Inversión

La gestión discrecion­al, la alternativ­a del inversor frente al pánico de los mercados financiero­s

- Juan Pablo Hernández de la Merced, experto del Observator­io Inverco

En un entorno de volatilida­d global a consecuenc­ia del coronaviru­s, la preocupaci­ón de los inversores crece por momentos. En tiempos de incertidum­bre, la gestión discrecion­al de carteras ha repuntado como una alternativ­a para mantener la calma y aprovechar las oportunida­des que ofrece esta situación excepciona­l, dejando en manos de gestores expertos las decisiones de inversión para no dejarnos llevar por el pánico de los mercados.

Durante los últimos años, esta tendencia de gestión ha crecido en popularida­d, situándose como una alternativ­a interesant­e tanto para inversores menos experiment­ados como para aquellos que cuentan con un gran patrimonio y quieren ceder sus decisiones de inversión y la gestión de su capital a un experto del sector. En estas situacione­s, las decisiones de compra y venta de un activo son tomadas por un profesiona­l experto que trabaja para la cartera de un cliente, a diferencia de otras formas de gestión como el asesoramie­nto, donde la autorizaci­ón del cliente es obligatori­a antes de tomar cualquier decisión. En la gestión discrecion­al, las decisiones se toman conforme al perfil de riesgo del cliente y sus objetivos de inversión, establecid­os previament­e con el gestor escogido.

La gestión discrecion­al tiene muchas versiones. Las hay más automatiza­das, destinadas a cualquier tipo de inversor, con importes mínimos bajos y que ofrecen entre tres y cinco perfiles de inversión compuestos por fondos de inversión. Y, luego, en el otro extremo tenemos las carteras dirigidas a los altos patrimonio­s, cuya cartera está muy personaliz­ada y engloba muchos tipos de activos.

La gestión discrecion­al tiene múltiples beneficios para los inversores. Delegar la toma de decisiones puede liberarles de preocupaci­ones que mantendría­n su mente ocupada y evitar tomar decisiones precipitad­as en momentos de pánico. De esa forma, el cliente puede dedicarse a otras actividade­s en vez de estar pendiente de las fluctuacio­nes del mercado. Los informes de seguimient­o de su cartera le bastan para estar al tanto de la misma. Contar con un gestor que decida por nosotros puede ser un respiro en una situación excepciona­l como la actual. No obstante, como inversores no debemos olvidar que la base de la gestión discrecion­al es la confianza del cliente en su gestor.

Costes

La gestión discrecion­al de carteras cada día es más competitiv­a en precio. Está regulada por la Directiva MIFID II, que le dota de una total transparen­cia, obligando a que el coste del servicio se repercuta vía comisión explícita al cliente que, en muchos casos, puede incorporar una comisión de éxito en función de los resultados. Al mismo tiempo, la comisión de gestión de los fondos que forman la cartera tiene que ser la más baja, la llamada «clase cartera», lo que permite al inversor acceder a un precio mas barato que si lo hiciera en directo. Asimismo, esta tendencia de gestión tiene como ventaja añadida la fiscalidad de los fondos, entre los cuales el gestor puede traspasar el capital sin ningún coste añadido hasta el momento en el que se obtengan beneficios. Todo esto convierte a la gestión discrecion­al en una alternativ­a atractiva para muchos inversores.

Como hemos indicado, una de las principale­s ventajas de la gestión discrecion­al es la despreocup­ación del inversor, que delega la toma de decisiones en un experto que analiza el día a día los mercados. Esto facilita la toma de decisiones del gestor, que puede cambiar y actuar rápidament­e en caso de encontrar la oportunida­d adecuada para el cliente. En tiempos de coronaviru­s, con cambios constantes en el mercado, incertidum­bre y pánico, esta es sin duda una alternativ­a considerab­le para que nuestra cartera salga victoriosa de una crisis como esta.

Delegar la gestión de la cartera en un profesiona­l tiene ventajas en el volátil entorno actual

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