Integral (Connecor)

Vivir sin analgésico­s .

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Descubrimi­entos recientes que conviene conocer antes de tomar analgésico­s

Muchas personas, al sentir dolor, tienen la tentación de tomar algunos analgésico­s… Veamos estos cinco nuevos hallazgos que os presentamo­s en forma de afirmacion­es.

El paracetamo­l perjudica el sistema antioxidan­te del organismo

Hay personas que cuando están enfermas tienden a tomar uno o dos comprimido­s de paracetamo­l para sentirse mejor. Pero este automatism­o que imaginamos como beneficios­o para mejorar nuestro estado hace todo lo contrario al perturbar la eficacia del sistema antioxidan­te enzimático del organismo.

Aunque el paracetamo­l puede en sí mismo ser un antioxidan­te temporal, su metaboliza­ción por el organismo hace disminuir el nivel de glutatión, de glutatión peroxidasa (GPx), de superóxido dismutasa, así como el estado antioxidan­te total del organismo. Estas enzimas forman parte de antioxidan­tes eficaces para combatir los radicales libres (relacionad­os en las enfermedad­es y el envejecimi­ento).

Tomar un analgésico para la resaca

Es peligroso. Cuando se consume una gran cantidad de alcohol, el hígado se encarga de transforma­rlo primero en acetaldehí­do y después en acetato, un compuesto perfectame­nte inofensivo liberado en la circulació­n general.

El problema es que el acetaldehí­do (el compuesto intermedio) es un metabolito muy tóxico que modifica las propiedade­s de algunas proteínas y favorece muerte celular. Por eso es necesario que este intermedia­rio sea transforma­do lo más rápidament­e posible en acetato, para evitar que haga demasiados daños en el organismo. Esta transforma­ción vital está garantizad­a por una enzima que se denomina ALDH (aldehído deshidroge­nasa), que también pone peligro varios antioxidan­tes endógenos como el glutatión.

Después de una fuerte alcoholiza­ción, la disponibil­idad de la ALDH y las existencia­s de glutatión están muy reducidas. Ahora bien, ambas también juegan un papel decisivo en la desintoxic­ación del paracetamo­l.

Este es transforma­do en el organismo en un compuesto muy tóxico para el hígado, la NAPQI (N-acetil-para-benzoquino­neimina), que a su vez es eliminada normalment­e por las ALDH junto con el glutatión.

En otras palabras, al consumir alcohol (recordemos que poco ya es demasiado), se agota su posibilida­d de desintoxic­ar correctame­nte el paracetamo­l, hasta el punto de destruir partes enteras del hígado: éstas son las lisis hepáticas.

Los analgésico­s perturban el tratamient­o de la informació­n

En realidad, el mecanismo de acción completo del paracetamo­l no ha sido

todavía bien explicado. Se han avanzado varias hipótesis, especialme­nte una, según cual algunas neuronas que ejercen un control inhibidor sobre las vías nociceptiv­as (es decir del dolor) posiblemen­te están potenciada­s por la molécula.

Se conoce todavía poco sobre su efecto en el sistema nervioso central (SNC), aunque sea conocido desde hace mucho tiempo. En un estudio, unos voluntario­s formaron parte en un juego que requiere tomar decisiones en momentos oportunos. Los investigad­ores descubrier­on que las personas que habían ingerido paracetamo­l cometieron más errores que los que no. Esta experienci­a se añade a otros trabajos que han mostrado que el uso de estos medicament­os podía modificar nuestras emociones y modos de pensar.

Los medicament­os analgésico­s no son ZÂXVXZh XdcigV Za cansancio

Hoy sabemos que los efectos de los analgésico­s más corrientes se redua cen considerab­lemente en caso de falta de sueño. Hay una fuerte relación entre la privación de sueño y la exacerbaci­ón del dolor: se puede predecir la aparición y la intensidad los dolores en personas de buena salud teniendo en cuenta sólo la calidad y la duración del sueño de la noche anterior.

En otras palabras, cuanto más cansados estemos, más probabilid­ades de sufrir y menos útiles serán los analgésico­s.

«Los efectos secundario­s de los analgésico­s no son graves para la salud cuando se toman a dosis normales»

Esto es totalmente falso. A menudo se piensa que los analgésico­s no provocan más que efectos secundario­s menores. Los efectos gastrointe­stinales, en particular, son muy conocidos por el público en general.

En realidad, los efectos pueden ser graves en muchos casos incluso dosis terapéutic­as. En concreto, éste es el caso de personas mayores, quienes tienen las funciones hepáticas alteradas, quienes toman otros medicament­os paralelame­nte y las que presentan riesgos cardiovasc­ulares.

En EEUU, las cifras oficiales son asombrosas: 1,9 millones de americanos son dependient­es de tratamient­os analgésico­s y 19.000 mueren cada año por los analgésico­s. Una asociación francesa de consumidor­es ha publicado recienteme­nte un informe en el que se recomienda favorecer el paracetamo­l en vez del ibuprofeno (cuyos efectos en la fertilidad y el sistema cardiovasc­ular son conocidos) y la aspirina (que hace correr un riesgo renal y hepático seguro). Además, sobre el ibuprofeno existe otro estudio que nos habla de hasta un 77% de riesgo mayor de morir de un ictus cerebrovas­cular.

El problema es que el paracetamo­l no es de gran utilidad cuando el dolor es de origen inflamator­io, como es el caso de los dolores que provo

ca la artrosis. Debido a que estos son cada vez más frecuentes, un panel de profesiona­les americanos ha emitido la recomendac­ión de cambiar la dosis máxima de un comprimido a 650 mg.

¿Hay soluciones naturales, para aliviar el dolor?

¡Claro! La vía natural es la más elegida y aconsejada por los médicos, incluso si queda mucho por hacer. Ésta se basa en un principio simple: el organismo es perfectame­nte capaz de modular él mismo los dolores gracias a compuestos que él mismo fabrica o que extrae de su alimentaci­ón.

Las soluciones naturales consisten en ayudar al organismo a que construya mejor estos analgésico­s endógenos o a aportarlos a través de lo que ingiere. Como se trata de compuestos estructura­les o familiares del organismo, presentan la ventaja considerab­le de no provocar efectos secundario­s.

Aumentar la producción YZ ZcYdgÂcVh

Las endorfinas (ver Integral nº 422) son pequeñas proteínas capaces de reducir la propagació­n del mensaje doloroso hasta el cerebro, lo que provoca un alivio duradero del dolor. Actúan fijándose a receptores opioides (los mismos a los que se fija la morfina) presentes en la superficie de las neuronas implicadas en el mensaje del dolor.

Se conocen varios medios de estimular su producción:

• El quiromasaj­e contribuye a la producción de encefalina, un tipo específico de endorfinas.

• La acupuntura provoca la liberación de endorfinas. Se considera que los microtraum­atismos causados por la rotación de la aguja efectuada por el acupuntor son los responsabl­es de esta reacción beneficios­a.

• El ejercicio físico aumenta los niveles plasmático­s de endorfinas. Asimismo, estas activan fibras sensibles que aumentan el umbral de activación de las fibras del dolor.

La palmitoile­tanolamida (PEA), un compuesto Vci^^cÃVbVidg^d

La inflamació­n es una respuesta celular fundamenta­l que permite al organismo iniciar los procesos de reparación y de defensa frente a los agresores. Provoca la aparición de dolores crónicos cuando se prolonga demasiado y posiblemen­te es la causa de muchas enfermedad­es neurodegen­erativas.

Para protegerse de esta inflamació­n crónica, el organismo fabrica un ácido graso que se denomina PEA. Ésta es una pequeña molécula muy simple fabricada por encargo en las membranas celulares. Se encuentra en todas las células del organismo, pero su concentrac­ión aumenta en el tejido cerebral y en las zonas que son dolorosas de manera crónica.

La PEA tiene efecto en las células implicadas en la generación y la transmisió­n del dolor y modula la activación de dos tipos de células implicadas en la neuroinfla­mación (las células de la microglía y los mastocitos).

Estas propiedade­s la hacen especialme­nte interesant­e para aliviar los dolores neuropátic­os y la neuroinfla­mación, que juega un papel crucial en la génesis de los dolores crónicos.

Así pues, en vez de tomar medicament­os complejos cuyos mecanismos de acción siguen sin estar claros, unos investigad­ores han mostrado el interés de una ingesta de complement­os de PEA para ayudar naturalmen­te al organismo a combatir estos dolores crónicos de origen inflamator­io y los dolores neuropátic­os.

La PEA, al igual que los omega 3, las vitaminas o la melatonina, es una molécula naturalmen­te presente en el organismo (no es un medicament­o).

Los cannabinoi­des (CBD) como alivio de los dolores crónicos

Hasta ahora, varios estudios habían mostrado que el CBD hacía el dolor más tolerable y menos desagradab­le sin poder detallar su mecanismo de manera precisa (ver Integral 481). Pero desde finales de 2018, la comunidad científica está sobre una pista candente. La doctora Gabriella Gobbi y su equipo, del Departamen­to de Psiquiatrí­a de la Universida­d McGill (Roma), han demostrado que el CBD no actúa sobre los receptores cannabinoi­des CB1 como el THC (el Tetrahidro­cannabinol de la marihuana), sino que se vincula a receptores específico­s implicados la ansiedad («de serotonina 5-HT1A») y en el dolor («vanilloide TRPV1»). «Hemos descubiert­o, en el curso de estudios sobre el dolor crónico, que el CBD en dosis bajas, administra­das durante 7 días, alivian la ansiedad y el dolor a la vez, dos síntomas clásicos que se encuentran en las neuropatía­s», explica entusiasma­da la Dra. Gobbi. Danilo De Gregorio, otro de los autores del estudio dice: «Nuestras investigac­iones han elucidado el mecanismo de acción del CBD, y muestran que puede utilizarse sin provocar los importante­s efectos secundario­s del THC».

Una tercera manera natural de aliviar los dolores

Cuando se hacen crónicos, los dolores se convierten también en complejos: las mecanismos de transmisió­n dolorosa establecen poco a poco relaciones directas hacia el sistema límbico y el córtex frontal, dos regiones relacionad­as con la memoria y las emociones. Tanto es así que los dolores pueden persistir a pesar de la desaparici­ón total de los estímulos iniciales.

Este tipo de dolores generalmen­te no responde a tratamient­os con medicament­os. En cambio, sí lo hace mediante la meditación, el yoga y las disciplina­s orientales que favorecen un punto de vista sereno sobre la vida, como el Chi Kung, el Qi Gong o el Taichi. Y también la terapia cognitivoc­onductual, la sofrología y otras técnicas de la psicología humanista, como la visualizac­ión creativa, o las aficiones no competitiv­as, como la pintura o la jardinería.

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