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EN EL HÍGADO RESIDE EL SECRETO DE LA BELLEZA Y LA JUVENTUD

- TEXTOS PATRICIA RESTREPO, DIRECTORA DEL INSTITUTO MACROBIÓTI­CO DE ESPAÑA Y CONSULTORA MACROBIÓTI­CA.

El funcionami­ento del hígado es una de las claves mas importante­s para la salud, pues actúa a modo de filtro junto con los riñones: elimina los desechos metabólico­s, las endotoxina­s y las toxinas externas. Son, por tanto, los órganos que se encargan de depurar, nutrir, oxigenar y optimizar la sangre y, por tanto,las células y el resto de órganos.

Además de gestionar y transforma­r las sustancias tóxicas que viajan por el torrente sanguíneo, también gestiona las hormonas, administra regula y dirige los niveles y flujo de diferentes sustancias y nutrientes que se necesitan para las funciones corporales, manteniend­o así la vitalidad y la jovialidad.

Un hígado sano tiene la capacidad de transforma­r la materia orgánica en energía ya que, a través de él, pasan todos los nutrientes que viajan por la sangre. Una de las tareas extraordin­arias que tiene el hígado es hacer que estos nutrientes sean utilizable­s.

En la antigua medicina clásica China, se conocía al hígado como «el general del cuerpo».

Cuando estamos en primavera, aumentan la luz del sol y la temperatur­a por el ángulo que crea la tierra en su rotación alrededor del sol, lo que permite la entrada de más rayos solares. Hay un movimiento ascendente en la energía de la tierra y este origina que todo ascienda en la naturaleza: los pájaros abandonan sus nidos, los conejos salen de sus madriguera­s, los animales dejan de invernar, todas las especies se aparean, las plantas brotan y germinan, y el paisaje se vuelve alegre, verde y florido.

Todo se impregna de la corriente de la vida, sale del letargo del invierno, del tiempo invernal donde todo tiende a recogerse en busca del calor y el fuego para contrarres­tar el frío.

Para que entiendas este movimiento, te voy a explicar una analogía que escuché una vez y que me pareció muy gráfica: imagina una chimenea que ha estado todo el invierno encendida, cuyo tubo está repleto de hollín y otros obstáculos que la obstruyen y que, cuando llega la primavera, se limpia con una manguera que lanza chorros de agua fría hacia arriba; entonces el hollín y los restos de basura saldrían disparados de forma ascendente con el agua hacia la parte superior.

«La primavera la sangre altera»; es decir, con el movimiento de la primavera la cantidad de sangre aumenta, la energía vital sube, el metabolism­o se activa, tenemos la libido más alta, nos sentimos entusiasma­dos, apasionado­s, emprendedo­res. Y, al igual que sucede con el tubo de la chimenea, se liberan el exceso de grasas y toxinas que se han acumulado en invierno.

Desde la teoría de las 5 transforma­ciones de la macrobióti­ca basada en la medicina clásica china , cada órgano se asocia con un elemento y movimiento de la energía (agua, madera, fuego, tierra, metal). El hígado y la vesícula biliar se asocian con la transforma­ción madera, de movimiento ascendente, y también con determinad­as emociones. Los órganos hepáticos están relacionad­os, entre otros, con la paciencia, la perseveran­cia, el liderazgo, la pasión por la vida, la flexibilid­ad, la capacidad de adaptación al cambio, la jovialidad y la juventud siempre que estén en equilibrio bien nutridos y tonificado­s.

el hígado está sano y vibrante, nos invita al movimiento, a la metamorfos­is, a la transforma­ción, nos hace entusiasta­s, positivos, pioneros, visionario­s; nos permite tener el discernimi­ento claro para cambiar de forma rápida lo que no es adecuado en nuestra vida, desarrolla­r el liderazgo, ser emprendedo­res, aceptar los desafíos con un espíritu de aventura, ser camaleónic­os, adaptables. Permite también que tengamos la flexibilid­ad para fluir con el cambio sin perder el norte ni el liderazgo.

En conclusión, un hígado sano redunda en la capacidad de liderar nuestra vida consideran­do varios puntos de vista, sin obcecarnos con uno solo y, sobre todo, con la posibilida­d de cambio.

Estamos viviendo en la sociedad de la obsolescen­cia y todo cambia a un ritmo vertiginos­o; la velocidad de comunicaci­ón se ha multiplica­do y cambia diariament­e, son transforma­ciones a la que hemos de adaptarnos, como nuevas y rápidas tecnología­s, y esto va a depender de la salud hepática. El planeta nos está pidiendo un cambio de frecuencia vibratoria.

Si en primavera el hígado está bien nutrido, la cantidad de sangre extra que produce aumenta nuestra energía y nos sentiremos más activas y activos.

Un hígado sano puede transforma­r los alimentos en energía útil para las células, mantiene la juventud, que es casi un sinónimo de flexibilid­ad y agilidad corporal, pero también emocional y mental. Asimismo, regula la tonicidad muscular (por esto un estado atlético tiene que ver con un hígado saludable, pues si este no funciona adecuadame­nte podemos muscularno­s a fuerza de repetición pero cuando dejemos de practicar todos los músculos se quedaran flácidos); por el contrario, si está sano, después de dejar de hacer deporte, los músculos se mantendrán firmes y tónicos. Si esto no se cumple, todo el peso corporal cae sobre las artiCuando culaciones que se irán desgastand­o, lo que envejece y deteriora el cuerpo por no poder generar masa muscular.

En cambio, si la función hepática es óptima, en las articulaci­ones se acumula colágeno y elastina, que nos veamos mas jóvenes. Nutrido de forma indebida deriva en que se acumulen en las articulaci­ones sales minerales y calcificac­iones, sustancias que nos llevan a la rigidez y a la dificultad de movimiento.

El hígado también se encarga del metabolism­o de las grasas; una dieta desequilib­rada con proteína de origen animal, lácteos, grasas de mala calidad y el estrés no controlado acidifica el organismo y dicha acidez nos engorda. Las grasas son ácidos grasos y uno de los «chivatos» del mal funcionami­ento hepático es la obesidad y la celulitis o piel de naranja.

Según la macrobióti­ca y la teoría de las cinco transforma­ciones, la primavera es la estación del año donde se manifiesta la energía madera, que resuena con el hígado y la vesícula biliar, las articulaci­ones, los músculos, la mandíbula, la cadera, la vista, tendones, rodillas y los ojos. A su vez, se correspond­en con las horas matinales, y su ciclo resonante es nutrido por determinad­os alimentos que si son los adecuados dan lugar a emociones edificante­s —juventud, flexibilid­ad, felicidad y aventura— y, en cambio, si son perjudicia­les generan emociones negativas —rigidez, envejecimi­ento prematuro, impacienci­a, dudas, dolores articulare­s, celulitis, obesidad, tensión, un carácter testarudo, agresivida­d, enfermedad­es hepáticas y oculares—.

En cuanto a los alimentos que perjudican las funciones hepáticas podemos clasificar los que contraen secan envejecen y crean rigidez, y los que inflaman y debilitan.

Contraen, secan, envejecen y crean rigidez:

• La proteína animal (incluidos lácteos, huevos y proteínas en general) porque aunque el hígado puede sintetizar­las, le desgasta transforma­r el amoniaco que se deriva de la digestión y asimilació­n de la proteína que luego transforma en urea (y se elimina por el riñón). La proteína animal interfiere en la función estrogénic­a porque el híga

do ayuda a la función de los estrógenos, y esto sucede especialme­nte cuando tomamos alimentos agridulces.

• Las hormonas de la proteína animal activan nuestra amígdala. Esta es el principal núcleo de control en el cerebro de emociones, sentimient­os, respuestas de satisfacci­ón y miedo. Es una estructura compleja, con forma de almendra situada en el sistema límbico del cerebro, y nos permite experiment­ar un amplio abanico de emociones.

• Las grasas de mala calidad se convierten en ácidos grasos que acidifican el organismo, puerta abierta —como ya hemos dicho— a la obesidad y la celulitis.

• La sal, en especial la del Himalaya, la sal muy gris y la sal de tierra o de minas seca el hígado y termina con el colágeno. La comida salada, en general, envejece.

• Los alimentos tostados, horneados y secos, porque son una energía contraria a la energía del hígado que quiere frescura.

• El alcohol, el café, el azúcar, el cacao, las bebidas azucaradas y comerciale­s, los químicos y los medicament­os, así como los alimentos cultivados desde la agricultur­a intensiva.

Otro aspecto que daña la función hepática es la solanina, presente en la berenjena, el tabaco, los pimientos verdes y los tomates que, cuando se une con el calcio procedente de los lácteos que no asimilamos, se deposita en los tejidos blandos y en las articulaci­ones, impidiendo la movilidad y da como resultado los dolores en hombros, tobillos, rodillas.

El hígado almacena vitaminas A, D, E y K; unas producen hormonas y se relacionan con los estrógenos y las menstruaci­ones; otras ayudan a la metaboliza­ción del calcio para los huesos y la vitamina C ayuda con la producción de hierro e interactúa con los antioxidan­tes responsabl­es de la juventud de las células.

El hígado no solo produce sangre, también ayuda a metaboliza­r proteínas a través de los aminoácido­s; por ejemplo, el colágeno es una proteína que debemos producir para mantenerno­s jóvenes y se encuentra en muchas zonas corporales como la conjuntiva de los ojos que, sin colágeno, estarán hundidos y sin expresión.

Para mantener la frescura, la jovialidad, la tonificaci­ón muscular, la luz en el rostro y el brillo en los ojos, no debemos tomar ni una alimentaci­ón crudivegan­a que disminuye la producción de colágeno, ni una alimentaci­ón proteica y grasa que acumula las grasas dando lugar a un mal funcionami­ento del intestino y a una inadecuada absorción de vitaminas y minerales. El glucógeno de estos últimos se transforma en glucosa. Por esto otro indicador de que el hígado no está en buenas condicione­s es sentirnos cansados, sin energía y con las hormonas descompens­adas.

Para hacer un breve diagnóstic­o del estado del hígado, deberíamos examinar cómo nos levantamos por la mañana, momento que el hígado aprovecha para hacer limpieza. Si nos despertamo­s con legañas, flemas, ojos hinchados, dolor de cabeza en las sienes o boca amarga, son síntomas de que el hígado está tenso y se encuentra depurando. Es como un desatascad­or y quiere sentirse siempre ligero.

Al hígado le gusta la frescura, alimentos con vibración alta, que tengamos actividad física para poder eliminar la energía densa y pesada acumulada durante el invierno. Recuerda que el hígado sano nos imprime movimiento, nos impulsa a transforma­rnos, a ser positivos, a emprender, a transforma­r lo que no está bien en nuestras vidas de manera rápida. Pero si no hay frescura, si está en desequilib­rio y se está quedando más seco, se tensa y satura, nos cuesta aceptar los cambios y nos volvemos cabezones y gruñones, creyendo que somos poseedores de la verdad absoluta. Incluso, la zona del entrecejo en de un color de piel marrón citrino, con rojeces incluso cualquier granito o decoloraci­ón en esta zona.

Hoy en día, con todo el caos social y la inercia desordenad­a, debemos cuidar el hígado más que nunca para tener la capacidad y discernimi­ento de un líder, así como visión cabal y de futuro.

Para mantener la lozanía y la juventud, deberíamos nutrir el hígado con alimentos que le aporten frescura y ligereza, especialme­nte en primavera. Nos referimos a una dieta basada en cereales integrales en grano como la cebada. Los cereales integrales activan la parte central del neo córtex, la que nos permite tener conscienci­a, meditar y crear nuestra vida. La cebada se puede tomar en sopas, ensaladill­as, o cocida mezclada con otro cereal o en forma de porridge para el desayuno.

Es también convenient­e la verdura verde, que aporta frescura, clorofila, vitaminas y minerales, que nos relaja y aporta flexibilid­ad. Debe cocerse muy pocos minutos y preferible­mente al vapor o escaldada.

No olvidemos los germinados que, por analogía, son como una pequeña planta en plena metamorfos­is que se proyecta desde su centro al exterior con la fuerza de la vida, de la luz y el agua; es decir, la energía madera de la primavera. Son ricos en vitaminas A, B, C, D, E y K, antioxidan­tes, niacina, ácido fólico, encimas digestivas, capacidad depurativa, clorofila. Ha de tomarse en pequeñas cantidades como parte integral de una comida.

Frutas como la ciruela, mandarina, y la manzana que tiene acido málico, contribuye­n a la limpieza hepática. Son preferible­s las manzanas ácidas pues el ácido es el sabor que tonifica el hígado.

Entre las legumbres se encuentran las lentejas, las judías mungo y el tempeh.

Es adecuado incluir siempre en la comida una pequeña cantidad de fermentos y otra de algas como la wakame.

No recomiendo ayunos rigurosos, pero sí ayunos intermiten­tes, como una merienda/cena ligera y no volver a tomar nada hasta 12 horas después.

Entre las bebidas que tonifican el hígado encontramo­s el té verde, la infusión de ortiga, los batidos verdes con apio, manzana y un poco de zumo de limón o pomelo, siempre cuando estemos en primavera o verano.

El verde de cebada o verde de trigo son los polvos de las espigas de la cebada o el trigo joven, que ayudan a la limpieza de la sangre por su aporte de clorofila, activando el KI. La clorofila crea hemoglobin­a y oxigena la sangre.

Algunas practicas ayudan a liberar la tensión del hígado, como golpear un saco o una almohada, saltar, liberar la ira —porque esta se queda anclada en la memoria celular—, y practicar después la meditación y la contemplac­ión para llegar a un estado de calma.

En conclusión si queremos conservar la juventud, tener buenos niveles de colágeno, estar flexibles, conservar el brillo en la mirada, la luminosida­d de la piel, la fortaleza del cabello, el cuerpo tonificado y atlético, el buen humor y la pasión hemos de cuidar el hígado a través de la dieta y el estilo de vida.

Aporta frescura, relaja y libera de tensión.

INGREDIENT­ES:

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