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Hablamos con la hija de Charlotte Perriand, la diseñadora que creó el concepto de los muebles de la casa moderna

- Realizació­n Anna Tomàs Moreno

EN UN MOMENTO EN EL QUE LA MUJER PARECÍA NO TENER CABIDA EN EL MUNDO

DEL DISEÑO, CHARLOTTE PERRIAND LOGRÓ TRABAJAR EN EL ESTUDIO DE LE CORBUSIER Y, JUNTO A ÉL, SENTAR LAS BASES DEL INTERIORIS­MO CONTEMPORÁ­NEO.

SU HIJA, QUE COLABORÓ CON ELLA, NOS REVELA CÓMO FUERON ESOS AÑOS

Charlotte Perriand fue toda una adelantada a su época. Nacida en el París de principios del siglo pasado, esta arquitecta y diseñadora de interiores jamás tuvo fácil moverse en un oficio ‘reservado’ a los hombres, aunque su trabajo la avale como una de las figuras clave de la arquitectu­ra interior moderna. De hecho, fue su mismo trabajo, Bar sous le Toit, expuesto en el Salon d’Automne en 1927, el que le abrió las puertas del estudio que el propio Le Corbusier le había cerrado, tiempo atrás, con un breve y contundent­e “Aquí no bordamos cojines”.

Junto a Le Corbusier y su primo Pierre Jeanneret, Perriand desarrolló una prolífica e icónica década creativa. El alma libre e inquieta de Perriand la llevó a viajar a destinos muy diversos, desde Brasil a Nueva Guinea, Rusia y el Congo, entre otros. En 1940 llegó a Japón, donde permaneció un par de años. Allí nació su única hija, Pernette Perriand, quien, tras educarse como arquitecta de interiores (“aunque mi sueño de niña siempre fue ser bailarina”), trabajó como asistente de Charlotte codo con codo junto a ella los últimos veinte años de su vida. Ahora prepara una exposición sobre su madre que tendrá lugar en París el próximo año. Nos lo cuenta en el showroom de Mínim, en Barcelona. ¿Es difícil ser hija de quien es? Hay quien puede pensar que ser hija de una pionera y referente como fue mi madre hace más difícil el desarrollo de la propia identidad, pero lo cierto es que Charlotte fue alguien demasiado interesant­e como para no querer preservar su legado. Para mí no es ningún peso mantener su obra viva. ¿Cómo era Charlotte Perriand? Charlotte tenía un carácter y una personalid­ad muy fuertes y también podría decir sin exagerar ni un ápice que era extremadam­ente precisa en los detalles, no dejaba que se le escapara nada. La naturaleza, por la que sentía una gran pasión, mezclarse con otras culturas… de todo aprendía y por todo se interesaba. ¿Como madre era igual? Una de las cosas que solía decirme era que la curiosidad era indispensa­ble en la vida. Remarcaba la importanci­a de mantener l’oeil en éventeil (“La mirada atenta”). Ella me enseñó a mirar realmente, a ver más allá de lo que la gente suele ver. ¿Y cómo fue la relación de Charlotte Perriand con Le Corbusier? A Le Corbusier lo admiraba, pero eso no significab­a que quisiera diseñar como él. Pese a su innegable influencia en el modo que tenía de concebir la arquitectu­ra, mi madre tenía autonomía suficiente. De hecho fue por eso por lo que al conocer el trabajo de Charlotte, Le Corbusier le ofreció entrar en su atelier, pese a haberla rechazado en el pasado sin tan siquiera interesars­e por su valía. Al igual que el arquitecto francés, rechazaba el academicis­mo imperante en la época. Así es. Mi madre se sentía frustrada con los estudios que recibió en la École de l’Union Central des Arts Décoratifs y en la escuela Grand Chaumière. Para ella la funcionali­dad no estaba reñida con el minimalism­o, ni tan siquiera con la belleza artesanal, ¡al contrario! ¿Cuáles eran entonces sus fuentes de inspiració­n? Es muy curioso. Su inspiració­n nació completame­nte fuera de la escuela, de elementos tan insólitos como la maquinaria, desde un vagón de autobús a una bicicleta. Pensando siempre en un diseño más comprometi­do. Completame­nte. Es evidente que hizo diseños adaptándos­e a cada cliente, pero su carácter heterodoxo y reivindica­tivo la llevó a un diseño en aras de los nuevos tiempos y la voluntad de eliminar las clases sociales. Esto no sólo conllevó que trabajase para el gobierno del Frente Popular francés surgido de las elecciones de 1936, sino también que decidiese viajar hasta Rusia para comprender de primera mano el comunismo. Evidenteme­nte, regresó muy decepciona­da con el regimen de Stalin.

“AQUÍ NO BORDAMOS COJINES”, LE DIJO LE CORBUSIER AL CONOCERLA. DESPUÉS VERÍA SU ENORME TALENTO

¿Hasta qué punto la tradición oriental, especialme­nte la japonesa, influyó en los diseños de Charlotte Perriand? A mi madre le interesaba­n todas las culturas, sin distinción, y no hay duda de que le fascinó Japón, así como otras civilizaci­ones orientales. Ella había diseñado muebles ergonómico­s y funcionale­s en los que el cristal o el tubo de acero actuaban como protagonis­tas, pero tras sus viajes y su estancia forzada en Asia otros materiales orgánicos (el bambú, la madera…) tuvieron también cabida en sus creaciones. Y el trabajo de Perriand se enriqueció aún más… Sin duda. Todo de lo que allí se impregnó se ve, por ejemplo, en su propia reinterpre­tación de la chaise longue LC4: su primer diseño tenía una estructura de acero y, ya convertida en la Tokyo chaise longue, esta estructura la forman listones de bambú curvados. Lo cierto es que el trabajo de Charlotte no está repleto de influencia­s formales japonesas, pero algo de su filosofía zen sí se respira en la concepción del espacio, algo crucial hoy en día en ciudades con casas y apartament­os de espacio reducido. Para sus diseños parece no pasar el tiempo… Son atemporale­s, porque así los concebía ella. Mi madre era arquitecta, además de diseñadora, así que su objetivo primordial era dar solución a necesidade­s reales, y estas necesidade­s no caducan ni envejecen. Cada mueble tenía su razón de ser en función del espacio, por eso eran contemporá­neos y lo siguen siendo. Actualment­e Cassina tiene en exclusiva los derechos de producción de sus creaciones. Pese a que hoy en día puedan utilizarse nuevas tecnología­s para su fabricació­n, respetan hasta el más mínimo detalle del diseño original de mi madre. ¿Es ese amor por la naturaleza la semilla que daría pie al resort de alta montaña de Les Arcs? Mi madre era una enamorada de la naturaleza en sí misma, y de la montaña, en particular. Fotografia­ba piedras, árboles… todo le servía para inspirarse, todo podía ser un punto de partida para uno de sus trabajos. En este caso, Charlot- te se encontró ante el proyecto más importante, en el que pudo materializ­ar todo su conocimien­to sobre arquitectu­ra y naturaleza, y donde debía adaptarse y servirse de las caracterís­ticas del lugar, además de dotar a los espacios de funcionali­dad. Todo ello, por supuesto, respetando el entorno natural.

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 ??  ?? Líneas puras El aparador Riflesso demuestra la fuerte apuesta por los materiales y sus formas.
Líneas puras El aparador Riflesso demuestra la fuerte apuesta por los materiales y sus formas.
 ??  ?? Pasión por Vietnam La famosa sillaIndoc­hine.
Pasión por Vietnam La famosa sillaIndoc­hine.
 ??  ?? Sillón icónicoRea­lizado junto a Le Corbusier y Jeanneret.
Sillón icónicoRea­lizado junto a Le Corbusier y Jeanneret.
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Pasión colorista Mesas pétalo, perfectas para aprovechar elespacio.

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