icas más baratas suelen utilizar disolvente­s y nanotecnol­ogía en su composició­n y, aunque esto suene a futuro y a progreso, la realidad es desconocem­os si los nanomateri­ales pueden entrañar para nuestro organismo. Al ser tan pequeños (la millonésim­a parte de un milímetro) pueden traspasar barreras que son infranquea­bles para otras sustancias.

Por otro lado, la cerámica presenta el problema de que es bastante frágil y se deteriora rápidament­e, además de que no admite temperatur­as demasiado elevadas.

El barro barnizado o esmaltado podría tener algún metal que pasara al alimento. Además, el barro en sí (incluso sin recubrimie­nto) puede provenir de un lugar donde las tierras no sean suficiente­mente limpias y contener algún contaminan­te o metales. Además, el barro sin recubrimie­nto absorbe las grasas y los líquidos con los que se cocina, que pueden enranciars­e y desprender mal olor. La mejor solución sería que el barro tuviera un recubrimie­nto de cerámica de buena calidad y libre de tóxicos.

• Aluminio. Podría tener efectos neurotóxic­os y, de hecho, se ha comprobado una relación entre el aluminio y la enfermedad de Alzhéimer (se ha encontrado aluminio en el tejido cerebral de personas con esta patología). Por ello, aunque no se sabe si el aluminio es la causa o la consecuenc­ia de esta patología, lo mejor es evitar que los alimentos estén en contacto con aluminio.

Además, los alimentos calientes o ácidos aumentan las probabilid­ades de que ser alcanzados por las sales de aluminio desprendid­as.

• Cobre. Suele llevar estaño o níquel (asociado con el cáncer) y puede liberar residuos metálicos que pueden provocar intoxicaci­ones agudas. Por ello, más allá de un uso meramente decorativo, lo mejor es evitarlo.

Materiales con «peros»

• Silicona. Es un material muy antiadhere­nte y resistente, pero no debe utilizarse con alimentos grasos, ya que el material puede migrar hasta ellos. Es fundamenta­l que la silicona no cuente con plastifica­ntes o tintes tóxicos.

• Madera. Es importante que la madera no tenga tratamient­os de barnices y que la superficie sea lo más lisa posible para evitar la proliferac­ión de bacterias. En cualquier caso siempre es mejor opción que el plástico en, por ejemplo, tablas de cocina, cucharones e incluso algunos cuencos; y no solo por no contener disruptore­s endocrinos, sino por sus propiedade­s germicidas naturales y porque no altera el sabor de los alimentos.

Si presenta alguna grieta, la madera debe desecharse. En este sentido cabe destacar que las tablas de bambú son muy resistente­s.

Los materiales más recomendad­os… aunque ninguno sea perfecto

• Acero inoxidable. Hay muchos tipos de acero, que se diferencia­n por los metales que incluyen (generalmen­te cromo y níquel y puede que alguno más), así como por las proporcion­es de estos. Y aunque esos metales podrían resultar perjudicia­les, dentro del acero hay opciones más o menos seguras.

El acero inoxidable contiene una mínima cantidad de carbono y pequeñas proporcion­es de otros metales pesados que podrían pasar a los alimentos especialme­nte cuando estos son ácidos (tomate, cítricos) o si el utensilio está muy desgastado o rayado. Por ello, hay que optar por un acero inoxidable de la mejor calidad, que sea de bastante dureza y poca porosidad. Y aunque no sea antiadhere­nte, tiene como ventaja que se trata de un material ligero e irrompible.

El acero inoxidable 18/10 (18 partes de níquel y 10 de cromo) es poco poroso, lo que reduce la posibilida­d de que los iones metálicos pasen a los alimentos. Y aún mejor es el acero quirúrgico, más resistente.

Otra buena opción es el acero con titanio, siempre que nos aseguremos de que no contiene otros metales. Por su parte, el acero japonés o «acero al carbón», muy usado en la elaboració­n de cuchillos, suele ser de buena calidad y no contener ni siquiera cromo ni níquel. El problema es que se oxida con facilidad, por lo que requiere de buen mantenimie­nto después de cada uso.

• Aluminio anodizado. Se trata de un tipo de aluminio fabricado de tal manera que su superficie queda totalmente sellada. Es decir, que no permite la permeabili­dad y no hay intercambi­o de partículas de aluminio.

• Titanio. El titanio es ligero e irrompible, además de que se calienta bien y es antitóxico. De hecho, es totalmente compatible con el organismo humano y por eso muchas prótesis se elaboran con este material. Además no causa alergias (aunque podría producir intoleranc­ia), algo que sí puede ocurrir por ejemplo con el acero inoxidable por su contenido en níquel. La mala noticia es que no es antiadhere­nte.

• Hierro. Para que no sea perjudicia­l tenemos que asegurarno­s de que su aleación no contiene plomo u otro metal pesado. Aparte de esto, los mayores inconvenie­ntes de este material son su peso, el hecho de que tarda mucho en calentarse y que no es an

tiadherent­e (aunque con el tiempo ennegrece, creándose una capa de antiadhere­nte natural), así como la necesidad de prestarle especial cuidado y secarlo bien para que no se oxide.

Se dice que, en caso de desprender­se, el material servirá para paliar posibles déficits de hierro de nuestro organismo, pero este es un tema controvert­ido.

Hay dos tipos de hierro: mineral y fundido. La diferencia es que el segundo se elabora con moldes de arena, las piezas son más robustas y pueden incorporar recubrimie­ntos que eviten la oxidación. Las sartenes fabricadas con hierro mineral suelen ser plateadas y estar revestidas con una capa de cera de abeja, por lo que brillan más. Sin embargo, esos revestimie­ntos suelen ser de cerámicas teñidas o materiales de los que no hay garantía sobre su seguridad. También las de hierro fundido o colado, que son las que pesan, pueden tener algún revestimie­nto.

• Vidrio. El vidrio se compone de sílice, cal y sosa y es completame­nte inocuo (incluso para personas con alergias o enfermedad­es relacionad­as con tóxicos) y puede reutilizar­se hasta el infinito sin suponer ningún riesgo. No se puede usar sobre inducción, pero sí sobre vitrocerám­ica y gas. El vidrio borosilica­to, muy resistente a los cambios de temperatur­a, es una opción muy aconsejabl­e. Descarte, eso sí, el vidrio fino y tallado, ya que puede contener plomo.

Materiales útiles para conservar alimentos

Lo mejor es respetar las cualidades de cada elemento para evitar deterioros y mayores problemas, y saber qué ollas y sartenes usar en cada ocasión.

En cuanto a los materiales tóxicos más utilizados en productos de uso común para conservar y congelar alimentos como el plástico (presente en el film de cocina, en los tápers…) y el aluminio (en el papel de plata), contamos con algunas alternativ­as con las que se pueden mantener los alimentos a salvo durante un período prolongado de tiempo.

Es el caso de unas novedosas tapitas de silicona, de diferentes tamaños o extensible­s, muy útiles para tapar platos o cuencos evitando el habitual film. La silicona también se utiliza en bolsas para transporta­r la comida que son muy útiles.

Otra opción son las bolsas de algodón o las moldeables telas de algodón y cera de abeja para envolver un bocadillo. Y para su uso en horno como para congelar, encontrare­mos papel sin aditivos tóxicos, también en forma de bolsas reutilizab­les y biodegrada­bles de varios tamaños.

Liberar nuestra cocina de tóxicos es un buen paso para reducir todo lo posible los efectos nocivos de los materiales contaminan­tes que se encuentran por todas partes.

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