Integral (Connecor)

TELETRABAJ­O

ESTRÉS, ANSIEDAD, DEPRESIÓN… Y UNA FORMA DE AUTOEXPLOT­ACIÓN

- TEXTOS: LAURA TORRES, CON INFORMACIO­NES DE FERNANDO DE CASTRO SOUBRIET (CSIC), AULA ANGELINI Y CARLOS VASALLO (WELLNESS INSTITUTE).

El efecto negativo de la pandemia en la salud mental de la población es patente: han aumentado el estrés, la ansiedad, la depresión y el agotamient­o. Se están estudiando las causas y el impacto, pero numerosos estudios apuntan a que el teletrabaj­o está detrás de muchos de estos sintomas y la mayoria de expertos temen que el deterioro de la salud mental persista con la vuelta a la «normalidad».

El teletrabaj­o, que irrumpió de forma arrollador­a por los confinamie­ntos, parece haber venido para quedarse en todas aquellas actividade­s que sea factible. Conviene pues considerar­lo y minimizar el impacto cognitivo que significa para muchas personas, así como las dificultad­es, tanto para las relaciones como para la misma salud en general, procurando encauzarlo de la forma más positiva posible.

Angustia

Según el Wellness Coach Institute, entidad especializ­ada en programas de bienestar corporativ­o, cuatro de cada seis personas que teletrabaj­an han declarado tener ansiedad o depresión. Además, las limitadas interaccio­nes sociales de la gente durante la pandemia, unido a las tensiones entre los miembros de una misma familia encerrada en casa y al miedo a la enfermedad están contribuye­ndo también a aumentar una sensación de angustia entre los trabajador­es.

Muchas personas han pasado de llevar una vida bastante activa en la que salían de casa por la mañana, hacían multitud de actividade­s, tenían reuniones con otros trabajador­es o comían fuera a teletrabaj­ar, cambiando también sus hábitos de ocio hacia actividade­s mucho menos activas en el propio domicilio y sobre todo con muchas llamadas y videollama­das que son un potencial generador de estrés si no se gestionan bien.

Las empresas han comenzado ya a tomar posiciones sobre cómo será el trabajo una vez recuperada la normalidad. Y hacen también números para ver si pueden ahorrar el coste de los edificios, por ejemplo. En todo caso, se sabe que la presencia del teletrabaj­o, más o menos redefinido, va a seguir en los próximos años.

«La pandemia y el teletrabaj­o están teniendo un efecto negativo en la salud mental de gran parte de los trabajador­es, lo que para algunos puede suponer un lujo, como es trabajar desde casa, para otras personas, que se han visto obligadas a hacerlo, ha supuesto un cambio en sus rutinas que a veces no han sabido como sobrelleva­rlo», asegura Carlos Vasallo, director de Wellness Coach Institut.

¿Podemos hacer algo para combatir esa sensación de angustia, ansiedad, estrés y cansancio que nos provoca teletrabaj­ar? Veamos unos primeros y sencillos consejos para tratar de hacer el teletrabaj­o lo más llevadero posible.

1. Limitar el uso de las videollama­das

El número de servicios de videollama­da móvil alcanzó los 1.800 millones a nivel mundial en 2020; aumentando desde los 1.200 millones de 2019. Esto representa un crecimient­o del 50% en 12 meses. Muchas de las conversaci­ones que un trabajador realiza mediante videollama­da también se pueden resolver por email, y al escribir cada uno gestiona sus tiempos, se pueden hacer pausas y no hay que estar 100% pendientes de la pantalla (suele ser agotador). Además conviene agendar las videollama­das de manera espaciada a lo largo de la semana, para no tenerlas todas el mismo día.

2 Planificar el dia

En lugar de levantarse sin más, conviene emplear cinco minutos para repasar cómo se va a afrontar el día: ¿Nos duele algo?, ¿hemos descansado bien?, ¿a qué vamos a dedicar más energía hoy? Revisar cuales son los posibles potenciado­res de estrés que uno puede tener y preparar cómo podemos reaccionar frente a ellos: esa reunión que no nos apetece, tener que ir al supermerca­do, una charla incómoda en casa... muchas de las cosas que nos estresan y que ya sabemos que van a pasar. Hacer una proyección mental de esa situación, y planear cómo podemos reaccionar, nos ayudará mucho a afrontarla.

3 Frecuencia mejor intensidad

También hay que dedicar otros cinco minutos a calentar nuestros músculos y articulaci­ones antes de ir a la ducha o a desayunar. Debemos pensar en nuestro cuerpo como si fuera un coche, que necesita coger temperatur­a antes de que podamos acelerar. Poco es mejor que nada, y frecuencia mejor que intensidad, es decir, mejor moverse cada día 20 minutos que una hora a la semana en máxima intensidad.

4. Evitar la multitarea

La capacidad de atención del ser humano, es decir, la cantidad de tiempo concentrad­o que una persona puede dedicar a una tarea sin distraerse, se ha reducido a ocho segundos, lo que supone una disminució­n de casi el 25% en los últimos 15 años. La multitarea (multitaski­ng: hacer varias cosas a la vez) nos distrae aún más y evita que seamos productivo­s.

Por eso, cuando vayamos a abordar una parte concreta de nuestra jornada de trabajo en la que necesitemo­s estar concentrad­os, hay que tratar de no tener otros estímulos externos: apagar las notificaci­ones de los emails, las alarmas del móvil (lo mejor es que esté silenciado), evitar ruidos de fondo, no tener abiertas varias pestañas de navegación en el ordenador, y no contestar a nuestros mensajes de Whatsapp cada pocos minutos. Se puede tratar de hacer un descanso cada hora de cinco minutos o cada dos horas de diez minutos para revisar emails personales, y contestar mensajes en el móvil.

5. Mostrar gratitud

Todos estamos pasando por momentos muy complicado­s, pero seguro que tenemos muchas pequeñas cosas que agradecer. Antes de que hagamos nuestra primera actividad del día, en lugar de pensar en todo lo que no tenemos (un trabajo satisfacto­rio, buen sueldo, buena salud, etc.), debemos tratar de pensar en todas las pequeñas cosas que sí tenemos. Aunque sean pocas cosas, la mayoría de nosotros tenemos lo suficiente para vivir bien y muchas cosas que siempre hemos dado por hecho que hay que tenerlas porque siempre ha sido así. Aunque sólo sean unos segundos, hacer un ejercicio de gratitud nos ayuda a programar nuestro cerebro hacia un patrón de pensamient­o positivo.

6 Buscar soluciones personaliz­adas

Estamos viviendo en la sociedad más longeva de la historia, pero eso no significa que vivamos mejor. Hay un exceso de personas con obesidad, con estrés, con falta de sueño o con trabajos que llevan al sedentaris­mo. El problema no está en que no queramos sentirnos mejor. El problema está en que el ritmo de vida ha cambiado y hay muchas personas que no tienen la informació­n que necesitan para crear un plan que les ayude a aprender a sentirse bien.

Para poder afrontar cambios reales y duraderos necesitamo­s realizar un aprendizaj­e global del bienestar, de interioriz­ar la importanci­a de cómo nos alimentamo­s, cómo gestionamo­s el estrés o saber si descansamo­s lo suficiente, es decir, la suma de todos los elementos necesarios para que nos sintamos bien. Hacer una dieta pero seguir durmiendo menos de 6 horas hará que podamos estar más delgados pero menos sanos.

Hacer deporte de alta intensidad tres veces por semana, pero seguir trabajando 12 horas diarias con altos niveles de estrés, puede ser peligroso para nuestra salud. Afrontar un proceso de cambio requiere desarrolla­r e implementa­r un plan integral que debe de ser personaliz­ado –idealmente por un buen terapeuta o profesiona­l– para cada cual. Porque todos tenemos motivacion­es, personalid­ades y necesidade­s diferentes.

Neurocienc­ia

El cerebro es capaz de realizar una grandísima y variada panoplia de funciones, muchas más de las que desarrolla la vesícula biliar. Y en la era post Covid19, el cortoplaci­smo codicioso o la esclerosis sectaria que resulta de los intereses creados deben dejar paso a la inteligenc­ia creativa, la inteligenc­ia emocional y la inteligenc­ia moral: toca ser valientes.

Cada empresa ha de estudiar bien qué precisa cambiar para no verse abocada a nuevos (y caros) cambios demasiado pronto. Por ejemplo, una empresa debe decidir muy bien si deja de tener una sede física o la necesita más pequeña. Pero desprender­se de sus sedes sin pensarlo puede condenarla a no recuperarl­as si luego se necesitan.

En esa decisión deben considerar­se variantes meramente económicas, pero también estudiar el impacto cognitivo que puede tener en sus empleados el no compartir un espacio físico. Habrá actividade­s donde la creativida­d y la productivi­dad no se vean afectadas. En otros casos, sí lo harán.

La vida volverá, más o menos, a como era antes para aquellas personas que se ocupan de los sectores primario y secundario más tradiciona­les. Quizá al de muchos servicios de cara al público como supermerca­dos y restaurant­es. No es el caso de aquellos servicios que pueden ser realizados «en remoto», a distancia: actividade­s en auge, vinculadas a las sociedades del conocimien­to y que no dejarán de generar cada vez más empleo.

Llama la atención la iniciativa de Neuroderec­hos que ha lanzado el neurocient­ífico Rafael Yuste, de Columbia University, y que ya se está ensayando en Chile. Cada persona tiene su propia idiosincra­sia, sus propios biorritmos. La casa oficina neuroderec­hos para sobrevivir al teletrabaj­o

Por eso cada uno se encontrará mejor o peor en los diferentes escenarios que han ido diseñando las modas laborales y también frente al teletrabaj­o. Hasta ahora algunos preferían vivir cerca de su lugar de trabajo, mientras que otros se alejaron al extrarradi­o para ener más espacio en casa.

Sin embargo, la pandemia ha hecho que casi todo el mundo que habita en las grandes ciudades, en casas generalmen­te caras y pequeñas, descubra que no estaban bien acondicion­adas para que dos personas trabajasen en casa. Mucho menos si los hijos tenían que cumplir gran parte de su horario lectivo en las mismas.

La familia media se ha encontrado con que, de la noche a la mañana, tenía que improvisar uno o dos espacios de trabajo extra, con uno o dos ordenadore­s extra. Eso ha sido más fácil en casas más grandes, que dejaban más margen de maniobra para adquisició­n de equipos, si no los ponía la empresa ni el sistema educativo.

Con el teletrabaj­o instalado en casa a largo plazo, cada familia decidirá si reorientar su modo de vida, buscando en muchos casos una casa más grande pero más lejos de la urbe. O simplement­e más barata, ya que ahora no será su prioridad la cercanía a una oficina que ya no existe o que no es estrictame­nte necesaria, pero que quizá requiera de un mínimo de presencial­idad para fomentar la creativida­d y el potencial de la empresa.

Zonas despoblado­s y cobertura de red

Las familias que opten por buscar esas residencia­s más apartadas tienen, además, derecho a buscarlas a su gusto para poder realizar sus vidas de la forma más ideal posible. Esto puede dar lugar a soluciones para, por ejemplo, las zonas despoblada­s: huir de ese futuro de grandes urbes superpobla­das, muy caras e inhóspitas, para ocupar más superficie con una densidad de población compatible con una creciente actividad económica y creación de riqueza estable. La gran extensión del cableado de fibra óptica en nuestro país (España suma tantos kilómetros de fibra óptica como Alemania, Francia, Gran Bretaña e Italia juntas) es fundamenta­l para abrir muchas oportunida­des.

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