La joya de la CORONA
LA PLACE VENDÔME, CON SUS EXCLUSIVAS JOYAS Y SU COLUMNA NAPOLEÓNICA, CONTINÚA DEMOSTRANDO QUE PARÍS Y EL LUJO MÁS EXQUISITO VAN SIEMPRE DE LA MANO. ABRIMOS LAS PUERTAS DEL ICÓNICO –Y RECIÉN RENOVADO– HÔTEL PARTICULIER
DE CHAUMET EN SU NÚMERO 12 PARA UNA VISITA QUE VALE SU PESO EN ORO
Hay direcciones que, más que remitirnos a un lugar geográfico concreto, nos trasladan de inmediato un concepto que se impone a cualquier otra consideración. Pocos ejemplos tan gráficos como el del 10 de Downing Street, que, antes de traernos la imagen mental de los ladrillos georgianos de la city of Westminster –e incluso su brillante puerta lacada en negro, enmarcada por sendas columnas palladianas–, nos hace pensar en la figura del Primer Ministro británico, jefe del gobierno de Su Majestad. Con el 12 de la Place Vendôme sucede algo parecido; significa Chaumet y, por extensión, alta joyería. Y también está emparentada con la realeza. La ‘maison’, fundada en 1780 por Marie-Étienne Nitot, que llegaría a ser el joyero oficial de Napoleón Bonaparte, fue la primera firma del sector en instalarse en la plaza, en 1812 (todavía no en la actual ubicación, sino en el número 15 de la misma, que hoy alberga el Hotel Ritz). Los hermanos Cartier no llegarían hasta 1898. Pero antes de trasladarse al hôtel particulier que Chaumet ocupa desde comienzos del
siglo pasado, lo habitarían, entre otros ilustres moradores, Frédéric Chopin, que terminaría su última mazurca en el salón que hoy lleva su nombre, y Eugenia de Montijo, a la que su vecino –y futuro marido– el pronto emperador Napoleón III ya cortejaba, regalándole joyas. De Chaumet, por supuesto.
El pasado mes de febrero, casi tres años después de que el grupo LVMH, propietario de Chaumet, decidiese –en paralelo al reposicionamiento de la marca– renovar su legendario quartier
général, se inauguraba un 12 Place Vendôme convertido en templo del virtuosismo artesano. “Teníamos que devolverle al edificio su brillo y su grandeza; una responsabilidad, un deber, que acompaña al privilegio de una localización tan excepcional como esta. Luis XIV ordenó la construcción de la plaza, Jules Hardouin-Mansart diseñó sus fachadas y Napoleón I levantó la columna para conmemorar su victoria en Austerlitz… Es cierto que tal enumeración de per
sonajes y hechos históricos podría resultar intimidante, pero el destino de Chaumet ha estado siempre íntimamente ligado a la historia de Francia, y la maison lleva aquí desde comienzos del siglo XIX. Se trataba, sobre todo, de una cuestión de respeto”. Jean-Marc Mansvelt, CEO de Chaumet, es un hombre afable y locuaz que demuestra la máxima de Stendhal de que no hay uniones más legítimas y felices que las forjadas por una auténtica pasión; y la suya por Chaumet brilla en sus ojos. El proyecto debía recrear el espíritu tradicional de un hôtel particulier –un lugar para recibir–, grandioso, pero sin abrumar, poniéndolo al día. Para ello, la responsable de llevarlo a cabo, Patricia Grosdemange, directora de Arquitectura y diseño de LVMH, recurrió a algunos de los mejores artesanos de la capital francesa, como el Atelier l’Étoile para los bajorrelieves con motivos vegetales de las paredes o el taller de Alain Ellouz por su espectacular trabajo con el alabastro.
“Entre estas paredes –continúa Mansvelt–, pasado y presente se unen para ofrecer a nuestros clientes y visitantes una experiencia absolutamente única. Atravesamos sus distintos ambientes –en los que el patrimonio histórico se ha preservado escrupulosamente, pero que también hemos rediseñado para que tengan pleno sentido hoy–, y son espacios cargados de emociones. Aquí, donde se ha escrito buena parte de su riquísima historia, se siente el latido del corazón de Chaumet. Ahora más que nunca”.
“TENÍAMOS QUE DEVOLVERLE SU BRILLO Y SU GRANDEZA; UNA RESPONSABILIDAD, UN DEBER, QUE ACOMPAÑA AL PRIVILEGIO DE UNA LOCALIZACIÓN TAN EXCEPCIONAL”