Integral (Connecor)

Mejora tu sistema inmunológi­co . . . . .

- TEXTO: PATRICIA RESTREPO, DIRECTORA DEL INSTITUTO MACROBIÓTI­CO DE ESPAÑA Y CONSULTORA MACROBIÓTI­CA.

El sistema inmunológi­co es la defensa natural del cuerpo contra las infeccione­s, como las bacterias y los virus. Es una red compleja de células, tejidos y órganos que funcionan en equipo para defenderno­s de los gérmenes. A través de una reacción bien organizada, el cuerpo ataca y destruye los organismos infeccioso­s que lo invaden, estos cuerpos extraños se llaman antígenos. Es decir, que un sistema inmune y sano ayuda a nuestro cuerpo a reconocer estos «invasores» y a mantenerlo­s fuera de nuestro organismo y, si no puede, a encontrarl­os y deshacerse de ellos. El sistema inmunitari­o consta de muchas células y órganos, a modos de bien dotado equipo para proteger al cuerpo.

glóbulos blancos, también conocidos como leucocitos, desempeñan un papel importante en el sistema inmunitari­o.

Hay un tipo de glóbulos blancos, llamados fagocitos, que devoran a los organismos invasores. Otro tipo de glóbulos blancos, llamados linfocitos, ayudan al cuerpo a reconocer a los invasores y a destruirlo­s.

Un tipo de fagocitos son los neutrófilo­s, que luchan contra las bacterias. Si existe preocupaci­ón por una infección bacteriana, lo más probable es que te pidan un análisis de sangre para saber si tienes una cantidad muy elevada de neutrófilo­s.

Hay otros tipos de fagocitos que desempeñan sus propias funciones para asegurarse de que el cuerpo responde adecuadame­nte a los gérmenes invasores.

Los dos tipos de linfocitos son los linfocitos B y los linfocitos T. Los linfocitos se fabrican en la médula ósea y permanecen allí y maduran hasta convertirs­e en linfocitos B, o bien se desplazan hasta la glándula timo y maduran hasta convertirs­e en linfocitos T. Los linfocitos B vienen a ser el sistema de inteligenc­ia militar del cuerpo que detecta a los invasores y los inmoviliza. Los linfocitos T actúan como si fueran soldados que destruyen a los invasores que ha detectado el sistema de inteligenc­ia.

Si nuestro sistema inmune no funciona bien, puede causar serios problemas. El resultado puede ser enfermedad­es entre las que se incluyen:

• Alergia y asma: respuesta inmunitari­a a sustancias que en general no son dañinas.

• Enfermedad­es por deficienci­a inmunitari­a: trastornos que se producen cuando falta uno o varios de los componente­s que forman el sistema inmunitari­o.

• Enfermedad­es autoinmune­s: trastornos que causan que el sistema inmunitari­o ataque por error a nuestras propias células y órganos.

La inflamació­n es la respuesta del sistema inmunológi­co a los antígenos. Como respuesta a la infección o la lesión, diversas clases de glóbulos blancos se transporta­n por el torrente sanguíneo hasta el lugar de la infección y solicitan más glóbulos blancos.

Cuando la amenaza desaparece, la inflamació­n cede. Por ejemplo, cuando una persona se corta o tiene una gripe, la inflamació­n aparece para matar la bacteria o el virus que invade el cuerpo.

En las personas que gozan de buena salud, el sistema inmunológi­co puede distinguir entre los tejidos propios del cuerpo y los extraños que lo invaden, tales como virus y bacterias.

En algunos tipos de artritis, como la artritis reumatoide, el sistema inmunológi­co no funciona correctame­nte. Cuando esto ocurre, el sistema inmunológi­co no identifica la diferencia enLos

los tejidos propios del cuerpo y los agentes que lo invaden tales como las bacterias y los virus. Produce, por error, inflamació­n en contra de tejidos o partes del cuerpo normales, como las articulaci­ones, como si éstos fueran agentes extraños que lo invaden.

Cuando el cuerpo detecta sustancias extrañas que lo invaden (los antígenos), el sistema inmunitari­o trabaja de la siguiente manera para reconocerl­as y eliminarla­s:

Los linfocitos B se encargan de fabricar anticuerpo­s. Se trata de unas proteínas especializ­adas que localizan e inmoviliza­n antígenos específico­s. Los anticuerpo­s siguen existiendo en el cuerpo de una persona. Por lo tanto, si el sistema inmunitari­o se vuelve a encontrar con ese antígeno, dispondrá de anticuerpo­s para que desempeñen su función. Por eso, cuando una persona contrae determinad­a enfermedad, como la varicela, lo más habitual es que no vuelva a padecerla.

Es decir, cuando tenemos un contagio leve de algún virus, nos inmunizamo­s, pero uno de los problemas graves de los virus nuevos —algunos creados biológicam­ente— es que no tenemos una memoria del virus y entonces ataca virulentam­ente.

Aunque los anticuerpo­s pueden reconocer un antígeno e inmoviliza­rlo, no lo pueden destruir sin ayuda. Esa es función de los linfocitos T, que se encargan de destruirlo­s una vez los ha identifica­do y han sido inmoviliza­dos por los anticuerpo­s. Otra opción es que algunas células infectadas cambien su naturaleza por algún motivo (algunos de los linfocitos T se llaman «células asesinas» o «células k» [del inglés; killer = asesino]). Los linfocitos T también ayudan a indicar a otras células, como los fagocitos, que desempeñen su función.

Otras funciones de los anticuerpo­s son las siguientes:

• Neutraliza­r toxinas —sustancias venenosas o perjudicia­les— fabricadas por distintos organismos.

• Activar un grupo de proteínas llamadas complement­o que también forman parte del sistema inmunitari­o. El sistema del complement­o ayuda a destre truir bacterias, virus y células infectadas.

Todas estas células especializ­adas y partes del sistema inmunitari­o ofrecen al cuerpo protección contra las enfermedad­es. Esta protección se llama inmunidad.

Los seres humanos tienen tres tipos de inmunidad: la innata, la adaptativa y la pasiva.

La inmunidad innata: todo el mundo nace con una inmunidad innata —o natural—, un tipo de protección general. Por ejemplo, la piel actúa como una barrera para impedir que los gérmenes entren en el cuerpo. Y el sistema inmunitari­o sabe reconocer cuándo ciertos invasores pueden ser peligrosos.

La inmunidad adaptativa: la inmunidad adaptativa —o activa— se desarrolla a lo largo de la vida de una persona. La inmunidad adaptativa se desarrolla cuando la gente se va exponiendo a enfermedad­es y se inmuniza a ellas, a modo de vacunación. De hecho muchas veces, las personas que viven en condi

ciones menos higiénicas, los sin techo, son personas con un sistema inmunológi­co alto, pues se han inmunizado al exponerse constantem­ente a virus y bacterias.

La inmunidad pasiva: la inmunidad pasiva es un tipo de protección «prestada» de una fuente externa y es de breve duración. Por ejemplo, los anticuerpo­s que contiene la leche materna proporcion­an al bebé una inmunidad de carácter temporal contra las enfermedad­es a que se había expuesto su madre.

Aunque el sistema inmunitari­o está compuesto por el tejido linfoide del organismo, lo que incluye la médula ósea, los ganglios linfáticos, partes del bazo y del tubo digestivo, el timo, las amígdalas, hay proteínas y células en la sangre que también son parte del sistema inmunitari­o.

Ahora bien, son muchos los factores que interviene­n para mantener las defensas altas, un sistema inmune fuerte, vital y resistente, y otros tantos que interfiere­n para que estemos con salud y con el organismo preparado para hacer frente a cualquier antígeno o situación imprevista.

Recuerda que la salud es la capacidad de adaptarnos a los cambios intempesti­vos de la vida de la manera mas inteligent­e y fluida con el mínimo de tensión.

En concreto para subir el sistema inmunológi­co, deberíamos centrarnos en el estilo de vida que incluye como eje central la comida, el medio ambiente, la actividad física y el estado emocional.

En cuanto a la comida, y justamente en el momento tan inestable que estamos viviendo, debemos volver a la comida de nuestros ancestros, pues estamos perdiendo el contacto con la materia orgánica, con nuestra esencia humana.

Porque es justamente en nuestros intestinos donde empieza la salud, si queremos mantenerno­s vitales, recuperarn­os de cualquier patología, el sistema digestivo es nuclear: desde un punto de vista biológico, nuestros intestinos son como nuestras raíces, y tienen la misma fusión en el cuerpo humano que las raíces de las plantas tienen para su propia salud.

Una planta con raíces fuertes en tierra fértil crece fuerte y saludable, de la misma manera que unos intestinos fuertes crean seres humanos saludables. Por esto es vital que el medio ambiente intestinal sea propicio para que los microorgan­ismos adecuados mantengan nuestra salud. Come cada día:

• Cereales completos en grano, sin descascari­llar, sin triturar, sin refinar como arroz, cebada, mijo, trigo sarraceno, quinoa, amaranto, espelta en grano, kamut, arroz rojo, arroz negro, arroz basmati, arroz dulce. Derivados completos de los cereales como pasta, cous cous, bulgurt.

• Legumbres tradiciona­les, como lentejas, garbanzos, azukis, judías pintas, judías blancas, soja negra, y todas las que se consuman en el lugar donde vives. También derivados de las legumbres como tofu, tempeh, natto.

• Verduras locales, de estación, cultivadas de forma orgánica, cocidas de diferentes maneras, incluyendo germinados y hierbas aromáticas, jengibre, cúrcuma, ajo, setas shitake.

• Aceites de primera presión de oliva, sésamo.

• Frutos secos y semillas locales: nueces, almendras, avellanas, semillas de calabaza, girasol, sésamo.

• Consumo solo de frutas locales y estacional­es, cultivadas de manera orgánica.

• Sal marina sin refinar, preferible­mente del Atlántico o de los mares mas próximos.

• Fermentos como miso, tamari, shoyou, chucrut, ciruelas de umeboshi, pickles caseros.

• Algas marinas (kombu, wakame, nory, arame, cochayuyo, hijiki, dulse).

• Condimento­s específico­s como polvo de shisho, raíz de loto seca, tekka, mostaza,

• Endulzante­s naturales como siropes y melazas de cereales o concentrad­os de frutas.

• Tés sin teína como té kukicha, Mu, infusiones de hierbas locales, romero, tomillo, orégano.

En cuanto al estilo de vida:

• Descanso apropiado, por lo menos 8 horas diarias.

• Eliminar o minimizar el tiempo de exposición a dispositiv­os electrónic­os, así como a elementos que alteren nuestro campo electromag­nético (horno microondas, mantas eléctricas, y todo lo que emita radiación).

• Evita en contacto con la piel, las prendas de materiales sintéticos, que no permiten una adecuada transpirac­ión.

• Evita cocinar con utensilios hechos a base de aluminio, teflón, ollas revestidas con materiales tóxicos como plomo en las cazuelas de barro y en general todas las cazuelas y ollas con tecnología antiadhere­nte. Evita también el plástico en la cocina, pues contiene disrruptor­es endocrinos además de ser una sustancia que el organismo no reconoce y no sabe como desechar.

• La actividad física es indispensa­ble; debe ser moderada y no extenuante, que incluya una buena respiració­n y estiramien­tos, de manera que las articulaci­ones también se ejerciten (es justamente en las articulaci­ones y las zonas blandas del cuerpo donde se acumulan tóxicos y sustancias mórbidas). ;VXidgZh fjZ ^ciZgÂZgZc en el sistema inmunológi­co bajando las defensas:

• En general, los lácteos son los alimentos mas alérgenos que existen, pues contienen dos proteínas, la caseína y la gammaglobu­lina bobina, que son altamente inmunogéni­cas (generan demanda en el sistema inmunológi­co y lo agotan haciéndolo más vulnerable). Estas proteínas, difíciles de digerir para el organismo humano, son absorbidas en el flujo sanguíneo y contribuye­n al desarrollo de enfermedad­es autoinmune­s.

• Las carnes son quizá el alimento mas acidifican­te que existe para el organismo: se pudren en los intestinos y el organismo invierte minerales alcalinos para hacer frente al estado de toxicidad, lo que crea una condición muy ácida.

• Otra sustancia que contribuye de manera impresiona­nte al deterioro de la salud y del sistema inmunitari­o es el azúcar, causante de un innumerabl­e número de enfermedad­es autoinmune­s. Debilita el organismo, termina con nuestra vitalidad y el discernimi­ento claro. Nos hace dependient­es y emocionalm­ente vulnerable­s.

Cuando se trata de mantener el sistema inmune alto, deberíamos evitar enfriar el cuerpo con bebidas azucaradas, frutas fuera de estación o venidas de lugares lejanos, verduras que crecen en la noche las llamadas solanáceas (patatas, tomates, berenjenas, pimientos), sal refinada, aceites refinados, harinas refinadas, cereales refinados, especias exóticas, verduras de la agricultur­a extensiva con químicos y transgénic­os, verdura congelada, alimentos procesados y precocinad­os. Como tips extra para subir las defensas:

• Tomar cada día sopa de miso.

• Tomar durante al menos 2 semana

cada mañana kuzu con ciruela de umeboshi y para evitar virus y bacterias, añadir al kuzu unas gotas de jengibre fresco.

• Masticar cada bocado de comida muchas veces hasta convertir el bolo alimentici­o en líquido en la boca.

• Practicar la friega corporal cada día: frotar el cuerpo seco, fuera de la ducha, con una toalla húmeda y caliente hasta conseguir que la piel se sonroje.

• Hacer gárgaras de agua caliente con mucha sal, para matar las posibles bacterias.

• Preparar caldo de verduras dulces, que equilibra las emociones y relaja el funcionami­ento del páncreas, nutre el bazo. Tomar sobre las 4 de la tarde durante un periodo de tiempo largo.

• Toma cada día vitamina C, preferible­mente en polvo, en forma de liposoma.

• Pon una lámpara de infrarrojo­s en el pecho a la altura de la glándula timo, cada día durante 10 minutos.

• Aplícate aceite de Ravintsara, en plantas de los pies, muñecas, garganta.

Hay que tener además en cuenta que es quizá a nivel emocional donde la atención se debe centrar de manera más consciente. El estrés, el enfado y la frustració­n debilita de manera acentuada el sistema inmune.

Numerosas enfermedad­es autoinmune­s son el reflejo de una daño a nivel emocional no detectado. En esta dirección es imprescind­ible, meditar, cantar, danzar, reír, escribir, reconcilia­rse, practicar terapias como THE WORK o cualquier otra que nos invite a cuestionar nuestros pensamient­os, a la auto observació­n y nos hagan consciente­s del inconscien­te.

LAS RECETAS Caldo de verduras dulces

Ayuda a estabiliza­r los niveles de azúcar en sangre, relaja los órganos implicados en la digestión, nutre el páncreas. Estabiliza las emociones y relaja las fascias corporales. Ingredient­es: • 30 GR DE ZANAHORIA. • 30 GR DE CALABAZA. • 30 GR DE CEBOLLA. • 30 GR DE COL REPOLLO. • 1 LITRO DE AGUA.

Cortar las verduras a en cubos pequeños y llevar al fuego con el agua.

Hacer hervir 5 minutos. Bajar la llama y cocer a fuego mínimo durante 30 minutos Colar y beber el caldo.

NOTA: una vez preparado el caldo, se puede guardar en nevera para tres días, siempre que se caliente cada vez que se tome. Bebida de kuzu con ciruela de umeboshi y jengibre

Bebida altamente alcaliniza­nte, antibiótic­o natural, revitaliza, coloniza los intestinos de bacterias positivas, recupera la salud intestinal. Ingredient­es: • 1 CIRUELA DE UMEBOSHI CON SU HUESO. • 250 ML DE AGUA.

• 1 CUCHARA DE CAFÉ DE KUZU EN POLVO. • UNA CUCHARILLA DE TAMARI. • UN TROZO DE JENGIBRE.

Cortar la ciruela de umeboshi muy fina.

Disolver el kuzu en un poco de agua fría. Hacer hervir el agua e incorporar al agua la ciruela de umeboshi troceada, el kuzu disuelto y removr constantem­ente hasta que se haga transparen­te.

Agregar el tamari. Rallar el jengibre, exprimir en la taza de kuzu el zumo de jengibre y tomar caliente. Crema para el desayuno de trigo sarraceno

El trigo sarraceno contiene rutina, que nos ayuda a descargar radiación del cuerpo, nutre las funciones del riñón y el aparato reproducto­r, imprime calor al cuerpo, genera vitalidad, hidratos de carbono completos. Ingredient­es: • 1 VASO DE TRIGO SARRACENO. • 5 VASOS DE AGUA.

• UN TROZO DE ALGA KOMBU DE 2 CENTÍMETRO­S.

Tostar el trigo en una olla de fondo grueso hasta que adquiera un color dorado.

Incorporar el agua y el alga kombu y hacer hervir 10 minutos, bajar el fuego a llama mínima durante 50 minutos, idealmente sobre una placa difusora.

Servir con semillas de calabaza tostadas y si se quiere endulzar, con un poco de melaza de arroz.

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