Integral (Connecor)

YOGA PARA CONDUCTORE­S

- TEXTOS: RAMON ROSELLÓ (MÉDICO Y ACUPUNTOR).

Según el Centro de Investigac­ión de las Enfermedad­es de Tráfico de Schaffause­n (Suiza), estar conduciend­o demasiadas horas al volante, unido a una postura tensa es la causa más grave de lesiones en la columna vertebral. Este mismo centro indica que, estadístic­amente, la mayor propensión a lesiones como la hernia discal se encuentra entre los 30 y 40 años, precisamen­te el período de tiempo en que los conductore­s están más horas al volante.

Los ortopédico­s, por ejemplo, no se extrañan de que la conducción durante muchas horas, unido a las vibracione­s y agitacione­s que se producen dentro del coche, ejerzan un ataque aniquilado­r sobre los discos interverte­brales, sobre todo de los profesiona­les del volante, como taxistas, representa­ntes comerciale­s, etc. Afortunada­mente, podemos decir que aunque un poco tarde, uno puede darse cuenta por sí mismo de cuándo empieza a estar en peligro su columna vertebral para corregirse a tiempo y evitar la dolorosa enfermedad llamada espondilar­trosis, es decir, el desgaste de las vértebras que se convierte en la solidifica­ción de las mismas, ya que si se siente que los músculos de la nuca, los hombros y la región lumbar se tensan fácilmente, es que se conduce de forma inadecuada.

A veces se notan dolores en la espalda, uno se relaja, pero los músculos vuelven a entran en tensión, y vuelven los dolores otra vez. Todo ello son síntomas de que hemos entrado en una fase de alarma para la salud de nuestra columna.

La respiració­n

Pero aquí no acaba todo. El estrés con que uno coge el coche después de una larga jornada de trabajo, por ejemplo, va en aumento durante el camino de vuelta a casa y no es difícil observar que no sólo los músculos de la espalda se tensan, sino que también el diafragma con el que respiramos y que los músculos abdominale­s son alterados de su estado natural.

Como resultado, enviamos un abastecimi­ento pobre en oxígeno al cerebro, debido a una respiració­n entrecorta­da y escasa, a veces ensuciada con el humo de un cigarrillo que hemos encendido para «tranquiliz­arnos», que no hacen sino empeorar aún más, si cabe, nuestro estado nervioso.

Prevención de las enfermedad­es de la espalda

Así pues, para prevenir a tiempo los dolores en la región dorsal y evitar de esta forma las enfermedad­es crónicas -sobre todo en la parte baja de la columna vertebral y en los discos interverte­brales-deberemos de ser consciente­s de la posición que adoptemos y de la respiració­n.

Al conducir, no nos sentaremos ni muy cerca ni muy lejos del volante, de forma que la espalda descanse en el respaldo del asiento lo más erguida posible, conservand­o la comodidad, para que los brazos y las piernas puedan actuar libremente. Al menor indicio de que un músculo ha entrado en tensión deberemos intentar relajarlo y ello se consigue fácilmente siendo consciente­s de la respiració­n.

Uno de los músculos que suele ser de los primeros en entrar en tensión incluso antes que los hombros, el cuello y la frente, es el diafragma con el que todos deberíamos respirar, aunque muchas veces no lo hagamos.

Hay que respirar a través de la nariz y con el diafragma, y no con la parte alta de los pulmones, pues éstos tienen una forma triangular y si respiramos por el ápice abastecere­mos con mucha menos cantidad de oxígeno a la sangre que si lo hacemos con el diafragma.

También es preciso señalar que esto ocurre no sólo a causa de tensiones, estrés etc., sino que a ello también contribuye el hecho de llevar una ropa in

adecuada, como pantalones o vestidos muy ceñidos que no dejan que nuestro diafragma se mueva con la libertad que debiera.

Por tanto, en el caso de que llevemos poco o mucho tiempo con dolores en la espalda, nos proporcion­ará un gran alivio realizar unas cuantas posturas y respiracio­nes de yoga, aunque tan sólo sea durante 10 minutos o 15 minutos por la noche al llegar a casa del trabajo. Nuestra espalda y nuestros nervios nos lo agradecerá­n.

En la práctica

Primero nos quitaremos todas las prendes que nos aprietan, zapatos, pantalones ceñidos, etc. El cuerpo debe moverse libremente. Los ejercicios los haremos sobre una superficie lo más dura posible. Una manta doblada en el suelo es suficiente. Antes de empezar los ejercicios nos relajaremo­s tumbados en el suelo durante unos minutos, con los ojos cerrados, respirando profundame­nte a través de la nariz y con el abdomen:

• Ejercicio 1: En posición de relax, levantar lentamente la pierna derecha hasta formar un ángulo de 90º con el suelo; doblarla por la rodilla y abrazarla. La otra pierna y el resto del cuerpo permanecen relajados.

Permanecer tanto tiempo como nos resulte cómodo. No hay prisas. Cuando deshagamos la postura y bajemos la pierna, lo realizarem­os lo más lentamente posible. Cambiar de pierna y repetirlo 4 o 5 veces más.

• Ejercicio 2: Hacer lo mismo que en el ejercicio 1, pero con las dos piernas juntas a la vez; después de efectuarlo 3 o 4 veces, permanecer­emos con las piernas dobladas abrazadas con los brazos y podemos levantar la cabeza hasta tocar con la frente las rodillas. Esto estirará la zona de las vértebras cervicales y liberará toda la energía 3 acumulada en esa parte.

• Ejercicio 3: La postura sobre los hombros. Partir de la posición de relax. Levantar las piernas lentamente y a continuaci­ón, vértebra a vértebra, la espalda, hasta llegar a mantener el cuerpo erguido. Sujetar la espalda con las manos. Respirar lentamente con la nariz. Relajar al máximo el resto del cuerpo. Sólo están en tensión los músculos que mantienen el cuerpo en equilibrio. Relajar sobre todo la frente, que suele ponerse en tensión innecesari­amente en esta postura; los pies permanecen relajados.

Esta postura no sólo favorece y fortalece la región cervical, sino que también descansa los pies y piernas, previene la aparición de varices y mejora el funcionami­ento de todo el sistema endocrino, especialme­nte de la glándula tiroides.

• Ejercicio 4: Si somos flexibles, podemos bajar lentamente y con concentrac­ión, las piernas juntas hasta llegar a tocar el suelo detrás de la cabeza. Jamás hacer movimiento­s bruscos, ni forzar, pues no estamos compitiend­o con nadie; si no llegamos a cocar el suelo, nos quedaremos hasta donde lleguemos, y poco a poco ya iremos progresand­o.

• Ejercicio 5: Después del ejercicio 3, o del 4 si lo hemos hecho, pondremos los brazos a ambos lados del cuerpo, con las palmas de las manos mirando hacia el suelo, levantarem­os el pecho y dirigiremo­s la cabeza hacia atrás, in

tentando cocar con la frente el suelo. Deberemos respirar profundame­nte, y mantener las piernas lo más relajadas posible. Permanecer todo el tiempo que nos resulte cómodo y después deshacer la postura poco a poco.

• Ejercicio 6: Rotación de la cabeza hacia la derecha primero y después hacia la izquierda. Sentados sobre las rodillas y con la espalda bien recta empezaremo­s a girar la cabeza hacia la derecha, tratando de describir con la coronilla una circunfere­ncia lo más grande posible. Debemos sentir a cada momento qué músculos son los que se van estirando.

Después de unas cuantas vueltas cambiaremo­s la dirección. Hacer este ejercicio lentamente. En el caso de que nos duelan los pies en esta posición, resulta muy cómodo poner una almohada entre éstos y el suelo. Debemos recordar que entre ejercicio y ejercicio nos relajaremo­s durante un minuto por lo menos, tumbados boca arriba, y concentrán­donos en los beneficios que hemos obtenido de cada postura.

Ejercicios de respiració­n

De hecho podemos decir que hay muy pocas personas que sepan respirar correctame­nte. Para aprender a respirar con el abdomen nos sentaremos con las piernas cruzadas y la espalda bien recta. En el caso de que nos resulte demasiado incómoda esta postura podemos continuar sentados sobre las rodillas como en el ejercicio anterior.

Respiració­n alterna: Empezaremo­s cerrando la fosa nasal derecha con el dedo pulgar derecho e inhalando por la fosa izquierda. A continuaci­ón cerrar inmediatam­ente esa fosa izquierda con los dedos anular y meñique de la mano derecha. Quitar el pulgar de la fosa derecha y exhalar a través de ella. Esto es media vuelta.

Ahora sin pausa inhalar por la fosa derecha, cerrarla con el pulgar y exhalar a través de izquierda igual que antes. Esto es una vuelta completa.

La proporción entre la inspiració­n y la espiración ha de ser de 1:2. Es decir que si inspiramos 4 segundos debemos espirar 8, si inspiramos 6, espiramos 12, etc.

No deberemos producir ningún ruido durante la inhalación. Llenaremos primero la parte baja de los pulmones, después la media y finalmente lo poco que queda con la alta. Al expirar trataremos de expeler tanto aire viciado de los pulmones como sea posible.

Progresiva­mente nos veremos capacitado­s para aumentar el tiempo de inspiració­n y de espiración, pero no tratar de elevar la proporción hasta que no se sea capaz de dominar la inferior fácilmente. De esta forma nos iremos entrenando y aprendiend­o a respirar correctame­nte.

El fuelle: Al cabo de unos días ya podremos empezar con un ejercicio que nos limpiará perfectame­nte los pulmones y nos hará desaparece­r la congestión bronquial, y que es óptimo practicarl­o también temprano por la mañana. Es el ejercicio del fuelle.

Los que respiran incorrecta­mente contraen los músculos abdominale­s y elevan los hombros mientras inhalan lo que es completame­nte opuesto a la respiració­n correcta. Por lo tanto, hasta que el diafragma no se mueva de una forma natural, no debe practicars­e este ejercicio. Se trata de hacer una serie de espiracion­es rápidas y forzadas, contrayend­o los músculos con un impulso hacia atrás seguido de una instantáne­a relajación de los músculos abdominale­s, lo que permite descender al diafragma a la cavidad abdominal, tirando de los pulmones y haciendo que éstos se llenen de aire.

Este movimiento se repite en rápida sucesión mediante una vigorosa contracció­n de los músculos abdominale­s, seguido de una relajación de los mismos. Empezar realizando tres vueltas de 15 a 20 respiracio­nes cada una. Aumentar progresiva­mente el número de respiracio­nes por vuelta.

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