La medicina que necesita la economía
En «Infierno», uno de los superventas de Dan Brown, se dice que «el miedo se propaga al doble de velocidad que cualquier virus». Así parece ser lo que se está viviendo con el Covid-19. El comportamiento ante una situación de este tipo es tratar de obtener tanta información como sea posible, ordenarla y valorarla para adoptar acciones. Lo hacen los gobiernos y los ciudadanos. Pero la pregunta es qué información es la más fiable y qué cuestiones no tienen aún respuesta. Porque donde faltan las respuestas puede haber incertidumbre adicional y es necesario evaluar cuánto riesgo supone eso. Si los mercados encadenan desplomes es preciso delimitar cuánto están adelantando de una crisis sanitaria y económica y de su duración. Ambos parámetros inciertos.
Desde una perspectiva estrictamente económica, ha habido tres hechos que me han llamado la atención de forma particular hasta el momento. El primero, cuando el virus llegó a Italia y lo hizo de una forma contundente, paralizando uno de los entornos industriales más ricos de Europa en cuestión de días. Fue una señal de alarma para todos, parecida a la que supone Corea del Sur (también sensiblemente afectada) para el mundo tecnológico. El segundo, la decisión de la Reserva Federal (Fed) -comunicada de una manera lejos de ser óptima- de bajar los tipos de interés medio punto. Lo que los economistas llamamos «sorpresa monetaria» es una acción del banco central para administrar un shock positivo a la economía. Como la adrenalina para un caso grave de alergia. El tercero, esta crisis (de mayor o menor amplitud temporal) produce además episodios de desestabilización colateral graves, como el sucedido entre Arabia Saudí y Rusia en una disputa energética que hundió el mercado del crudo.
No parece muy conveniente en el contexto actual aumentar la presión fiscal y, sin embargo, se están prodigando algunos anuncios en este sentido
En perspectiva histórica y con la vara de medir monetaria actual la decisión de la Fed fue bastante excepcional. Sin embargo, la reacción de los mercados fue la contraria a la que precisamente debió pensar la autoridad monetaria estadounidense. Los índices cayeron. Seguramente porque el contenido informativo de la sorpresa fue cambiar las expectativas aún más a la baja. Caben otras interpretaciones y casi ninguna resulta alentadora. Por ejemplo, que los bancos centrales ya no confían en ninguna otra referencia que no sean ellos para actuar. Tal vez, precisamente, porque los gobiernos van muy por detrás de la curva. La administración americana dice «no estar preocupada». Alemania y Francia tienen más cautela que acción. Italia sí que ha reaccionado y asume importantes costes a corto plazo para evitar males mayores. UrJH OD FRRUGLQDFLyQ ÀVFDO HQ (XURSD HQ WUHV dimensiones: i) un gasto sanitario y de prevención social considerable; ii) la suaviza
ción transitoria de los límites de déficit y deuda; iii) la coherencia en las medidas entre países, entre otras cosas las relativas a movilidad de personas.
Coger el virus siempre es una mala noticia, pero mucho peor es que lo coja demasiada gente a la vez si los hospitales no dan abasto. Este virus paraliza más la actividad que mata. Para prevenirlo, hay que tomar medidas de aislamiento preventivas que también paralizan. Esta parálisis «al cuadrado» es la que está llevando a algunos analistas a pensar que podría haber una recesión sincronizada en Europa, Estados Unidos y China, lo que podría llevar el crecimiento del PIB global en el primer trimestre a mínimos históricos.
La respuesta ante esta situación tiene que ser ÀVFDO &LHUWR HV TXH KD\ UHVWULFFLRQHV SUHVX puestarias pero no nos queda otra que dejar la austeridad para más tarde (sin olvidarla) y paliar los problemas de paraplejia que acogotan a varios sectores clave como el turismo o la aviación comercial. No se trata de gastar por gastar sino de socorrer las industrias donde hay viabilidad a largo plazo, pero sigue la angustia a corto plazo.
Lo menos costoso (aunque también lo es) son las medidas preventivas. Por eso, el caso español ha llamado hasta ahora la atención. Aunque se han vertido alabanzas hacia la gestión que se está haciendo desde el punto de vista sanitario, otros creen que las medidas se estaban o están quedando cortas. Ya se han tomado las primeras decisiones drásticas en nuestro país. No obstante, me atrevo a apostar que en los aproximadamente tres días que transcurren desde que entrego este artículo hasta que se publique, la visión sobre la gestión del Covid-19 en España se habrá vuelto todavía más crítica. Sabemos que la dinámica de propagación, aun con algunas medidas preventivas, son aumentos de casos muy importantes en plazos cortos de tiempo y adoptar más decisiones más drásticas parece ser la solución. El giro de la curva ya ha llegado y son absolutamente necesarias.
En España además hay que redoblar la acción, preventiva y proactiva, de modo contundente y en coordinación con la Unión Europea y el resto de países afectados. En materia económica también. Pero con mensajes claros. Por ejemplo, no parece muy conveniente en el contexto actual en el que ya hay bastante contención de gasto por miedo e incertidumbre, HV DXPHQWDU OD SUHVLyQ ÀVFDO \ VLQ HPEDUJR se están prodigando algunos anuncios en ese sentido. Hay que actuar con realismo ante esta crisis. Así se está empezando a hacer en otras jurisdicciones. No sabemos aún cuánto estará este virus con nosotros, pero si está no conviene que sea de forma muy presente en un espacio temporal muy concentrado.
Si los mercados se desploman hay que delimitar cuánto están adelantando de una crisis sanitaria y económica y de su duración