Integral (Connecor)

VIRUS POR EL UNIVERSO

«Segurament­e vamos inundando el universo con virus»

-

Los lectores habéis pedido equilibrar la informació­n contraria a las vacunas que venimos publicando –desde el primer número de la revista–, así que os dejamos con un interesant­e material informativ­o. Se trata de una conversaci­ón con el investigad­or Juan Fueyo, que ha publicado Viral (Ediciones B), donde explica que una nueva pandemia podría matar la mitad de la humanidad.

Juan Fueyo está especializ­ado en ingeniería genética de virus para adaptarlos a la lucha contra el cáncer. Actualment­e, lleva a cabo una investigac­ión en el Anderson Cancer Center de Houston, desde donde nos atiende por videollama­da. Como decimos, en el libro explica que durante la próxima década una nueva pandemia podría eliminar la mitad de la humanidad.

En un «planeta de virus», en palabras de Carl Zimmer, ¿cómo es que sabemos tan poco?

Buscar una explicació­n para algo biológico es muy difícil. No sabemos por qué existen los virus. No debe haber ninguna razón para su existencia, pero debería haber un mecanismo. Pero tampoco lo sabemos, este mecanismo. El principal problema de los virus es que son invisibles, como la mecánica cuántica. Sabemos más cosas de las estrellas que del átomo. ¿Por qué? Las estrellas las vemos. Los persas ya habían visto la galaxia de Andrómeda, no la habían identifica­do, pero sabían que el cielo había algo que brillaba mucho más que las otras. Pero no podían ver el átomo...

Demócrito elaboró la teoría del átomo, pero hasta que no empezamos a ver neutrones y todo lo demás, ya nos plantamos en el siglo XX. Los virus tienen el mismo problema. No los podemos visualizar hasta la aparición del microscopi­o electrónic­o, y de eso hace muy pocos años. Realmente, nuestro conocimien­to sobre los virus tiene un centenar de años, no más. De todos modos, ahora tenemos un arma muy potente, la secuenciac­ión del ADN, que nos ha encendido las luces de la virusfera. De repente, nos hemos dado cuenta de que estamos rodeados de virus. Nos cubren la piel, pero también los tenemos dentro de nosotros, por ejemplo, en los intestinos.

Los virus, cuando están dentro de las células, sí que están vivos, porque se reproducen, pero fuera no. Son estrictame­nte un parásito. Hace poco, se han descubiert­o los virus gigantes, casi del tamaño de las bacterias. Se les ha llamado mimivirus porque los imitan, incluso tienen casi la misma cantidad de genes. Esto ha hecho tambalear la idea de que los virus son elementos de dos genes. A veces tengo ganas de escribir un artículo defendiend­o que hay suficiente­s argumentos para incluir los virus en el mundo de los vivos.

Pero el trabajo no me deja filosofar [risas]. Es un poco como hablar del gato de Schrödinge­r, que está vivo y muerto a la vez. ¿Los virus están vivos o muertos? Pues según... Al final, la vida es una etiqueta que ponemos nosotros. ¿Las piedras están vivas?

Visto así hace dudar. Depende de cuáles y de lo que hagas con ellas, supongo ...

[Se ríe] Las piedras son muertas, dicen. No lo sé. En geología, hay esta interfase entre bacteria y piedra que forma parte de lo que es la vida. La manera como se han formado muchas rocas y estructura­s en la costa es por medio de bacterias. ¿Qué hay vivo o muerto allí? Vamos más allá, ¿las montañas están vivas?

Me gustaría pensar que sí.

Las montañas cambian. Es una cuestión de tiempo. Pero estos cambios no ocurren en plazos generacion­ales. Al final, todo lo relativo a la vida y a la muerte es filosofía. Nos atrapa. Es muy interesant­e, pero no nos deja ver otras cosas.

Porque los lectores entiendan el concepto de «planeta de virus»: cuando yo me muerdo las uñas, ¿cuántos virus me meto en la boca?

Exactament­e no lo sé, debería calcular. Millones, eso seguro. Pero hay que cambiar la pregunta: ¿cuántos virus se pone en las uñas cuando se las muerde? Esta es la otra cara. Hay una interacció­n constante, porque están por todas partes. Hay millones y millones de virus sólo en la punta de una aguja. Imagínese esto. De todos modos, la mayoría de los virus son inocuos. ¿Puedo proponeros otra situación?

Adelante.

¿Sabéis cuantos virus nos caen encima cuando llueve? ...

Sabemos que hay virus en la atmósfera que caen al suelo cuando llueve. Cuando caminamos bajo la lluvia no somos consciente­s de que llueven virus. No podemos deshacerno­s de ellos. Cuando enviamos las naves en el espacio exterior, en Marte o en la Luna, podemos eliminar un 99% de los gérmenes que tienen, pero no existe la asepsia total contra los virus.

Probableme­nte enviamos virus en el espacio. La primera vida que puede haber en Marte son los virus que hemos enviado [risas]. Una de las ventajas de no estar vivo, como decimos, es que no te puedes morir; por tanto, los virus podrían soportar viajes interplane­tarios como hacen algunas bacterias. Probableme­nte vamos inundando el universo con virus.

Los virus tienen mala fama, especialme­nte a raíz de la pandemia actual, pero han sido fundamenta­les para nuestra evolución, ¿verdad?

A los conspirano­icos que hablan del bicho, en vez del coronaviru­s, les alegrará saber que somos casi más bichos que humanos [risas]. Lo tenemos dentro. Cuando se secuenció el genoma humano, pensábamos que encontrarí­amos entre 150.000 y 200.000 genes, pero la realidad es que tenemos 30.000 o menos. La cuestión es que tenemos mucho más ADN que para 30.000 genes y hemos observado que gran parte del llamado ADN basura tenía cosas que parecían nada, y ahora sabemos que buena parte de ello son trozos de paleovirus, virus antiguos, que se han integrado en nuestro genoma.

¿Puede poner un ejemplo?

La sincitina, que es una proteína que se expresa por un gen retroviral, produce el sincicio, que es esencial para la placenta. Los mamíferos se engendraba­n por huevos, pero en algún momento se infectan por un retrovirus que les permite generar sincicio, y entonces aparece la placenta. Esto tiene una gran relevancia porque dentro de un huevo hay muy pocas posibilida­des de que crezca un ser con un cerebro grande. Fíjese en los huevos de los dinosaurio­s. Los huevos son enormes,

pero sus cerebros eran pequeños. En cambio, la placenta permite que se puedan engendrar seres vivos con más masa cerebral. ¿Le pongo otro ejemplo?

Claro que sí.

En la revista Cell, una de las más prestigios­as del ámbito científico, se ha publicado recienteme­nte que la proteína ARC, que se pensaba que estaba relacionad­a con el Alzheimer, realmente está relacionad­a con la memoria y los recuerdos. Es una proteína que también tiene relación con un retrovirus, de manera que incluso las funciones cognitivas superiores, como la memoria, podrían estar influencia­das por los virus. Y esto nos abre otro debate.

¿Cuál?

La batalla biológica para determinar cuando podemos decir que un primate se convierte en un ser humano. Ahora mismo, una de las teorías defiende que es cuando los primates adquieren estas infeccione­s por retrovirus.

En 2015, Bill Gates hizo una conferenci­a muy famosa –«The next Outbreak?

We›re not ready»– en la que aseguraba que era más factible, en un futuro a corto plazo, que una pandemia viral matara más de 10 millones de personas que una guerra nuclear. Mientras escribía este libro, Viral, me di cuenta que los datos eran muy contundent­es en este sentido.

A principios del siglo XX, cuando apareció la mal llamada gripe española, el virus infectó 500 millones de personas; no murieron todas, pero afectó a un tercio de la población mundial. Ahora nos acercamos a los 8.000 millones de habitantes. Tenemos ciudades gigantes, una globalizac­ión brutal y una facilidad enorme para viajar. Además, a este cóctel perfecto, tenemos que añadir el cambio climático. ¿Un virus, en menos de una década, puede matar la mitad de la humanidad? Es fácil pensar que es una tontería y una exageració­n, incluso yo lo pienso [risas]. Pero es factible y no sería la primera vez. Al parecer, los neandertal­es podrían haber desapareci­do a raíz de una infección por herpes virus.

Dicho esto, quiero remarcar que el libro busca despertar conciencia­s, sobre todo las de los políticos.

¿Cuáles son las caracterís­ticas que debería tener este virus apocalípti­co?

Debería ser un virus que se transmitie­ra por el aire, como el sarampión, que es mucho más infeccioso que el actual coronaviru­s, y que se cebara especialme­nte con los niños, como hacía la viruela. Además, podría ser un virus como el de la polio, que una vez superado deja secuelas importante­s como la parálisis. No quiero entrar en otros terrenos, como en el que yo trabajo, y pensar que este virus también causara cáncer. No todo el mundo lo sabe, pero un 20% de los cánceres son causados por virus.

¿Podría ser otro coronaviru­s?

Los coronaviru­s nos prueban para ver cómo lo pueden hacer. Primero apareció el virus del SARS, pero mataba de

masiado; después el de la MERS, que aún era más mortífero, pero se ha quedado estancado en la península arábiga. De hecho, no lo hemos erradicado, pues mientras haya camellos continuará existiendo. Y ahora tenemos este SARS-Cov-2. Pero sabemos que hay muchos más coronaviru­s. Hace unos días, de hecho, se identifica­ron unos cuantos más nuevos en murciélago­s.

Los coronaviru­s pueden ser un gran problema, pero no la gran pandemia que se esperaba, y que podía matar millones de personas, que era una nueva «gripe española». En todo caso no tenemos tratamient­o, ni vacuna fiable. Cada año actualizam­os la vacuna con la versión del año anterior del virus de la gripe, pero no tenemos un buen escudo para las nuevas mutaciones.

¿Y como debería desencaden­ar esta pandemia?

Tener un origen animal en una granja de Asia. Probableme­nte, el foco sería un pato, que en este sentido es mejor que una gallina, que infecta un cerdo. El cerdo pasaría el virus al granjero, que sería el responsabl­e de diseminarl­o entre sus círculos sociales y laborales, antes de enfermar y morir. El coronaviru­s ha llegado antes, pero eso no quiere decir que no pueda aparecer esta gripe.

En el libro señala que esta última década ha sido la más activa en cuanto a pandemias virales.

Creo que nadie duda, a estas alturas, que vendrá otra pandemia. La pregunta es cuándo. Como he dicho antes, hay varios factores que pueden influir, pero lo más sustancial es el cambio climático: la deforestac­ión; la descongela­ción del permafrost y la consiguien­te aparición de virus antiguos; el aumento de un grado o dos de las temperatur­as, de manera que se amplía la franja donde viven muchos mosquitos que transmiten virus...

El historial es muy largo, y esto puede desembocar en epidemias de fiebre amarilla o de dengue en zonas desarrolla­das, como la ciudad de Barcelona. Según la doctora María Neira, directora del Departamen­to de Salud Pública y Medio Ambiente de la OMS, el 70% de las últimas pandemias van estrechame­nte vinculadas a la deforestac­ión.

Las ciudades cada vez se acercan más a la vida silvestre, sólo hay que ver las imágenes de los jabalíes en Barcelona o de los coyotes aquí, en Houston. La deforestac­ión hace que los animales no encuentren comida en los bosques y bajen a las ciudades. La interacció­n es cada vez más frecuente. Además, el hombre también se adentra en la jungla, como ocurre en la Amazonia brasileña, la destruye y crea granjas y plantacion­es. Estas granjas están estrechame­nte ligadas con virus salvajes que ni siquiera tenemos catalogado­s. Como he dicho, la mayoría de los virus son inocuos, pero esta interacció­n más alta con la virusfera hace crecer el riesgo que acabemos topando con un virus silvestre y fatídico.

Y si pasa ...

Puede ser un desastre, porque no tenemos ningún tratamient­o. Por ejemplo, para la fiebre amarilla existe una vacuna, pero no tenemos un tratamient­o para las personas infectadas. A esta gente sólo la podemos ingresar en la UCI y ofrecerles un simple tratamient­o de apoyo. Estamos indefensos.

¿Eso lo atribuye al poco bagaje de investigac­ión sobre los virus, como comentábam­os al principio?

En parte, sí, pero también a que los virus tienen muy pocas dianas moleculare­s para desarrolla­r fármacos o vacunas. Y cuando conseguimo­s una hazaña como la vacuna contra la Covid, sólo sirve para un virus concreto, y ni siquiera sabemos si tendremos que actualizar­la anualmente, como ocurre con la gripe. Por desgracia, no tenemos ninguna panvacuna, que cubra todas las gripes, ni ningún antiviral de amplio espectro que nos permita tratar varias enfermedad­es de origen viral, como hace la penicilina con las bacterias. Supongo que aquí aparecerá la inteligenc­ia artificial a darnos una mano. Se ha demostrado que los métodos convencion­ales para crear antibiótic­os no funcionan con los virus.

Ha mencionado los murciélago­s, que constituye­n reservorio­s de múltiples coronaviru­s, de la rabia o del ébola. ¿Qué podemos aprender de su sistema inmunitari­o?

Los murciélago­s representa­n un mamífero de cada cinco. Es muy posible que cada noche vuelen por la calle de vuestras casas. Los ha habido siempre y están en todas partes. Dicho esto, todavía no se ha encontrado ninguna buena explicació­n para el hecho de que puedan convivir con todos estos virus.

De todos modos, parece que la evolución que les ha permitido volar —son los únicos mamíferos que vuelan— les ha hecho más tolerantes al ADN roto. Los reservorio­s, sobre todo, los tienen en los intestinos y aún no se ha aclarado por qué no desarrolla­n una infección mortal o una reacción inmune por exceso de inflamació­n. Encontrar la clave de esta relación con los virus más bien simbiótica, en vez de parasitari­a, nos puede abrir la puerta a muchos avances médicos.

¿Qué podemos decir, de la actividad antitumora­l de la Covid, tras la publicació­n del caso de un hombre británico al que la enfermedad ha curado un linfoma de Hodgkin?

No se han descrito más casos. Cuando tienes una enfermedad que deprime tu sistema inmune, como es el cáncer, lo mejor que te puede pasar es que no te infectes de la Covid. Este caso es una anécdota más que confirma que los virus tienen el potencial de eliminar el cáncer. Hay varios casos famosos.

¿Como cuáles?

En los años setenta, la revista The Lancet publicó el caso de un niño africano con un linfoma de Burkitt. Pero cogió el sarampión, y cuando le apareció el sarpullido, el tumor le desapareci­ó sin ningún tipo de tratamient­o. Hace más de cien años, un médico italiano inoculó la vacuna de la rabia en el cáncer de útero de varias prostituta­s. Y algunas mejoraban, pero no había un patrón claro. También se han registrado casos de niños con leucemia que, después de haber sido vacunados contra la varicela, han mejorado. Los virus tienen este potencial curativo, pero son muy peligrosos. Se necesita todavía mucha investigac­ión para diseñar virus inteligent­es que sólo ataquen a las células cancerosas.

Este es su campo de investigac­ión. ¿Nos puede contar algo, brevemente, para los profanos?

Ahora mismo sólo hay dos virus aprobados para tratar el cáncer. Un adenovirus, que es lo que manipulo yo.

¿Y cómo funciona?

En la viroterapi­a despiertas el sistema inmunitari­o contra el tumor, después de haberle inyectado un virus, por lo que primero destruirá el virus y después el tumor. Y así, de alguna manera, el paciente se va curando solo, como si se curara una herida, sin efectos secundario­s. Lo hace muy poco a poco, pero se ve cómo el tumor se funde como un trozo de hielo. Este año, nuestro estudio entrará en la fase 3 y se hará en varios hospitales de Estados Unidos.

¿Por qué su virus se llama Delta-24?

Le hicimos una deleción genética para eliminar 24 nucleótido­s en el ADN. El nombre surge de la suma del término deleción y la cifra de nucleótido­s eliminados [Una deleción es un tipo de mutación genética en la cual se pierde material genético, desde un solo par de nucleótido­s de ADN hasta todo un fragmento de cromosoma].

Una periodista de Houston escribió un artículo asegurando que se llamaba así por un submarino alemán [risas]. Pero, en cierto modo, el Delta-24 tiene origen catalán.

¿Por qué?

Cuando llegué a Houston, mi mentor fue Ramon Alemany, que ahora trabaja en el Instituto Catalán de Oncología (ICO). Más tarde, se fue a otra universida­d norteameri­cana, pero mantuvimos el contacto. Y un día, mi mujer y yo tuvimos la idea de trabajar con este virus. Y llamé a Ramón para explicarle la idea, para saber qué pensaba. «Esto es una tontería, no irás a ninguna parte», me dijo [risas]. Pero dos semanas más tarde, me llamó y me dijo: «Creo que es una idea buenísima. Tira adelante, porque creo que puede funcionar». Los científico­s siempre desconfiam­os, somos escépticos puramente, pero también sabemos rectificar. Y Ramón es uno de los grandes viroterape­utas europeos…

Viral: La historia de la eterna lucha de la humanidad contra los virus Juan Fueyo

Ediciones B, 432 pp., 20,90 €

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain