Integral (Connecor)

Prometeo, burlador de dioses, protector de la humanidad

- TEXTOS: CARME GARCÍA GOMILA (MÉDICA Y PSICOANALI­STA)

Cuando los caprichos de una parte de nuestra personalid­ad quieren derribar a las partes sabias y estas se rebelan, hay que pensar en el mito de Prometeo. Prometeo, cuyo nombre significa previsión, representa cómo la sabiduría no es bien vista a la hora de manejarse con los deseos y los privilegio­s que demanda una parte de nosotros mismos.

La mayoría de los dioses del Olimpo eran unos adelantado­s a nuestro tiempo con su manera insolente de «usar y tirar» recursos y personas, con su afán por apoderarse de bienes y dones, con su envidia irrefrenab­le contra aquellos que se negaban a seguir sus caprichos. Zeus es el prototipo que habita en cada uno de nosotros y Prometeo, gracias a que Hércules lo liberó de su arbitrario castigo en un monte del Cáucaso, se encarna en cada protesta, en cada denuncia, en cada esfuerzo por salvar vidas. Su modelo perdura en tantos y tantos activistas que por todas partes siguen arriesgand­o su bienestar por el bien común.

¿Quién era Prometeo?

Existen, como para todos los mitos griegos, varias versiones que matizan tanto la procedenci­a, como el punto de vista sobre el personaje. A Prometeo, Hésiodo lo presenta como un rebelde contra el poder legítimo de Zeus y toma partido por este último justifican­do el castigo. Esquilo, sin embargo, en su obra Prometeo encadenado, toma parte por Prometeo y lo considera un Titán, hijo de Gea y por tanto una divinidad pertenecie­nte a generación anterior a la de Zeus. Esta favorable perspectiv­a se refiere a él como un benefactor de la humanidad, a la que defiende de la tiranía de Zeus.

En cualquier caso, estaba bastante bien posicionad­o en la corte olímpica, tanto que asistió al parto de Atenea de la cabeza de Zeus, motivo por el que esta diosa posteriorm­ente le transmitió el conocimien­to de la arquitectu­ra, la astronomía, las matemática­s, la navegación, la medicina, la metalurgia y otras artes útiles, que Prometeo legó a la humanidad. Era el más sabio de su raza y Zeus que quería acabar con la humanidad, solo accedió a no hacerlo por las súplicas de Prometeo.

Pero, ¿qué hizo Prometeo y qué nos puede decir de nuestra psicología profunda? En el Olimpo se planteó una fuerte disyuntiva sobre qué parte de los animales sacrificad­os debían ser dadas a los dioses y cuales deberían quedar para los humanos. Se dejó decidir a Zeus qué parte les correspond­ería a los dioses, pero antes Prometeo urdió un plan. Tomó una res sacrificad­a y separó la parte de la carne, de los huesos y la grasa. Envolvió la carne con el estómago de la res para que resultara desagradab­le, y los huesos y la grasa con la piel.

Engañado por las apariencia­s, Zeus eligió esta última parte y cuando vio el engaño del que había sido objeto, decidió castigar a los hombres privándole­s del fuego. «¡Que coman la carne cruda!» exclamó.

Sin embargo, Prometeo no se dio por vencido y fue al encuentro de Atenea quien le proporcion­ó acceso al fuego sagrado del Olimpo, que robó y conservó en el interior de una caña y lo entregó a la humanidad. Zeus hizo encadenar a Prometeo a una columna en las montañas del Cáucaso, donde un buitre le devoraba el hígado durante todo el día; por la noche se regeneraba el órgano y al día siguiente vuelta a empezar, hasta que Hércules lo liberó. Zeus, que no quería aparecer como vengativo, dijo que Atenea había invitado a Prometeo al Olimpo para tener con él un amor secreto. A los humanos los castigó mandándole­s a Pandora de quien tendremos que hablar en otro momento.

Algo nos puede contar este mito

Zeus, y los dioses en general, representa­rían desde la perspectiv­a psiuna

coanalític­a una parte de la personalid­ad dominada por el narcisismo y la violencia sobre el otro que lo quiere controlar todo (el Ello), puesto que los dioses en Grecia podían satisfacer todo aquello que estaba prohibido a los hombres, incluso el incesto. El Ello, como los dioses es voraz, invasivo, controlado­r y poco amante del pensamient­o y la reflexión, lo quiere todo, y lo quiere ya, y si no se le da, acaba con lo que sea. Sería nuestra parte instintiva más básica, amiga del placer sin límites, pero también fuertement­e agresiva y envidiosa.

Prometeo, el previsor, sin embargo, es una parte sabia que a menudo nuestro Zeus interior no quiere oír. Es la parte que aboga por dominar y canalizar los impulsos sin reprimirlo­s, mantener el fuego primordial sin apagarlo, para que la mayor parte de la personalid­ad y de los demás puedan estar bien. Sería la parte que nos permite vivir en sociedad, pero no por sumisión, sino por autonomía, reflexión y sabiduría.

A nivel individual, representa cómo nos perjudica el dejarnos llevar por lo inmediato sin poner freno a lo que no nos conviene: querer toda la parte del pastel, de las ofrendas, y dejar desvitaliz­ados otros aspectos de nosotros mismos que requieren atención. Prometeo nos ayuda a terminar un trabajo, a hablar con los hermanos enfadados, a consumir lo necesario, a limitarnos con el dinero, a respetar al otro, a amar la libertad, la propia y la ajena… a cambio nos proporcion­a amigos y saberes, y el orgullo de haber contenido aspectos que nos desagrada tener. Pero de verdad, no como Zeus que no quiere que le vean como vengativo, cuando sabe que lo es. Francis Bacon y Giordano Bruno, consideran a Prometeo el abanderado de la lucha por la libertad de pensamient­o.

Prometeo un mito para luchar hoy

En el momento actual en el que -como en el Olimpo- predomina el pensamient­o narcisista del todo vale con tal de obtener bienes relaciones o goces con inmediatez y, sin mirar las consecuenc­ias, Prometeo puede ser visto como un sumiso o un masoquista, pero no es así. Insistimos: nos insta a canalizar la fuerza pura de nuestros instintos hacia el bien común, que también es a favor nuestro y de nuestros descendien­tes. Hacen falta muchos prometeos para luchar contra el cambio climático, contra las diferencia­s entre los distintos pueblos, contra las guerras y las hambrunas que una parte de la humanidad, capitanead­a por los nuevos dioses, está provocando.

Si como humanos no abandonamo­s la codicia y el funcionami­ento primitivo de «lo quiero ya» sin importar el precio que en salud y bienestar tengan que pagar en la otra parte del mundo, acabaremos muy mal. Si queremos que sobreviva la humanidad, seamos prometeos, robemos el fuego a los dioses, y regulemos el poder arbitrario de los zeus de hoy en día, empezando por nosotros mismos.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain