¿Y su Gobierno... Es muy alemán?
¿Es muy alemán?
La pandemia podría llevar a los países a seguir tal vez la estela marcada por Angela Merkel
La mayoría de líderes políticos actuales, desde Angela Merkel hasta Donald Trump, están de acuerdo al menos, en que la batalla contra el nuevo coronavirus es un desafío único desde 1945. «Estamos en guerra», es el mantra del presidente francés Emmanuel Macron. En los Estados Unidos, Trump se ha proclamado a sí mismo «presidente en tiempo de guerra».
Sin embargo, tal y como experimentó Winston Churchill, es posible ganar la guerra y perder la paz. Al final de la Segunda Guerra Mundial, Gran Bretaña sorprendió al mundo al dejar de lado en las elecciones a Churchill, que lideró al país durante el conflicto, a favor del Partido Laborista de la oposición y su promesa de un estado de bienestar y un servicio nacional de salud. Un cambio similar de pasar de las prioridades presupuestarias tradicionales (como el ejército) a abordar cuestiones básicas de salud y bienestar podría estar por llegar a los gobiernos de todo el mundo.
Incluso una vez superado el pico de la pandemia, los gobiernos tendrán que afrontar unas economías devastadas, una sociedad traumatizada y lo que promete ser un panorama político alterado. Es un cambio social que va a poner a prueba en los próximos años los modelos de gobierno actuales. «Las economías occidentales van a sufrir un retroceso de años y, como consecuencia, el gasto público se va a ver limitado», afirma Tim Huxley, director ejecutivo para Asia del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos. Eso plantea la perspectiva de que se produzca una demanda de «revisión fundamental de las prioridades gubernamentales y un replanteamiento de lo que significa la ‘seguridad’».
La crisis del Covid-19 ha marcado el retorno del gobierno activista a un nivel desconocido en tiempos de paz. Pero también ha dejado patentes grados claramente diferenciados de éxito en la contención del virus, con los resultados marcados por el número de camas de los hospitales y no por el número de portaaviones ni del producto interior bruto.
Recriminaciones
Y ya se están oyendo ciertas recriminaciones. En Reino Unido, incluso los aliados mediáticos del gobierno conservador se unieron a las críticas por sus bandazos durante el brote, mientras que la frágil coalición en España está sometida a presión por la respuesta que provocó en el país el superar a Italia como epicentro de Europa. Japón esperó hasta el 7 de abril para declarar el estado de emergencia, y en un primer momento, permitió que algunos bares y clubes nocturnos siguieran abiertos. Mientras los Estados Unidos contabilizaba más de la cuarta parte de los casos mundiales, Trump se enfrentaba a los gobernadores y culpaba a la Organización Mundial de la Salud «siempre tan partidaria de China», de reaccionar con retraso al brote en Wuhan.
Los Estados Unidos son el país que más fondos destina a la atención sanitaria de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos, tanto en términos de dólares como de porcentaje del PIB. Pero ocupa el penúltimo lugar entre los 36 países de la OCDE en cuanto a la cobertura de sus ciudadanos; solo México está por detrás.
La sociedad británica ha aplaudido a los trabajadores del Servicio Nacional de Salud en las calles; incluso Boris Johnson se unió a los aplausos desde Downing Street. Pero la sanidad pública, fuente de orgullo nacional, está sufriendo problemas de capacidad, con un personal mal pagado. Se ha acusado al Gobierno de una respuesta caótica ante los informes de que a los trabajadores de primera línea del sistema de salud se les negó la realización de pruebas
Los gobiernos tendrán que afrontar unas economías devastadas y una sociedad traumatizada
500MILL de personas pueden acabar en la pobreza por el impacto económico del coronavirus, según Oxfam Internacional
del virus y que carecían de equipos de protección. Un llamamiento a la industria británica para producir ventiladores para la sanidad pública se tradujo en más de 5.000 ofertas de ayuda, pero los equipos tardarán semanas en llegar. A Alemania le ha ido mejor, en términos relativos, con una tasa de mortalidad de casi la mitad que la de los Estados Unidos y más de tres veces menor que la de Reino Unido. El Gobierno británico ha admitido que está aún lejos de sus objetivos de realización de tests.
Según Huxley, del IISS, una posible consecuencia de la crisis podría ser que los países se vean presionados para canalizar el gasto en defensa hacia salud y asuntos sociales. Puede que sea solo coincidencia, pero Alemania destina menos fondos a su ejército que Gran Bretaña o los Estados Unidos. El objetivo de Trump de acosar a los aliados transatlánticos para que incrementen sus gastos en defensa, preferentemente comprando armas estadounidenses, parece ser una de las primeras víctimas. En 2019, solo nueve de los 29 miembros de la OTAN cumplieron la recomendación mínima del 2 por ciento del PIB, con España e Italia entre los miembros con menor gasto. Y puesto que también están entre los más afectados por el virus, destinar más dinero a recursos militares no va a ser sostenible. Quién sabe si incluso puede que le resulte difícil al Gobierno estadounidense mantener su nivel actual de gasto (con un 3,4 por ciento de la producción económica, unos 730.000 millones de dólares el año pasado, el presupuesto más elevado de la OTAN con diferencia) después de pasar apuros para conseguir mascarillas suficientes para los profesionales de la salud.
Problemas en Irán o Venezuela
Canalizar más fondos hacia la atención sanitaria va a suponer un problema en países como Irán o Venezuela, donde la seguridad está atribuida a un fuerte ejército respaldado por la policía que mantiene a raya a los agitados. En Irán, que ha sufrido la tasa de fallecimientos más elevada de Oriente Medio tras la lenta reacción de los responsables religiosos, el Gobierno ha afirmado que la pandemia podría incrementar las listas del paro en hasta 5 millones. Con una economía ya hundida, dañada por las sanciones de los Estados Unidos, el terreno está abonado para que se produzcan revueltas sociales.
Alemania ha estado presionando para que la ayuda al desarrollo en el extranjero se incluya en el gasto tradicional de defensa como medida de seguridad nacional. Ese argumento podría cobrar fuerza a medida que el virus se propaga a África, que aún no ha sufrido los estragos que se han visto en otras regiones. Oxfam Internacional advierte de que el impacto económico del coronavirus podría sumir en la pobreza a 500 millones de personas en todo el mundo.
El ministro alemán de Desarrollo, Gerd Müller, está instando a sus colegas de la Unión Europea a movilizar mil millones de euros (1.100 millones de dólares) para un programa Covid-19 de ayuda a los países con menos ingresos, argumentando que Europa tiene un gran interés por asegurar la estabilidad en el norte de África y en Oriente Medio, donde el virus podría provocar «hambrunas, brotes de violencia e incluso guerras civiles», obligando a los refugiados a huir hacia Europa.
Ahora cuesta creerlo, pero la salud no entró a formar parte de la agenda del grupo de los 20 hasta 2017, a instancias de Alemania. Por otro lado, cuando el Gobierno de Merkel comience su mandato de seis meses en rotación al frente de la UE a finales de este año, se espera que centre la agenda del bloque en el tratamiento del coronavirus. Es probable que los líderes europeos, que están en proceso de negociación del presupuesto de más de un billón de euros de la UE hasta 2027, se vean presionados para reorientarlo hacia la recuperación económica, la atención sanitaria y un mayor énfasis en la investigación y el desarrollo.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ya ha afirmado que el bloque asignará el dinero restante del presupuesto de este año a un fondo de emergencia para garantizar los equipos médicos y permitir que se realicen pruebas a gran escala; ha apuntado a un cambio de prioridades en el próximo plan de gasto de siete años. «El mundo es muy distinto hoy que hace unas pocas semanas; lo mismo tiene que ocurrir con nuestro presupuesto», afirmó en un artículo de opinión del 4 de abril en varios medios de comunicación europeos. Sus grandes planes de una comisión con más poderes y con un papel más relevante a nivel mundial han quedado de lado. Afirma Daniel Hamilton, profesor de la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins, que «este mandato va a ser una comisión del coronavirus».
Vigilancia extrema sobre la población
Este regreso a un estilo de gobierno más maternal no excluye prácticas invasivas propias de Gran Hermano. El virus ha permitido a los gobiernos asumir amplios poderes para mantener a la gente bajo control, y puede resultar difícil para los líderes relativamente autocráticos renunciar a ellos. En la India, la policía golpea a las personas en la calle si entiende que no están respetando el confinamiento estricto, mientras que en China se amplió el control del Partido Comunista para vigilar a los ciudadanos. En Francia, los drones de la policía patrullaban los cielos de París y repartían multas sim
El virus ha permitido a los gobiernos actuar de Gran Hermano y controlar más a la población
25% Este es el porcentaje de mascarillas que produce China a nivel mundial
plemente por sentarse en los bancos públicos. En Alemania, donde las sensibilidades sobre la vigilancia son más pronunciadas debido a sus experiencias en tiempos de guerra y a la opresión en Alemania oriental, las estrictas leyes del país sobre la privacidad de los datos no están en consonancia con los intentos de rastrear el virus mediante una aplicación para smartphones y es posible que deban revisarse.
Disputas regionales
Pese a la experiencia común del coronavirus, los países han optado por seguir su propia vía de aislamiento, permitiendo algún tipo de actividad económica, y de reapertura. El primer ministro italiano, Giuseppe Conte, es uno de los muchos que están advirtiendo de que una solidaridad insuficiente entre los estados miembros podría significar la desaparición de la UE. China, que produce el 25 por ciento de las mascarillas de todo el mundo, está adoptando una actitud diplomática y humanitaria al enviar recursos médicos a los países necesitados: vuelve otra vez, tan omnipresente como siempre. Sin embargo, se ha notado mucho la ausencia a nivel internacional de Estados Unidos, salvo en su enfrentamiento con Canadá por la exportación de mascarillas N95. Gérard Araud, antiguo embajador de Francia en los Estados Unidos hasta 2019, afirma que esta es la primera vez que no se ha producido una consulta entre los Estados Unidos y sus aliados al afrontar un desafío mundial de este tipo.
El coronavirus deja aún más patente el abismo que separa a Europa y los Estados Unidos bajo el mandato de Trump y ha puesto de relieve la atomización de la cooperación internacional. «Esta crisis confirma que en realidad no hay un Occidente. No existe una comunidad transatlántica», afirma. «En cierto sentido, está definiendo la crisis como un momento en que cada país va por su lado».
En los Estados Unidos no se ha producido ningún confinamiento a nivel nacional: la decisión se ha dejado a los Estados. En un estudio de la Universidad de Washington se
comprobó que los gobernadores republicanos habían tardado más en aplicar las restricciones de distanciamiento social que los demócratas, con la consiguiente propagación.
Todos los Estados que se han resistido son republicanos. Las declaraciones en tono poco conciliador de Trump han puesto a prueba las relaciones entre el Gobierno federal y los Estados, pero eso no es exclusivo de Estados Unidos.
Según un informe de German Marshall Fund, las relaciones entre el Gobierno central de Turquía en Ankara y los ayuntamientos (muchos de ellos controlados por la oposición) han pasado de la cooperación a la confrontación. Sin embargo, en Francia, un país centralizado, la crisis ha reforzado el gobierno de Macron. En Alemania, el discurso sincero de Merkel a la nación ayudó a dirigir la respuesta global a una crisis de salud pública que en condiciones normales habría recaído sobre los estados.
El enfoque de la epidemia en el norte de Italia, más rico y con mayor autonomía, ha ayudado a cerrar una brecha tradicional con el sur, reforzando los argumentos por devolver la política sanitaria a Roma, afirma el compañero de German Marshall Fund, Dario Cristiani. Los problemas de coordinación entre Roma y las regiones, así como la opinión pública, «van a ser los motores de un probable cambio en Italia, alterando el equilibrio entre el Gobierno regional y el central a favor de este último», afirma Cristiani.
El desafío más inmediato para todos es canalizar la ayuda a las empresas y mantener la economía a flote, y más adelante, iniciar la recuperación una vez que pase la pandemia. Sin embargo, más allá de las grandes cifras, el éxito en la canalización de los fondos hacia sus objetivos ha sido desigual. En Reino Unido, una encuesta de la Cámara de Comercio Británica publicada el 8 de abril demostraba que solo el 1 por ciento de las empresas habían logrado acceder al programa de créditos de emergencia para el coronavirus del gobierno.