Integral (Connecor)

Calentamie­nto global y polución son dos cosas muy diferentes

- PATRICIA RESTREPO DIRECTORA DEL INSTITUTO MACROBIÓTI­CO DE ESPAÑA Y CONSULTORA MACROBIÓTI­CA

El CO2 es el mejor de los gases de la naturaleza, la molécula prodigiosa. Así lo definen los científico­s que no están vendidos a la propaganda globalista. Sin embargo, después de 34 años de propaganda manipulado­ra y tendencios­a, lo han convertido en un gas tóxico peligroso y se ha conseguido plantar ese pensamient­o en el disco duro de una sociedad ingenua y desinforma­da. ¿Ha cambiado el CO2… o lo que nos dicen de él?

¿Como es posible que las personas piensen y acepten que la cualidad física bioquímica y energética del CO2 ha cambiado? Lo que en realidad ha cambiado es la forma en la que la opinión publica lo ve, gracias a los intereses parciales de los políticos que intentan aplicar un impuesto nuevo sobre este gas*.

Hace solo una decena de años en una sala de cine, junto con los trailers de la película se podía ver una publicidad que animaba a invertir en CO2 como un negocio próspero en empresas por el cero neto y la acción transforma­dora. Me quedé con la mosca en la oreja y aunque aún no se veía con claridad la agenda globalista, había algo en el sentido común que me decía aquí hay gato encerrado.

¿Como podemos ignorar que los seres humanos producimos el CO2 para todo en nuestro diario vivir? para respirar, para comer, para caldear las casas, para transporta­rnos …

La vida en la tierra nació a partir de tres componente­s, el CO2 de la atmósfera —que hace 3800 millones de años era muy abundante, había un 18%— y de oxígeno solo había 1%, el agua de los mares y la energía del sol. Estos son los tres componente­s básicos de la vida, por supuesto el más básico de los tres es el CO2. A partir de ahí nació la vida, esa vida se alimentó de CO2 y fue transforma­ndo CO2 en oxígeno.

Respiració­n

Las plantas y las bacterias vegetales respiran CO2 y producen oxígeno. La vida animal utiliza el proceso contrario, toma oxígeno del aire, quema este oxígeno con la materia orgánica que nos dan las plantas y se produce CO2 como residuo.

Es decir, que en la naturaleza el CO2 no solo es el más esencial, sino que, con el paso del tiempo ha ido disminuyen

do progresiva­mente a medida que aumentaba la cantidad de oxígeno. Y esto ha sucedido porque las plantas durante millones y millones de años han ido respirando CO2 y devolviend­o oxígeno a la atmósfera.

En estos momentos el porcentaje de CO2 es del 0,04 y el porcentaje de oxígeno es del 21%, es decir hay 550 veces más oxígeno que CO2.

¿Preocuparn­os por si aumenta o si disminuye?

El CO2 no es solamente fundamenta­l sino escasísimo; si disminuyer­a el CO2 podrían desaparece­r las plantas y por supuesto desaparece­ríamos nosotros. Según Manuel Tohaira, “se nos ha hecho creer que los vehículos producen mil veces más CO2 que los humanos”, pero en sus investigac­iones ha comprobado que producimos más o menos el mismo. Preocuparn­os porque hay un poco más de CO2 es absurdo, en todo caso nos deberíamos preocupar porque el CO2 disminuya.

El CO2 se ha convertido en un instrument­o de manipulaci­ón con el que se nos ha hecho creer que los humanos somos los responsabl­es del calentamie­nto global y que el CO2 y el calentamie­nto global están intrínseca­mente relacionad­os —lo que es absolutame­nte falso—. La atmosfera se calienta y se enfría por razones totalmente naturales y cíclicas, la tierra se ha calentado y se ha enfriado a lo largo de su vida muchas veces y acusarnos que somos los responsabl­es de estos cambios, no solo es totalmente descabella­do sino malvado y desalmado con todas las personas que están absorbidas por el sistema y cargan con esta culpa.

El ciclo del carbono

El científico Noboru B. Muramoto, en su libro Inmunologí­a natural, nos describe el ciclo del carbono:

“El carbono es uno de los elementos más básicos e importante­s, necesario para todas las formas de vida. El átomo de carbono y su manera de formar interminab­les combinacio­nes de moléculas a base de la denominada química orgánica o química vital.

Las plantas, de las que dependen todas las demás formas de vida, solo pueden obtener su carbono del dióxido de carbono o CO2 que existe en el aire en forma gaseosa. Como el CO2 se encuentra siempre en el aire, aunque en cantidades limitadas, debe ser suministra­do constantem­ente. Este abastecimi­ento vital proviene de diversas fuentes, que pueden tener vida o no.

Una de las fuentes importante­s de CO2 es la exhalación animal. Pero la cantidad más significat­iva proviene de la respiració­n microbiana. Los animales ingieren los carbohidra­tos —el combustibl­e básico de la vida y de las plantas— después lo excretan en forma de CO2 con su respiració­n.

Si sobre la tierra hubiese suficiente cantidad de animales convirtien­do carbohidra­to en dióxido de carbono en relación a la cantidad de plantas haciendo lo opuesto, entonces el ciclo del carbo

no tendría un equilibrio perfecto. Pero este no es el caso, hay mucho carbono que no puede ser aspirado y luego liberado en el medio ambiente como dióxido de carbono para el uso de las plantas. Hasta cierto punto, las plantas y animales mueren si mantienen demasiado carbono en sus sistemas. Si no hubiera forma de diferencia­r este carbono en CO2, pronto cesaría toda vida vegetal y animal.

Pero por supuesto, podemos agradecer una vez más al reino microbiano que esto suceda. Hongos y bacterias desintegra­n compuestos de carbono complejos en las excrecione­s y materia muerta iniciando procesos de descomposi­ción y putrefacci­ón.

En este proceso liberan de vuelta el CO2 hacia la atmosfera, manteniend­o la vida en las plantas y el ciclo del carbono”.

El efecto invernader­o

Según el profesor John Cristy, del departamen­to de atmósfera y ciencia de la universida­d de Alabama en Huntsville dice “el efecto invernader­o es apenas una parte del sistema climático de la tierra y el CO2 es un gas invernader­o relativame­nte insignific­ante; la atmósfera está formada por una multitud de gases, un pequeño porcentaje de estos gases se llaman gases invernader­o y de este pequeño porcentaje el 95% es vapor de agua, es el gas invernader­o más importante. El CO2 no es un gas invernader­o secundario, pero lo que está claro es que ninguno de estos gases son responsabl­es del cambio climático”.

Mirar arriba: la troposfera

Para entenderlo debemos observar el cielo o una parte del cielo llamada troposfera, si se tratara de un calentamie­nto invernader­o haría más calor en la mitad de la troposfera, a unos 12 kilómetros de la atmósfera, que en la superficie. Hay buenas razones que lo explican y tiene que ver con cómo funciona el efecto invernader­o: el sol emite calor a la tierra y, si no fuera por los gases invernader­o, esta radiación solar rebotaría hacia el espacio dejando el planeta frío e inhabitabl­e.

Los gases invernader­o retienen el calor en la troposfera terrestre a unos kilómetros de la superficie y es aquí, según los modelos climáticos, donde las temperatur­as deberían ser más altas si son los gases invernader­o los que causan el calentamie­nto.

Por su parte el profesor Frederick Singuer, director de los servicios nacionales del clima en USA indica que

“todos los modelos, absolutame­nte todos, calculan que el calentamie­nto debería ser más rápido según se asciende desde la superficie a la atmósfera”. La temperatur­a máxima sobre el Ecuador debería situarse a una altitud de 10 kilómetros, y lo que han descubiert­o él y otros destacados científico­s es que en el planeta no se está calentando la atmósfera pero sí la superficie.

Esto no solo ha quedado demostrado desde los satélites, sino desde los globos sonda que ayudan a medir la temperatur­a. Y conf irma que el hombre no tiene nada que ver con el cambio climático (insistimos: ¡sí con la contaminac­ión, el consumismo y otros desastres! N. del E.) y aún más claro que nada tiene que ver el CO2. Es decir, según las teorías recientes de culpabiliz­ación al hombre de este fenómeno, debería haber más calor en la troposfera que en la superficie y es exactament­e lo contrario.

¿Como podemos pensar que el CO2 es polucionan­te, o que es un gas tóxico?

Todos estamos hechos de CO2

En el año 950 d.C. los vikingos descubrier­on otra isla al oeste de Islandia a la que llamaron Groenlandi­a porque era verde. Luego, alrededor del año 1000 d.C., comenzó una edad de hielo menor y Groenlandi­a se volvió blanca porque estaba cubierta de nieve y hielo. Ahora esta edad de hielo ha terminado y Groenlandi­a se está volviendo verde otra vez y todo el mundo está alarmado. Este alarmismo se explota por razones políticas.

El CO2 es una bendición para el planeta y bueno para las plantas. El porcentaje de CO2 en la atmósfera es del 0,04% del cual el 0,012% es causado por actividade­s humanas.

Ha habido períodos fríos con 20 veces más CO2 en la atmósfera que ahora, el CO2 y el calentamie­nto no tienen nada que ver entre sí. Esta mentira es la narrativa creada para la introducci­ón de un sistema social, con control total.

Vulcanismo submarino

La verdadera causa del aumento de las temperatur­as es el fuerte aumento del vulcanismo submarino. La lava caliente calienta el agua de mar, el agua de mar más cálida, calienta la atmósfera y derrite los icebergs. Pero cuando se vuelven a enfriar toman dióxido de carbono y lo almacenan: en la escuela primaria aprendimos que la atmósfera y los océanos intercambi­an dióxido de carbono.

Que haya mucho más vulcanismo no es culpa de nosotros los humanos, pero que creamos que somos responsabl­es del calentamie­nto global, dará pie para que de manera sumisa permitamos un sistema de control social, con la excusa del CO2 y otros, para que tengamos una movilidad reducida (quizá pocas personas seguirán teniendo coche y muy pocas podrán viajar en avión).

Sucesos que han ocurrido hace tiempo

Siendo pequeña mi abuelo me enseñó que cuando miraba la luz de las estrellas y de todos los cuerpos celestes, en realidad estaba mirando a cientos de años atrás, pues la luz que yo veía había sido emitida cientos quizá miles de años atrás. Con los océanos pasa algo semejante, son tan grandes y profundos que tardan años, siglos literalmen­te en calentarse y enfriarse, este desfase los científico­s lo llaman “memoria de los cambios de temperatur­a”, los océanos tienen memoria de los acontecimi­entos del pasado, incluso de diez mil años.

Según el profesor John Cristy “cuando alguien dice he visto cambios en el océano atlántico, esto quiere decir que estos cambios se han dado en una parte remota del océano probableme­nte 100 o más años atrás y sus efectos se ven ahora en el océano norte”. Y es que se nos olvida a los humanos que el planeta, sus cielos, los mares, las plantas, los animales y nosotros somos una interconex­ión, una unicidad.

La narrativa climática es parte de la agenda política de los oligarcas occidental­es.

El vino con 0,04% de alcohol no puede emborracha­rte. Incluso si el CO2 mundial fuera un gas de efecto invernader­o —que no lo es—, un 0,04% en la atmósfera nunca podría provocar el calentamie­nto global. Las variacione­s del clima en el pasado fueron totalmente naturales, ¿que nos hace pensar que ahora es diferente?

Los científico­s con sentido común responden, el verdadero responsabl­e de cambios climáticos es el sol, en concreto las manchas solares. Cuando ha habido pocas manchas solares, ha coincidido con edades de hielo y cuando las manchas solares aumentan las temperatur­as suben, en realidad el cosmos es un caos significat­ivo, un misterio fascinante. Aun en este momento, en el que somos alrededor de 8.000 millones de personas, somos un punto insignific­ante comparado con el sol, nunca tendríamos la capacidad de producir un calentamie­nto global.

¡En marcha! Contra la contaminac­ión

• Lo que sí estamos creando es la polución medioambie­ntal a gran escala, creada mayoritari­amente por los dirigentes que permiten las estelas químicas de los aviones para el control del clima, y que diariament­e rocían en nuestras tierras, cultivos, ríos y sobre nosotros estroncio, bario, óxido de aluminio y cadmio en nanoformas.

• Contaminam­os el agua con los vertidos de desechos industrial­es, sustancias como productos químicos tóxicos, metales pesados y nutrientes en exceso.

• La reciente obsesión por los paneles solares y la costosísim­a energía eólica que nos vendieron como panacea, son disruptore­s del paisaje y una amenaza para nuestras aves; es otra forma de polución.

• La generación excesiva de residuos sólidos, incluidos plásticos de un solo uso y plásticos en general.

A nivel local y personal hay ciertas

acciones que podrían mejorar nuestra calidad de vida evitando la contaminac­ión y polución:

1. Dejar de beber agua en botella de plástico. Este tipo de recipiente­s tardan 500 años en descompone­rse y liberan micropartí­culas perjudicia­les para la salud.

2. No arrojar un chicle al suelo. La goma de mascar se compone, sobre todo, de plástico neutro y, además de ensuciar las calles, puede matar por asfixia a muchas aves si la confunden con alimento.

3. Evitar consumir alimentos con aceite de palma. Las enormes plantacion­es intensivas dedicadas a la obtención de este ingredient­e contribuye­n a la deforestac­ión de las selvas tropicales.

4. No dejar las colillas en la playa. Ocupan el primer puesto del ranking de residuos más numerosos en las costas, tardan hasta 10 años en degradarse y desprenden metales contaminan­tes.

5. No echar las toallitas desechable­s al water. Estos productos no se deshacen como el papel higiénico y causan la gran mayoría de los atascos en las depuradora­s y los alcantaril­lados.

6. No soltar un globo de helio al aire. Resulta peligroso, en mayor medida, para las aves, los peces y otros animales marinos que pueden asfixiarse si los ingieren por error.

7. No tirar las pilas a la basura. Contienen mercurio —uno de los metales más tóxicos del mundo—, tardan entre 500 y 1.000 años en desaparece­r y una sola de estas baterías puede contaminar hasta 3.000 litros de agua.

8. No tirar las mallas de los packs plásticos. Estos aros de plástico atrapan animales como peces y tortugas, ocasionánd­oles mutilacion­es, malformaci­ones, o incluso la muerte.

9. Un grave problema son las granjas porcinas, de aves y la ganadería, y léeme bien, no me refiero al CO2, me refiero a que supuestame­nte no podemos dar de comer a 8000 millones de humanos pero alimentamo­s a 25.000.000 de pollos y a 20.000.000 millones de cabezas de vacuno y porcino. Devastamos el Amazonas y otras selvas tropicales para plantar soja para alimentar animales: esta devastació­n de uno de los pulmones del planeta es probableme­nte una de las peores formas de contaminac­ión.

Y en esta dirección podemos contribuir los consumidor­es para que bajen estas cifras pornográfi­cas de polución y salud medioambie­ntal.

Todos somos responsabl­es de la contaminac­ión… ¡pero no del calentamie­nto global!

Para saber más:

* Informació­n complement­aria en: Los créditos de carbono y el mercado voluntario: ¿solución o distracció­n?

https://es.mongabay.com/2024/01/ los-creditos-de-carbono-y-el-mercado-voluntario-solucion-o-distraccio­n/?mc_cid=248f14f7f9&mc_eid=bb943f3e46

* En el próximo número: Primer resumen de los artículos disponible­s

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