La transición energética: ¿bote salvavidas o víctima colateral?
La transición energética está en un cruce de caminos. Por un lado, la caída del crudo y la pandemia de Covid-19 constituyen serias amenazas para su progreso. Porque, ¿quién se plantea comprar un coche eléctrico con la gasolina por los suelos y la economía descarrilando? Asimismo, el Gobierno tiene ahora prioridades más urgentes, como el control de la enfermedad y la reactivación de la economía. Como defiende Bernal: «Es imposible que haya subvenciones para esto si vamos a pedir unos préstamos para salvar nuestro tejido productivo que nos van a poner de rodillas ante de Europa».
Sin embargo, la transición energética también podría convertirse en parte de la solución a nuestros problemas y así lo están defendiendo distintas voces tanto dentro como fuera de España. Recuerdan que el calentamiento global no va a remitir por la pandemia e, incluso, aseveran que la enfermedad podría ser interpretada como un toque de atención sobre la necesidad de cambiar nuestro sistema productivo.
Por ejemplo, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, ha pedido duplicar la inversión en el llamado Pacto Verde Europeo, que debe convertirse en un pilar de la reconstrucción del Viejo Continente, una iniciativa que ha recibido el apoyo de 17 ministros del ramo, entre los que se cuenta la española Teresa Ribera.
Pero no solo se ha movilizado la clase política. Los consejeros delegados de compañías como L’Oreal, IKEA o Danone se han unido a una carta firmada por 180 personalidades pidiendo una recuperación ‘verde’. Blackrock también ha reafirmado su compromiso con el tema.
«Los niveles de petróleo son coyunturales y la transición energética es estructural», defiende Jose María González Moya, director general de la patronal renovable, APPA.