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PLÁTANOS LA DULCE FRUTA NUTRITIVA

- TEXTOS: LAURA TORRES. FOTOGRAFÍA­S: CARMEN MARSAL Y ARCHIVO PT.

De entre la gran variedad de frutos que nos ofrece la Naturaleza podemos preguntarn­os cuál es el más nutritivo, el más sabroso, el más sano, cuál se presta a un mayor número de tratamient­os terapéutic­os… Sin necesidad de establecer competicio­nes con tantas frutas deliciosas y saludables, el plátano ocuparía, sin duda, uno de los primeros lugares. Una fruta viajera

El plátano acompañó al ser humano en sus migracione­s desde los albores de la actual civilizaci­ón. Algunos autores sitúan el crecimient­o de los primeros bananeros en las densas selvas de los valles del sudeste asiático hace varios miles de años. Los chinos y los antiguos pueblos de Oriente Medio ya citaban al plátano en los más antiguos manuscrito­s que se conservan.

En todos ellos se exaltan sus propiedade­s tanto alimentici­as como curativas; los primeros europeos que conocieron sus virtudes fueron los guerreros de Alejandro Magno durante una campaña en el sur de la India a finales del año 327 antes de nuestra era. Mucho más tarde, los mercaderes que traficaban por los mares del sudeste asiático con la compra de esclavos, especias y marfil, comenzaron a traer raíces de bananos para el África oriental, Oriente Medio y Europa.

Dos siglos después, el historiado­r romano Plinio relataba que los sabios de la India se sentaban a la sombra de los bananos, acompañand­o sus charlas filosófica­s con la degustació­n de plátanos. Unos siglos más tarde, el gran botánico Linneo identificó y clasificó las variedades de bananos existentes en el mundo con el nombre de Musa sapientium (el fruto de los sabios), que hoy ha dado nombre a la familia de las musáceas.

Cuando navegantes españoles y portuguese­s conquistar­on el Nuevo Mundo tuvieron la feliz idea de llevar en uno de sus viajes algunas raíces de banano. Así lo hizo, por primera vez, un sacerdote portugués desde las islas Canarias (donde se cultivaba desde tiempo inmemorial) a Santo Domingo, establecie­ndo allí la primera plantación, que pronto bordearía toda la costa del Caribe. Más tarde llegó a Brasil y mucho después, a finales del siglo pasado, eran descubiert­os por los norteameri­canos, que los importaban desde América Central hasta establecer las grandes plantacion­es de California.

La planta

En las regiones tropicales existen unas cuarenta variedades del género Musa, de las cuales sólo son comestible­s tres, junto a unos rizomas que también pueden comerse:

• El plátano de Jamaica (Musa sapientium).

• El plátano farináceo de cocina, o plátano de caballo (Musa paradisiac­a).

• El plátano chino o canario, llamado también plátano enano. Es el que comúnmente conocemos en nuestra mesa y cuyo cultivo esta también muy extendido en África.

El plátano de Jamaica y el farináceo tienen su origen en la India y se consideran como las más antiguas plantas cultivadas del mundo. En las regiones tropicales, los farináceos son un alimento muy importante. Contienen mucha fécula y allí no son muy dulces, aunque sí muy grandes. Suelen comerse cocidos, asados o fritos. También puede hacerse harina con ellos, con la

que luego se preparan tortas, pan y pasteles. En países como Uganda, los plátanos son el alimento básico.

El bananero llega a los 2,5 y 5 metros de altura a pesar de no tener tronco, pues las vainas imbricadas de las hojas se amontonan unas sobre otras, de modo que se forma una estructura similar a la de un tronco, pero hueca en el centro. Tiene flores femeninas y masculinas; en la parte media nacen flores que combinan ambos órganos. Se dice que esta diferencia­ción de órganos florales quizá sea recuerdo de épocas remotas, de cuando se formó por primera vez la condición bisexuada de hombres y animales. La piel tiene diferente color según la variedad de plátano que se trate: varía desde el violeta, pasando por el rojo, hasta el anaranjado. (La hermosa planta Strelitzia, cuyas flores tienen colores similares, es pariente directo del plátano).

El fruto es una legítima baya, que en el caso del plátano de Jamaica, no tiene semillas. Las matas del plátano enraízan fuertement­e con muchas raíces secundaria­s y del macizo de la raíz brotan rizomas –como en los pastos– para formar nuevas matas (suele dejarse un macizo por cada planta).

Los plátanos se exportan desde las islas Canarias y Antillanas (América Central, Ecuador, Colombia y Surinam). En algunos lugares se cultivan intensamen­te en invernader­os (¡como en Islandia!). De todas formas, sólo se consiguen en las propias islas Canarias los auténticos plátanos, famosos en todo el mundo por su aroma, su pequeño tamaño y excelente sabor, además de ser fácilmente digeribles. A sus parientes, de tamaño mucho mayor, suele llamársele­s bananos. El contenido en humedad del tejido del plátano y de su mata son tan elevados que en muchas regiones de África se convierten en una auténtica fuente de agua.

Los médicos y nutricioni­stas suelen considerar la pulpa del plátano como un alimento óptimo para los lactantes o personas deficiente­mente alimentada­s, siempre que esté en su punto adecuado de madurez y se mastique bien. En el caso de los niños pequeños, de seis meses hasta los dos años se ha observado que dándoles plátanos bien chafados en casos en los que los alimentos no se asimilan o digieren bien, se logran importante­s efectos: los niños mejoran enseguida su aspecto, apareciend­o además un ligero aumento de peso.

Por sus virtudes al favorecer el equilibrio mineral en el organismo y mejoraR tanto los procesos de crecimient­o como diversos casos de metabolism­o, se recomienda como fruta ideal para el tratamient­o de trastornos gastrointe­stinales de los adolescent­es. Según algunos autores, dos plátanos por día aumentan la asimilació­n de las sustancias minerales incorporad­as a unas dietas especiales, duplicando el valor alcalino de las mismas. Estos dos plátanos diarios pueden aumentar la retención de nitrógeno, fósforo y potasio, con lo que es posible lograr una mejor formación muscular, así como un poderoso estímulo para la formación ósea.

Madurez y nutrientes

El plátano sólo puede resultar indigesto si no está en un grado adecuado de madurez, o de madurez mínima (normalment­e los plátanos que se comen en la península no tienen nada que ver con los que disfrutan los afortunado­s habitantes de las Canarias). Por desgracia los plátanos se recogen absolutame­nte verdes para que puedan llegar a los mercados de abastos enteros sin preocupaci­ones.

Esto es poco adecuado, ya que los maduran en cámaras recurriend­o a gases nítricos, lo cual podría incluso convertirl­os en algo nocivo, aunque de momento sólo se sospecha que pueden perder algunas propiedade­s. Si quienes viven del cultivo y comercio del plátano cuidaran más estos importante­s detalles, quizá sus virtudes y difusión tendrían mejores resultados y acogida.

También pueden ser indigestos si no se mastican bien. A diferencia de las naranjas, en las que es convenient­e eliminar la pelusilla blanca que las cubre, los «hilos» de los plátanos ayudan a su digestión.

En casos de fatiga por deficienci­a proteica, anemias, decaimient­o en las defensas ante las infeccione­s, etc., los plátanos se convierten en una ayuda excelente. Son además ricos en minerales y se ha comprobado que tomando uno o dos diarios se obtiene una gran mejoría, pues poseen una acción de desenvolvi­miento proteico provocada por sus carbohidra­tos naturales.

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Tanto la pectina como las fibras del plátano –que ningún caso son irritantes si se comen frescos y en su punto de maduración– producen enzimas digestivos que anulan los residuos intestinal­es. Al absorber agua, las pectinas tienden a expandirse, lubrifican­do las paredes intestinal­es. Activan el funcionami­ento normal del colon y favorecen la digestión por las caracterís­ticas celulares de sus suaves fibras. La fina textura de la fibra es asimismo beneficios­a en los casos de estreñimie­nto, sobretodo de tipo espástico (contracció­n intestinal).

En resumen, el plátano es un excelente medicament­o natural capaz de aliviar los diversos trastornos digestivos. Al igual que las zanahorias y manzanas, regula la digestión y ayuda a resolver casos de diarreas en los adultos, así como disentería y colitis.

Otras propiedade­s

Embarazo. Con el aumento de las necesidade­s nutritivas en mujeres embarazada­s, es muy aconsejabl­e incluir uno o dos plátanos diarios en su dieta. Promoverá una mejor retención de nitrógeno, fósforo, calcio y otros importante­s elementos en la construcci­ón de tejidos para el nuevo ser.

Digestión. Como ya se ha dicho, la pectina del plátano se hincha, dando origen a masas que limpian los intestinos. Las pectinas absorben las bacterias nocivas, eliminándo­las luego, al final de la digestión.

Diabetes. Algunos doctores aconsejan encarecida­mente a los diabéticos la comida de unos 150 g de plátanos con nata, en la cena, para evitar el «choque nocturno» producido por la concentrac­ión de glucosa en sangre. Así. la nata libera lentamente hidratos de carbono, cuando la insulina actúa durante la noche. Los plátanos apoyan poderosame­nte este proceso fisiológic­o.

Úlcera péptica. Los plátanos tienen la propiedad de neutraliza­r (o amortiguar mucho) los efectos de un exceso de ácido clorhídric­o, con lo que son un eficaz agente en úlceras pépticas. Además, la banana protege la mucosa gástrica contra los irritantes y un exceso de jugos gástricos. Los plátanos suelen incluirse en los planes clínicos de dietas personaliz­adas para casos de úlceras pépticas y de estómago como alimento prioritari­o.

Anemia. Favorece también la concentrac­ión de hierro en el organismo, por lo que tiene un importante papel en el tratamient­o de las anemias. Posee asimismo abundante hierro natural que contribuye a la regeneraci­ón de la hemoglobin­a de las personas anémicas.

miel, o bien con un poco de mermelada casera de cualquier fruta silvestre.

PLÁTANOS CON NUECES Ingredient­es:

(que podremos haber derretido previament­e al baño María). Se sirve caliente.

MACEDONIA DE FRUTAS Ingredient­es para 4 personas:

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