3M. La única compañía que vio venir la crisis
Andrew Rehder, gerente de la fábrica de mascarillas respiratorias de 3M en Aberdeen, Dakota del Sur, recibió una llamada de las oficinas centrales el pasado martes 21 de enero. Se reunió con unos 20 gerentes y supervisores en una sala de conferencias, donde se sentaron despreocupados a menos de un metro de distancia los unos de los otros. Rehder les informó de que un nuevo virus se estaba expandiendo con rapidez por China y que 3M esperaba que la demanda de equipos de protección se disparase.
La producción de mascarillas de respiración ya se había incrementado de manera significativa en la fábrica de Aberdeen como respuesta a la demanda de las primeras patrullas de extinción de los incendios incontrolados de Australia y de la erupción de un volcán en Filipinas. Rehder comunicó a sus trabajadores que, a partir de ahora, Aberdeen comenzaría la fase de «capacidad extraordinaria». Se activaría la maquinaria parada instalada precisamente para este fin y gran parte de los
650 trabajadores de la planta comenzarían a hacer horas extras de inmediato. «Sabíamos que no se trataba de una situación puntual que fuese a durar tan solo dos semanas, teníamos la certeza de que se alargaría», declara Rehder. «Pero no tenía ni idea».
Ha llegado el momento clave para 3M, el momento para el que el gigante manufacturero de Minnesota, con 118 años de historia, creador de los Post-its, la cinta adhesiva Scotch, las pantallas táctiles y un sinfín de productos, se lleva preparando desde hace casi dos décadas. Tras la epidemia de SARS de 2002-03, en 3M se dieron cuenta de que no disponían de los equipos necesarios para hacer frente a picos de demanda inesperados en caso de crisis, lo que denominan «factor X» y, en consecuencia, decidieron generar capacidad de respuesta en sus fábricas de mascarillas de todo el mundo.
Con el paso de los años y con la aparición de factores X como el pánico causado por el
3M se enfrenta a la crisis para la que se ha estado preparando
ébola y el virus de la gripe A (H1N1), que originaron picos repentinos de demanda, la compañía ha ido puliendo sus procesos de respuesta ante emergencias. Cuando la demanda de mascarillas para hacer frente al coronavirus aumentó a nivel mundial, en 3M estaban preparados.
Lucha por conseguir respiradores
En todo el mundo estamos asistiendo a luchas por conseguir respiradores, kits de prueba de Covid-19, lejía y papel higiénico. Sin embargo, prácticamente no hay ningún producto que sea tan escaso y vital para hacer frente a esta emergencia sanitaria como las mascarillas N95 que fabrican 3M, Honeywell, Medicom y algunas empresas más. Sin mascarillas, aumentan los riesgos de contagio de médicos, enfermeros y otros profesionales sanitarios.
En China, donde se originó el coronavirus, se registra la mitad de la producción mundial de mascarillas. A medida que el brote se expandía, el Gobierno chino frenó las exportaciones de mascarillas y solicitó a todos los fabricantes del país, 3M incluido, que incrementasen su producción. La escasez comenzó a expandirse a medida que iban apareciendo casos de Covid-19 en Asia, Europa y los Estados Unidos, por lo que los profesionales sanitarios se ven obligados a reutilizar mascarillas usadas y confeccionar sucedáneos de mascarillas con material de manualidades. En los Estados Unidos, los estados pujan entre sí por mascarillas con precios 10 veces superiores a los habituales, que rondan los 60-80 centavos la unidad.
3M no puede ser la solución de manera individual, pero promete jugar un papel determinante. En dos meses, la compañía ha duplicado su producción mundial de mascarillas N95 hasta cerca de 100 millones mensuales y se plantea invertir en nuevos equipos para incrementar la producción anual de mascarillas hasta los 2.000 millones en 12 meses. El pasado 22 de marzo, el director ejecutivo, Mike Roman, declaró en las noticias que 3M había enviado 500.000 mas
carillas a Seattle y Nueva York y que también había incrementado la producción de higienizantes de manos y desinfectantes. Dos días después, Roman reveló que 3M trabajaría junto con Ford Motor para producir equipos de respiración a batería para purificar el aire, dispositivos que se colocan en la cintura para introducir aire en cascos y pantallas. Honeywell también ha incrementado su producción de N95 y ha anunciado la contratación de, al menos, medio centenar de trabajadores para ampliar su capacidad en una fábrica en Rhode Island.
Aunque se han vaciado las empresas de todo el mundo, más de la mitad de los 96.000 trabajadores de 3M continúan yendo a trabajar a las fábricas y almacenes. «Está siendo increíble», afirma Rehder, que acude a la planta de Aberdeen los siete días de la semana, en la que se ha colocado cinta amarilla en el suelo para evitar que los trabajadores sobrepasen la barrera de contagio imaginaria de 1 metro. «La gente se siente muy orgullosa de trabajar en una empresa que fabrica equipos de respiración, en especial en un momento como este».
Plinio el Viejo escribió en la antigua Roma acerca de los mineros de azufre que utilizaban vejigas de animales a modo de primeras mascarillas y, siglos más tarde, Leonardo
da Vinci ideó una máscara que los soldados podían utilizar para protegerse contra el polvo venenoso que arrojaban a sus enemigos. A lo largo de los años, las máscaras han evolucionado para proteger contra el humo, la contaminación, el polvo del carbón o las fibras de amianto. Durante la pandemia de gripe de 1918, los reguladores sanitarios de San Francisco recomendaron a la población usar mascarillas en lugares públicos. La mascarilla N95 recibe ese nombre puesto que, si se utiliza de manera adecuada, bloquea, al menos, el 95 por ciento de las partículas presentes en el aire, de forma que evita que entren en la boca y nariz del usuario, al mismo tiempo que permite la respiración a través de su estructura de poros microscópicos. Este diseño protege al usuario de los peligros sanitarios o de otro tipo; las mascarillas quirúrgicas, más endebles y sueltas, tienen por objeto evitar que el usuario infecte a terceros a través del moco, sangre o saliva expulsada.
Aparece el coronavirus
Los fabricantes de equipos de respiración de China habían cerrado, en gran medida, con motivo de la celebración del Año Nuevo chino cuando el coronavirus comenzó a aparecer en los titulares, lo que hizo que el sumi
nistro de mascarillas se redujera justo cuando la demanda estaba a punto de dispararse.
El equipo de cadena de suministro de 3M pronto se dio cuenta de esta situación. «Realizamos un seguimiento constante de nuestra demanda», declara Charles Avery, director de la cadena de valor global del departamento de seguridad del personal de 3M. «Sabíamos que podíamos estar ante un factor X». McCullough, que lleva trabajando en protección respiratoria gran parte de los 23 años que lleva en 3M, comenzó a preocuparse cuando vio que en Singapur y otros países adoptaban medidas de precaución incluso antes de tener casos numerosos. «Empezamos a darnos cuenta de la rapidez del contagio», afirma.
3M contaba con otra ventaja: a diferencia de un gran número de empresas, que han trasladado su producción a países de bajo coste, 3M obtiene los materiales de sus mascarillas de puntos cercanos a sus plantas de montaje y abastece a clientes en un radio cercano. «Fabricamos mascarillas en China para el mercado chino, y fabricamos mascarillas en Corea para un segmento poco superior al mercado coreano», afirma Roman. Desde todas las fábricas se pueden enviar mascarillas a cualquier parte del mundo, lo que resulta de gran importancia en una pandemia, pero en el día a día, no dependen de vendedores de otras ubicaciones ni de aranceles o cupos de exportación.
En Estados Unidos, la planta de Aberdeen, una ciudad de 28.000 habitantes, se construyó en 1974. Esta fábrica y su hermana en Omaha (Nebraska), son responsables de la fabricación de 400 millones de mascarillas de múltiples tipos todos los años. El
«Básicamente, estábamos en el punto en el que necesitábamos poner en marcha toda la máquinaria. Sucedió casi instantáneamente»
año que viene producirán muchas más.
Cuando Rehder recibió aquella llamada de sus superiores el pasado mes de enero, afirma que «básicamente, nos encontrábamos en un punto en el que teníamos que poner en marcha toda la maquinaria. Sucedió prácticamente de forma instantánea. Así es como funciona esta fábrica». La fábrica enseguida organizó una bolsa de trabajo a nivel externo y online. Los trabajadores contratados debían completar un proceso de formación y someterse a un reconocimiento médico antes de empezar a trabajar. La plantilla actual asciende a más de 700 personas.
Rehder también ha llevado nuevos equipos para construir líneas de montaje adicionales. Los componentes de las mascarillas se consiguen fácilmente, dado que la gran mayoría de ellos, incluso los filtros, se fabrican dentro de la propia empresa. Las líneas de montaje de copas, filtros, clips y espuma nasales disponen de robots y otros sistemas de automatización, mientras que los humanos suelen dedicarse al empaquetado u otras tareas que permiten mantener la distancia social de manera más sencilla. Según Rehder, hasta ahora no ha enfermado ningún trabajador. En casa, su mujer ha sido paciente, aunque bromea: «Cuando nos sentamos para ver una película y, entre medias, recibo unas seis llamadas, no me libro de alguna que otra miradita».
Los Rolls-Royce de las mascarillas
Tamer Abdouni es un consultor afincado en Beirut que facilita el comercio de mascarillas de 3M, entre otros productos. Suele comprarlas por 1,25 dólares la unidad y
las revende por diez centavos más; sin embargo, en las últimas semanas, el mejor precio de compra que ha encontrado es de 7,25 dólares. Incluso si estuviese dispuesto a comprar a ese precio, afirma, vender mascarillas a precios que multiplican su valor normal durante una pandemia afectaría a su reputación.
«3M fabrica los Rolls-Royce de las mascarillas», afirma Abdouni. «La gente está haciendo acopio de mascarillas y esperan a que se incremente su valor para venderlas. No sé dónde ha quedado la ética. Estamos en una guerra del coronavirus y yo no quiero tener nada que ver».
En Estados Unidos se han incrementado también los precios de los equipos de protección personal, dando lugar a un mercado funesto. No está claro si algunos distribuidores se están guardando las mascarillas a medida que aumenta la demanda, pero los estados reclaman a gritos todas las mascarillas que puedan conseguir y se ven obligados a competir entre sí para obtenerlas. El gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, declaró el pasado 23 de marzo que las mascarillas que suele comprar el estado han pasado de costar 85 centavos a 7 dólares.
Desde 3M afirman que no han incrementado el precio de sus mascarillas, pero que no pueden controlar lo que sucede una vez que venden sus productos a los distribuidores. El 24 de marzo, Roman escribió al fiscal general de Estados Unidos, William Barr, para ofrecer la ayuda de 3M para erradicar la falsificación de dispositivos médicos y la especulación de los precios.
Las ventas se duplicarán
En un entorno de demanda en alza, las ventas de mascarillas de 3M podrían llegar a duplicarse este año, alcanzando los 600 millones, según Nicholas Heymann, analista de William Blair & Co. A pesar de sus ingresos anuales de 32.000 millones, a la compañía no le viene nada mal este aumento de la demanda. 3M ha frustrado a Wall Street en el último año con la reducción de sus previsiones de beneficios, las fuertes caídas en los mercados clave y los miles de despidos. El brote de coronavirus sigue suponiendo una amenaza para la cadena de suministro y para la economía en general y, en última instancia, podría «hacer más difícil para 3M atender la demanda de sus clientes», reconoció la compañía el pasado 25 de marzo. Asimismo, se enfrenta a posibles deudas de hasta 10.000 millones de dólares, según las estimaciones de analistas, por su uso de sustancias perfluoroalquiladas (PFAS) en el pasado, un grupo de productos químicos que se asocia con el cáncer. Las acciones de 3M se desplomaron el año pasado, incluso en un entorno de mercado en alza.
En Aberdeen, Rehder tiene asuntos más urgentes de los que preocuparse. «Creo que, a medida que hemos ido viendo cómo iba cambiando la situación a nivel mundial, ha aumentado nuestra responsabilidad de cara a garantizar que cada día y cada minuto fabriquemos el máximo volumen de mascarillas posible».