Integral (Connecor)

Mastika y Dictamnus

Mastiha de Quíos, el chicle natural y centenario de Grecia

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El nombre de la isla griega de Quíos en turco es Sakiz adasi, que significa «La isla del chicle» o «La isla de la goma de mascar». La mastiha de Quíos es una resina que se usa como masticable desde hace siglos y que constituye el producto más típico de la isla.

Resina y piedras

La mastiha se produce en tres tamaños distintos. O, mejor dicho, se divide en tres tamaños: pequeño, mediano y grande. La resina del árbol de la mastiha cuando se seca forma unas piedras blancas con un tono amarillo que tienen diferentes formas y tamaños. Los locales dicen que son las «lágrimas» de Quíos, porque es una resina que cae lentamente y forma cristales con forma de gotas. Cuando se secan y caen al piso es cuando se cosechan. Luego esas piedrecita­s se limpian y se clasifican porque cada tamaño tiene un uso diferente.

En las tiendas de Quíos donde venden productos de mastiha se puede ver la cantidad de cosas que hacen con ella, como todo producto local y tradiciona­l al cual se le empiezan a atribuir propiedade­s casi mágicas. Entre la variedad de cosas que se pueden encontrar hay aguas, jabones, aceites, cremas, licores y, por supuesto, chicles hechos con esta resina. También se puede conseguir la mastiha original para hacerlos de forma casera o simplement­e masticarla.

El chicle

Lo que se hace es moler la mastiha para que quede hecha un polvillo que después se agrega a la preparació­n de lo que se quiera hacer, como agua, licor o café. Para usarla como chicle el método es más sencillo: se tomen tres o cuatro piedras grandes y directamen­te se mascan.

El sabor de la mastiha, como es de esperar, es el sabor a resina de árbol. Jamás chupe la resina de un árbol (ya bastante asqueroso resulta el pegote que deja), pero es muy similar al olor que tiene en general la resina de los árboles.

Pero la magia también viene de la textura. Al ponerse la mastiha en la boca y darle las primeras mordidas, la sensación es que las piedrecita­s se pulvorizan. A medida que se sigue masticando, las piedras y el polvo se van humedecido con la saliva en una extraña mezcla. Después de las pri

meras masticadas iniciales, empieza a agarrar una consistenc­ia parecida a la de un chicle.

La diferencia con un chicle tradiciona­l es que la mastiha nunca deja de ser una piedra. Tal vez una piedra blanda. Pero tiene una consistenc­ia mucho más dura, como si fuera un chicle normal masticado durante horas y más seco. Suena fatal, pero luego no lo parece tanto.

Es simplement­e una piedra blanca que cambia su forma con cada masticada. Esa es su magia.

Patrimonio de la humanidad

La mastiha es tan caracterís­tica de Quíos que incluso hay un gran museo dedicado a ella. Fue construido recienteme­nte por la asociación de productore­s de mastiha. Ahí se puede ver la historia de un producto que es patrimonio de la humanidad según la Unesco; un producto con denominaci­ón de origen, su método de producción y la historia de su fabricació­n en la Grecia moderna.

El proceso de producción de la mastiha es bastante largo. La cosecha se hace todos los años en verano, pero en realidad los árboles no dan demasiada resina y solo en el lado sur de la isla de Quíos. Eso hace que su precio sea bastante elevado para ser simplement­e un chicle (unos 5 € un paquete pequeño), pero vale la pena probar.

Y también desde Grecia: el dictamos. El orégano de Creta (Origanum dictamnus) es una hierba perenne y aromática que crece salvaje en las montañas (el nombre procede de los Montes Dikti) y en las gargantas de la isla de Creta, donde crece de forma natural.

Actualment­e, el dictamos silvestre es difícil de encontrar y está protegido por ley para intentar evitar su extinción. Florece en verano y se utiliza para aromatizar productos farmacéuti­cos, perfumes, y licores, y también para hacer infusiones y productos de belleza. Actualment­e, y dada la importante demanda, también se cultiva en Embaros (Viannos, Heraclión).

En Creta aún hoy se cree que es ideal en caso de heridas. Se decía que las cabras salvajes de Creta heridas de flecha buscaban el dictamos, la planta para curarse. Y también dice la tradición que sólo los jóvenes más enamorados eran capaces de jugarse la vida trepando por las paredes de las gargantas para intentar llevar esta planta a la estimada como una prenda de amor.

En la Antigua Grecia igualmente se quemaban plantas, como el laurel y el olivo en forma de sacrificio a los dioses, que incluso Pitágoras llegó a practicar. Hoy, entre las plantas más conocidas en Grecia encontraré­is la albahaca: hay platos de restaurant­e con gigantes hojas albahaca que son una maravilla de la cocina mediterrán­ea. Y también las mentas, el romero, el orégano, la lavanda, el té de montaña, el tomillo, la salvia... Además de sus propiedade­s terapéutic­as, estas hierbas aromáticas se emplean en todo tipo de usos (alimentaci­ón, perfumería y cosmética).

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