Inversión

Comprar y vender activos desde el salón de casa

- Beatriz Triper

El examen sorpresa de digitaliza­ción provocado por el Covid-19 ha obligado a que gestores de activos, asesores financiero­s y brokers hayan cambiado sus despachos por el cuarto de estar o el salón. Se trabaja más horas pero se concilia mejor y el wifi doméstico propina algún que otro susto. Pero, ¿hay fisuras en la seguridad de las operacione­s?

Casi de golpe y sin previo aviso, los edificios de cristal y rascacielo­s de las grandes urbes han quedado desiertos. Las explanadas de centros empresaria­les, que hace apenas un mes eran un hervidero de profesiona­les pegados a un teléfono móvil mientras comían un sandwich o tomaban un café en vaso de cartón, a día de hoy sólo acumulan silencio.

La crisis del coronaviru­s ha provocado una disrupción en el mercado laboral. Gestores de activos, asesores financiero­s o profesiona­les bancarios han cambiado el blanco e impoluto de su espacio en el open office por la mesa de madera de color wengué del salón. En algunos casos, la cocina sirve de centro de operacione­s. «Es otro ritmo de trabajo. Las horas productiva­s aumentan pero la productivi­dad por hora es menor», explica Borja Ribera, profesor de Bolsa en el EAE Business School y asesor financiero en GVC Gaesco.

La situación de excepciona­lidad por la que atraviesa el mundo ha dado un empujón definitivo a una nueva forma trabajar que, pese a la cada vez mayor digitaliza­ción de la economía, en España apenas tenía recorrido. Aunque el teletrabaj­o está regulado en el artículo 13 del Estatuto de los trabajador­es, según Eurostat, sólo en 4,3 por ciento de los trabajador­es emplearían esta fórmula -entre los más bajos de la Unión Europea, donde la media es del 5,2 por ciento-.

Sin embargo, el confinamie­nto obligado ha disparado este dato por encima del 90 por ciento en apenas quince días. Especialme­nte en actividade­s que se desarrolla­n en sectores profesiona­les no industrial­es, como puede ser el financiero o la formación. «La crisis del coronaviru­s ha dinamitado este escenario: apenas se habla de cambio climático y el teletrabaj­o ha pasado de ser una recomendac­ión a una imposición», constata Javier Esteban, consultor independie­nte especializ­ado en tendencias de mercado laboral y digitaliza­ción.

Obligación moral y necesaria que ha hecho que los routers y wifi domésticos estén funcionand­o a un rendimient­o del 100 por ciento casi las 24 horas del día y que ha sido más sencilla para sectores como el financiero, entre otras cosas por los planes de contingenc­ia exigidos por los organismos supervisor­es. «Desde nuestros portátiles nos conectamos a una VPN (Red Privada Virtual, por sus siglas en inglés), lo que me permite acceder a todo lo que tengo configurad­o en mi ordenador y ejecutar órdenes de compra o venta de activos», explica Ribera.

Escenario que coincide con el que explica Miguel Jaureguiza­r, director de desarrollo digital de Renta 4. «En nuestro caso estamos superando con nota el examen sorpresa de digitaliza­ción. Toda la operativa está funcionand­o extremadam­ente bien y la adaptación ha sido muy ágil. En tres días hemos conseguido funcionar al 100 por ciento».

Cibersegur­idad

Aunque la cuasi normalidad impera en el día a día, ¿qué ocurre con la seguridad de las operacione­s? ¿Es la misma que la de los cuartos de servidores de los centros de trabajo? «Las funciones administra­tivas y financiera­s y la protección de datos son el punto débil del trabajo en los entornos digitales», afirma Esteban.

Es en esto último donde pone el acento Miguel Ángel Bernal, economista y profesor de la Fundación de Estudios Financiero­s. «Las fisuras se encuentran en el router de casa», asegura. «Los riesgos no están en las operacione­s en sí, sino en el robo de datos. No olvidemos que éstos son el petróleo del siglo XXI y los hackers aprovechan cualquier debilidad para hacerse con ellos. A día de hoy, ningún operador garantiza una seguridad al 100 por ciento en los equipos domésticos».

Precisamen­te al hilo del incremento del 70 por ciento de ciberataqu­es que han surgido aprovechan­do el Covid-19, desde el área de seguridad de KPMG explican que «es esencial» que las empresas -especialme­nte las que operan dentro del sector financiero­hagan «especial hincapié» en dos materias,

«la cibersegur­idad y detección de fraudes» que pueden verse afectados a consecuenc­ia del «teletrabaj­o masivo, la falta de recursos disponible­s e incluso la inoperativ­idad de los sistemas de control interno (automático­s o manuales)». A este respecto, Marc Martínez, el socio responsabl­e de Cibersegur­idad de la consultora en España, señala en un comunicado que «el ‘randsomewa­re’ continúa siendo una de las principale­s amenazas a las que se enfrentan las organizaci­ones. La situación actual les ha obligado a instalar o incrementa­r sus capacidade­s de conexión remota por VPN para sus trabajador­es, lo que está siendo aprovechad­o por cibercrimi­nales para realizar ataques directamen­te contra este tipo de dispositiv­os desde Internet».

Sin embargo, Jaureguiza­r, explica que en el caso de Renta 4 los niveles de protección ante los ciberataqu­es, «se mantienen exactament­e igual. No ha cambiado nada. En esto ha influido que nuestro nivel de digitaliza­ción era ya superior al 90 por ciento. Muchos de nuestros clientes ya operaban a distancia. Además desde la entrada en vigor de la autenticac­ión reforzada con la normativa PS2 la seguridad es mucho más elevada».

La confianza de los inversores

Aunque nadie puede asegurar el riesgo cero, Bernal lanza un mensaje de tranquilid­ad. El economista recuerda que los organismos supervisor­es, como el Banco de España o la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) «velan por la seguridad de las operacione­s de compra y venta de activos» y disponen de mecanismos que garantizan que el riesgo operaciona­l sea prácticame­nte nulo.

De hecho, el economista asegura que en el momento actual los inversores «están más preocupado­s por la volatilida­d que por cosas accesorias. Por tanto, las posibles fisuras que se puedan producir en materia de cibersegur­idad no están afectando a las decisiones de compra o venta de activos».

Por otra parte, y prueba del interés que está despertand­o este mercado, es el crecimient­o de las inversione­s. A la espera de conocer los datos correspond­ientes a 2019, según un informe de Strategic Cyber Ventures, los fondos de capital riesgo invirtiero­n 5.300 millones de dólares en empresas de cibersegur­idad (un 20 por ciento más que el ejercicio precedente) y todo apunta que este año se superará con creces esta cantidad. En España uno de los ejemplos recientes es la entrada de Repsol Corporate Venturing en Cardumen Capital, especializ­ado en invertir en startups tecnológic­as de Israel y que centra su inversión en digitaliza­ción, cibersegur­idad y fiabilidad de operacione­s a través de inteligenc­ia artificial, entre otras tecnología­s.

Ensayo general

Si de algo está sirviendo la crisis sanitaria que se vive a nivel global es de ensayo general para lo que será el mercado laboral financiero y bancario del futuro. Muy revelador es el informe de Santander Corporate & Investment Banking que advierte de un potencial cierre de sucursales bancarias de un 50 por ciento en España para los próximos años. Es decir, de las poco más de 24.000 censadas el pasado año quedarían apenas unas 12.000. El documento se elaboró meses antes de que estallase la crisis del Covid-19 que, para los analistas, será el

Una vez se blinde la seguridad el sector financiero acabará teletrabaj­ando

espaldaraz­o definitivo hacia el trabajo en remoto dentro del sector.

«Estamos en un estado de shock que en un primer momento puede generar cierto rechazo tanto para los propios profesiona­les como para los inversores, pero si lo pensamos fríamente la mayor parte de los clientes operan ya vía web», detalla el asesor financiero de GVC Gaesco. Tendencia que será cada vez mayor toda vez se incorporen las generacion­es milenial y centenial al mercado.

Antes de eso, lo que es una realidad es que desde que estallase la crisis sanitaria los canales telemático­s y telefónico­s de los operadores del sector financiero se están reforzando. «La demanda ha autolimita­do las operacione­s presencial­es y se está acostumbra­ndo a operar vía internet. Estamos atravesand­o una gran puerta que si se cruza con éxito será definitiva», señala Bernal, quien asegura que «en el momento en el que la seguridad está blindada» el futuro del sector financiero está «indudablem­ente» en el teletrabaj­o.

Jaureguiza­r se suma a esta opinión y considera que tras esta experienci­a los niveles de teletrabaj­o en el sector financiero «aumentarán espectacul­armente», lo cual «en ningún caso redundará en una caída de la productivi­dad. Todo lo contrario, mejorará en virtud de las mayores facilidade­s para conciliar».

Aún así, Ribera tiene claro que «no todo será digital. Aunque prevalezca el teletrabaj­o los clientes siempre van a querer ver una cara».

El sobreesfue­rzo de concentrar­se y desconecta­r

El pasado 13 de marzo el sector financiero redujo los servicios presencial­es al mínimo indispensa­ble desde el momento en el que estalló la crisis. En GVC Gaesco, de las 200 personas que acuden diariament­e a sus oficinas ahora apenas lo hacen seis. Otro ejemplo es el de la Bolsa de Madrid, que el pasado 20 de marzo cerraba a cal y canto sus puertas, limitando el acceso a «empleados críticos», es decir, los que garantizan la continuida­d de las operacione­s bursátiles.

Entre las diferencia­s que destacan las fuentes consultada­s, la «falta de concentrac­ión» es una de ellas. Todos coinciden en que aunque el teletrabaj­o favorece la conciliaci­ón, la realidad es que tener a los niños, la mascota e incluso la lavadora o la nevera cerca «distraen». No obstante, «todos nos vamos disciplina­ndo según pasan los días», afirma Ribera.

A ello se añade el reto de la desconexió­n, que se ha disipado. «Aunque de manera diferente, estamos más pendientes del ordenador, de las informacio­nes que llegan a todas horas. Atendemos operacione­s fuera de los horarios habituales. En un futuro inmediato es necesario regular estos aspectos y crear una nueva conciencia, tanto entre los clientes como entre los propios trabajador­es», detalla Ribera.

El director de desarrollo digital de Renta 4, por su parte, señala que «el nivel de concentrac­ión es más exigente porque hemos pasado del presencial­ismo a la televida, pero el grado de compromiso está siendo espectacul­ar». Además, «somos muy cuidadosos con los horarios de trabajo».

El router doméstico es el punto débil para el trabajo en remoto

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Borja Ribera, profesor de Bolsa en el EAE Business School y asesor financiero en GVC Gaesco, opera desde el salón de su casa
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Miguel Jaureguiza­r, director de desarrollo digital de Renta 4.
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El economista y profesor Miguel Ángel Bernal.

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