Una herramienta eficaz contra la pandemia
Héroes que protegen a otros héroes». Así se describe en las redes sociales a los ‘coronavirus makers’. Personas anónimas (miles) que, desde sus casas y gracias a la tecnología 3D, dedican parte de su tiempo a imprimir pantallas, viseras o salvaorejas que, en cuestión de horas, reparten de forma altruista entre el personal sanitario y las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado.
Más de un mes después de que se decretase el estado de alarma, son cada vez más ‘las impresiones’ que llegan a hospitales y centros de salud. Pero no son solo los ‘makers’ los que aportan su granito de arena. Centros tecnológicos y de investigación han pisado el acelerador y, en tiempo récord, han conseguido desarrollar material crítico para salvar la vida de los pacientes. Es el caso de Leitat, instituto tecnológico de Tarrasa. Apenas diez días después de que se iniciase el confinamiento, el 23 de marzo, y junto al Consorcio de la Zona Franca de Barcelona (CZFB) y HP, a través del Consorci Sanitari de Terrassa (CST) y el Hospital Parc Taulí, anunciaban que habían conseguido desarrollar el «primer respirador de campaña industrializable para dar apoyo a los hospitales y UCI» que, además, contaba con el visto bueno de la Agencia Española del Medicamento.
Bautizado como Leitat 1, el respirador 3D diseñado por Magí Galindo y validado médicamente por el doctor Lluis Blanch del hospital Parc Taulí, vio la luz en apenas una semana desde su concepción. Incluyendo las pruebas en un paciente afectado por el coronavirus. Un tiempo récord e impensable de haberse empleado tecnologías convencionales como la inyección. «Cuando se inició la crisis sanitaria, contactó con nosotros el Servicio Catalán de Salud en previsión del pico de contagios y el déficit de camas de críticos y respiradores, agravado, además, por el cierre de los mercados internacionales. Nos plantearon un reto y aceptamos», explica Manel Balcells, comisionado de salud de Leitat y presidente del Consejo Asesor de Salud de la Generalitat de Cataluña.
A partir de un prototipo abierto de respirador en 3D desarrollado por la Rice University de Houston, ingenieros y científicos empezaron a trabajar «las 24 horas del día». Un desarrollo que, tal y como explica Balcells, «ha ido evolucionando y se encuentra entre un modelo básico y uno standard comercializable» y que, en breve, irá un paso más allá. «Estamos trabajando en un nuevo prototipo, el Leitat 2.0», dice Balcells.
Hasta cinco veces menos de coste
Meses antes de la irrupción del Covid-19, los analistas de Market & Makers estimaban que el mercado de impresión 3D movía más de 9,9 billones de euros a nivel mundial y proyectaban un crecimiento del 25 por ciento anual, alcanzándose los 34,8 billones de euros en 2025. Cifras que avala un estudio de Dimensional Research patrocinado por Essentium —empresa puntera de desarrollo de soluciones industriales en 3D— y publicado el pasado mes de enero. La impresión 3D en piezas de producción a gran escala pasó del 21 por ciento al 40 por ciento entre 2018 y 2019.
Entre las razones de este crecimiento exponencial está la reducción de costes. El citado informe destaca que el 84 por ciento de las 114 empresas del sector consultadas afirma que, cuando la impresión 3D a escala madure, reducirá sus costos. Además, el 85 por ciento dice que aumentará sus ingresos y un 52 por ciento coincide en que la industria en general podría ahorrar «miles de millones de dólares».
A este respecto y en el caso concreto de los respiradores 3D, Balcells asegura que el coste de producción «es hasta cuatro o cinco veces inferior al de uno standard». Frente a los
Fabricar un respirador con tecnología 3D tiene un coste de 5.000 euros frente a los 20.000 de uno convencional
entre 5.000 y 9.000 euros de un respirador fabricado con tecnología de impresión 3D, en los convencionales la cifra puede elevarse hasta los 15.000 o 20.000 euros.
Inversión cuyo mayor beneficio se concreta en lo intangible. «El principal beneficio que se obtiene es la transferencia de conocimiento», asegura el comisionado de salud de Leitat —organización sin ánimo de lucro—. «Contribuimos a solucionar la crisis sanitaria, generamos conocimiento y empleamos el retorno económico para investigar y desarrollar nuevos prototipos como el Leitat 2.0».
De hecho, las ventas que se están produciendo se limitan al ámbito nacional. La causa de no poder exportar los respiradores a terceros países es que, por el momento, no disponen de la necesaria homologación europea. ¿Por qué entonces sí pueden comercializarse en España?
Balcells responde que «la situación de excepcionalidad ha favorecido que la Agencia Española del Medicamento haya encontrado una brecha en la homologación de productos de especial necesidad para la salud de los pacientes». Así, junto al prototipo del producto se ha de incorporar un estudio clínico provisional liderado por un hospital de referencia (en este caso, el Hospital Parc Taulí) que, a su vez y de acuerdo con el paciente, autorizan el ensayo. A partir de ahí, se obtiene un marcaje provisional por parte de la Agencia Española del Medicamento.
En este punto, el comisionado de salud de Leitat insiste en la importancia de la colabora
ción público–privada. «Cuando hay una situación de necesidad, el sector público y el privado se alían con mucha facilidad para encontrar soluciones. Suman sus capacidades y esto da sus frutos. Debemos aprender de esta experiencia».
Flexibilidad, agilidad y eficiencia en tiradas cortas
A lo puramente económico se añaden otras ventajas que la crisis del Covid-19 ha hecho emerger en la impresión 3D. De hecho, el coronavirus está suponiendo un espaldarazo para el sector. Especialmente, en lo que toca a las aplicaciones médicas. «A día de hoy, la producción puede parecer poca pero lo que está claro es que esta tecnología se va a reforzar como alternativa barata y eficiente, tanto