El New Deal como inspiración para superar el coronavirus
No se sabe hasta dónde llegará el destrozo humano, social y económico desatado por el coronavirus. Pero, con seguridad, serán imprescindibles nuevas estrategias para atajar la enfermedad y paliar sus consecuencias. Las respuestas residen en la investigación médica y la innovación para doblegar el virus. Y en las ciencias sociales, particularmente la economía y la política, para adoptar decisiones valientes que ayuden a recuperar el empleo y la actividad productiva.
La severidad de la pandemia no tiene paralelos en la historia. A medida que avanza, se acentúa la parálisis de todo el planeta. Es una mezcla endiablada de la de ‘gripe española’ de 1918, que dejó 60 millones de muertos, y del ‘crash’ de octubre de 1929, desencadenante de la Gran Depresión. «La historia no se repite, pero rima», dijo Mark Twain. El pasado puede ofrecer ejemplos. ¿Qué funcionó entonces y qué conviene evitar?
En las últimas semanas se ha evocado con frecuencia la figura de Franklin Delano Roosevelt (FDR), presidente de Estados Unidos entre 1933 y 1945. Se le atribuye el mérito de haber sacado a su país de la Gran Depresión y contribuir decisivamente a la derrota de las potencias del Eje durante la II Guerra Mundial. Junto a las medidas tomadas a lo largo de su mandato, FDR supo inspirar confianza a la ciudadanía. La combinación de liderazgo, empatía con la población -las ‘charlas junto a la chimenea’ radiadas a todo el país- y la aplicación de ideas innovadoras a una escala hasta entonces desconocida fueron decisivas en aquella coyuntura histórica. El New Deal, con sus aciertos y errores, puede servir de inspiración para superar el enorme golpe que ha recibido nuestro modo de vida.
La anterior implosión global
La Gran Depresión se prolongó durante toda una década. En los 18 meses posteriores al ‘Martes Negro’ de 1929, el PIB mundial cayó un 15 por ciento. Roosevelt llegó a la Casa Blanca en marzo de 1933 en alas de una abultada victoria electoral. La anterior administración republicana había fracasado en mitigar la situación. El derrumbe de la bolsa y el colapso financiero consiguiente hundieron la economía. Cuando FDR juró su cargo, el desempleo en EE.UU. rondaba el 25 por ciento, sin ninguna protección social, y la producción total del país se había desplomado un 50 por ciento.
El impacto de esa catástrofe se extendió por el mundo y se cebó en Alemania, debilitada por las reparaciones punitivas impuestas por el Tratado de Versalles. El retorno al proteccionismo -la ley Smoot-Hawley, impulsada por Herbert Hoover, predecesor de Roosevelt, en 1932- liquidó las exportaciones germanas y su acceso a divisas. Entre 1929 y 1933 el desempleo se triplicó hasta los seis millones de parados. El paro, la pobreza y el caos político allanaron el camino hasta la cancillería de Adolf Hitler en enero de 1933. Un año después se proclamó Führer y lanzó al país al militarismo. El resto de la historia es conocida. La II Guerra Mundial acabó con 85 millones de muertos, entre tropas, población civil en los países beligerantes y victimas de hambrunas y epidemias.
Las grandes crisis globales siempre tienen efectos que exceden del ámbito de la economía. El mundo entero cambió radicalmente entre 1929 y 1945. Algunos cambios fueron positivos: los avances de la ciencia y la tecnología; la extensión (en Occidente) de lo público para proporcionar acceso a la educación, a la salud y a la protección social; el multilateralismo y las relaciones internacionales basadas en reglas facilitaron un largo periodo de progreso. Pero, al tiempo, dividieron el mundo en bloques y prolongaron durante 45 años la existencia de regímenes totalitarios como el soviético y la España de Franco.
Las medidas a las que obligará el Covid-19 presentan dilemas entre salud y
Estamos ante una mezcla endiablada de la ‘gripe española’ de 1918 y del ‘crash’ de octubre de 1929
prosperidad; entre libertad y seguridad. Comienza un periodo desconocido de estrés financiero y fiscal, un realineamiento de los equilibrios geoestratégicos y un cuestionamiento letal a los valores demo-liberales a favor del populismo autoritario. La pandemia se cobró su primera democracia en Hungría cuando su parlamento entregó un poder ilimitado al ‘iliberal’ Victor Orban.
Las lecciones de New Deal
Al llegar a la Casa Blanca, FDR impulsó un ambicioso programa de intervención. En su primer discurso a la nación pronunció una frase histórica que infundió esperanza a la ciudadanía: «Solo debemos temer al miedo mismo». El nuevo presidente no dudó en aprovechar su enorme popularidad para aplicar soluciones radicales. En los primeros 100 días de su mandato se aprobaron 13 leyes y decretos presidenciales de importancia capital. Comenzó por cerrar los bancos durante una semana y abrir después solo los solventes, asegurando la garantía federal de los depósitos. El dinero regresó rápidamente al sistema.
Poco después, puso el dólar en ‘free-float’ y permitió que la Reserva Federal inyectara grandes sumas a la economía. El índice industrial norteamericano tocaba mínimos históricos en marzo de 1933; en julio había crecido un 57 por ciento gracias a la recuperación de la confianza y a una política monetaria y fiscal expansiva. El Gobierno fijó cuotas para atajar la sobreproducción agrícola que había deprimido los precios y llevado la ruina a las zonas rurales. Añadió una batería de iniciativas para modernizar los métodos
Las grandes crisis globales siempre tienen efectos que exceden el ámbito de la economía
de cultivo y ayudó a los agricultores más amenazados a afrontar deudas e hipotecas. El conjunto de las medidas monetarias, fiscales y de control gubernamental ayudaron a que la producción aumentara un 25 por ciento en los tres años siguientes.
La administración creó también organismos y programas destinados a generar empleo en proyectos públicos (infraestructuras, construcción de colegios y hospitales, conservación de espacios naturales). Roosevelt era conservador en materia fiscal. Sin embargo, permitió que se estableciera un sistema dual -un presupuesto ordinario y otro de emergenciamediante el que aumentó el gasto público sin reparar en el déficit. Los arquitectos intelectuales del New Deal siempre negaron
inspirarse en John Maynard Keynes, pero gran parte de sus políticas fueron keynesianas. No todo funcionó. De hecho, el empleo no se recuperó hasta que la II Guerra Mundial generó una inmensa industria militar y una insaciable demanda de mano de obra, entre ella a millones de mujeres.
A lo largo de los siguientes años, el New Deal dio origen a instituciones que perviven hasta nuestros días: el organismo de garantía de depósitos (FDIC); la Administración de la Seguridad Social, que instituyó pensiones y un seguro de desempleo; la regulación y supervisión de los mercados (SEC); una ley laboral pactada con las empresas que fomentó la afiliación sindical, y la Ley Glass-Steagal (GSA), que obligó a separar la banca comercial de
la de inversión. La supresión de esta legislación en 1999 fue una de las causas que precipitaron en colapso del sistema financiero en 2008.
El New Deal inspiró el concepto de estado del bienestar. Implantó una sucesión de reformas de corte social e impulsó la negociación colectiva. Paralelamente, apoyó decididamente a las empresas y el desarrollo productivo. Tuvo su coste. En 1940, Estados Unidos había recortado su ejército hasta un tamaño similar al de la Rumanía de la época. Al final de la II Guerra Mundial, 16 millones de norteamericanos habían vestido un uniforme. Las ayudas a los soldados que regresaban del frente, el ’GI Bill’ de 1944, facilitó hipotecas, subsidios y créditos para emprender negocios y explotaciones agrícolas. La ley contribuyó a prolongar el boom económico de la guerra y evitar una nueva ola de paro y descontento social. El acceso a la educación, especialmente de la superior, alimentaron el desarrollo científico y tecnológico que dieron a Estados Unidos una ventaja competitiva hasta prácticamente nuestros días.
Ausencia de liderazgos
Las fórmulas del New Deal son difícilmente repetibles en nuestros días. Pero sí lo son alguna de sus premisas básicas: políticas expansivas, estímulos fiscales, inversión en ciencia y tecnología, colaboración público-privada, protección social, regulación de los mercados, promoción del libre comercio mundial y robustecimiento de la gobernanza y de los pilares fundamentales del estado.
Pero el auge del neoliberalismo desde Ronald Reagan y del nacionalismo económico actual han degradado la capacidad del Gobierno federal, como prueba su caótica gestión de la crisis sanitaria.
El reto que plantea la pandemia es el mayor, más profundo y más universal desde las décadas centrales del siglo pasado. Las soluciones para volver a la salud y recuperar la prosperidad exigirán un esfuerzo y una escala similar a las de aquellos años. El problema es que ya no existen liderazgos como los de los gigantes de entonces. Donald Trump es el anticristo de Roosevelt.
Las fórmulas del New Deal son difícilmente repetibles en nuestros días. Pero sí lo son algunas de sus premisas