El Gobierno pierde credibilidad para luchar contra la crisis económica
El empeño del presidente por exhibir victorias contra la pandemia, forzando las estadísticas, dejará lastrada su credibilidad para luchar contra la crisis económica
Es posible que el espíritu competitivo de joven jugador de baloncesto haya resucitado en el presidente del Gobierno durante esta crisis porque, si no, el empeño en disputar las cifras para presumir de su gestión de la pandemia no tiene sentido. Sánchez y su Gobierno han quedado en evidencia, incluso ante los socios europeos y los organismos internacionales, dándoles manotazos a las estadísticas con tal de mostrar eficacia.
Los subterfugios para engañar a la opinión pública han sido infantiles. El Gobierno notifica discretamente unas cifras a un periódico de prestigio como el Financial Times o a organismos multilaterales como la OCDE y, acto seguido, los miembros del Gobierno se dedican a citar al periódico y al organismo como fuente de autoridad. El resultado es que las artimañas han sido descubiertas sistemáticamente por la prensa y los expertos, las cifras han quedado cuestionadas y el crédito del Ejecutivo ha terminado por los suelos.
La propia OCDE tuvo que rectificar después de manipular un ranking sobre el número de pruebas efectuados por los distintos países al introducir una cifra de España no homologable. Pese a la rectificación, Sánchez insistió en citar el escalafón en su conferencia de prensa del martes 28 donde anunció el plan de desescalada. Otro dislate del jefe del Ejecutivo fue respaldar su deseo de solicitar una nueva prórroga del estado de alarma en el ejemplo de Portugal, precisamente cuando Lisboa acababa de anunciar, unas horas antes, que no espera renovar el estado de emergencia que termina el 2 de mayo.
Si se analizan las intervenciones del presidente, tanto ante los medios como en el Parlamento, donde ha acudido a pedir la
renovación del estado de alarma en el que asienta su política de confinamientos, se advierte claramente su deseo de reivindicar algún tipo de reconocimiento por la gestión de la pandemia.
Dureza del confinamiento
Por encima de la situación catastrófica, intentó sacar pecho cuando acudió al Congreso el 9 de abril. Empleó cuatro motivos: dijo que su Gobierno había tomado medidas antes que nadie en Europa, que España era el país que más test de detección había realizado hasta la fecha, que las medidas de confinamiento eran las que habían ido más lejos en todo Occidente y, por último, que España era el país que más información comunicaba. De los cuatro, tres eran inciertos como demostraron diversos medios. El único que correspondía con la realidad era el relativo a la dureza de las medidas de aislamiento.
Pese a la demostración fehaciente de que estaba equivocado, Sánchez insistió en reivindicar estos puntos en los días subsiguientes. El último episodio de esta larga serie de intentos ha sido el que ha desembocado en el bochornoso episodio de la OCDE.
El asunto no es anecdótico. Por un lado, la insistencia ha erosionado la credibilidad del presidente y de los miembros de su Gobierno implicados en la gestión directa de la crisis. En segundo lugar, que el presidente esté obsesionado con rectificar el pasado reciente —un pasado que exhibe una herida con 24.000 fallecidos en circunstancias sin precedentes en la España democrática—, lo distrae de ocuparse de lo que viene, que es realmente un desafío considerable. La destrucción de empleo, los ERTE y la pérdida de rentas anuncian una crisis económica y social sin precedentes. Y, una vez más, los analistas más acreditados señalan a España como uno de los países que resultará más afectado por esta crisis.
La falta de credibilidad y de concentración son dos pésimos factores cuando el mercado está valorando la posibilidad de que España tenga que pedir un rescate europeo ante el desafío que supone para el Tesoro emitir entre 280.000 millones y 300.000 millones de euros para afrontar la crisis del Covid-19, que el FMI estima en su último informe fiscal que supondrá un aumento del endeudamiento del 23 por ciento del PIB.
Financiación europea
La previsión para 2020 era emitir 196.504 millones entre deuda neta y refinanciaciones. En los cuatro primeros meses del año ya se ha colocado el 60 por ciento de ese importe. El Tesoro ha acelerado las subastas porque la prima de riesgo española se ha más que duplicado. En enero, el tipo de interés ofrecido era del 0,5 por ciento y, en abril, ya ronda el 1,3 por ciento. El panorama no tiene nada que ver con la situación del verano pasado cuando el Tesoro aún se jactaba de que, desde abril de 2015, la primera ocasión en que se colocó deuda a un tipo inferior a cero, España había logrado emitir 382.500 millones a tipos negativos. Es decir, libres de intereses.
La situación recuerda a la de 2012, cuando el Estado encontró que el mercado no le prestaba más de un cuarto de billón de euros (para cubrir un déficit de casi el 11 por ciento más las refinanciaciones) y tuvo que solicitar un rescate de 100.000 millones adicionales para reorganizar el sistema financiero. Entonces, la institucio
El Tesoro español ha acelerado las subastas porque la prima de riesgo se ha más que duplicado
nalidad europea no contemplaba esta eventualidad. Ahora, hay diversos instrumentos para solicitar rescates, «rescatitos» y grandes rescates.
Este panorama de crisis define que España tendrá que pedir algún tipo de rescate durante este año, según un informe de la agencia de calificación Moody’s, que estima que el PIB caerá un 8 por ciento y abrirá un agujero del 7,6 por ciento del PIB en las cuentas públicas. Moody’s prevé que el Gobierno pedirá ya el «rescatito» del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), que permite acceder a una línea de crédito reforzada de unos 25.000 millones sin otra condicionalidad que dedicar el dinero a mitigar la pandemia.
Un gran rescate
El Gobierno también recibirá fondos del SURE, el nuevo mecanismo de desempleo que ha creado la UE, y compras adicionales de deuda que ya ha prometido el Banco Central Europeo. «En general, las instituciones europeas podrán cubrir efectivamente alrededor del 59 por ciento de los requisitos de endeudamiento bruto total de España para 2020», afirma Moody’s. La duda es cómo allegar recursos para cubrir el 40 por ciento restante. El Gobierno confía en que prospere el fondo de reconstrucción europeo con transferencias a fondo perdido, pero los países del norte de Europa no entienden que uno coja dinero de un fondo de emergencia y no se comprometa a devolverlo cuando mejoren las circunstancias.
Esto podría situar a Pedro Sánchez ante la tesitura de tener que pedir al Banco Central Europeo (BCE) un gran rescate, lo que implicaría condiciones más duras y cesión de soberanía.
Es en esta coyuntura donde queda de manifiesto el desajuste entre los sueños de Sánchez para el año 2020 y la realidad. El coronavirus cambió totalmente el escenario de un Gobierno macrocéfalo destinado a la propaganda y al «juego bonito», no adaptable a lo que debe ser un ágil gabinete de emergencia nacional. Aunque Moody’s mantiene en un aprobado alto (Baa1) la solvencia de España, la agencia añade un tirón de orejas: «Puntuamos la política presupuestaria de España en Baa1 reflejando las repetidas desviaciones de las autoridades de sus propios objetivos presupuestarios, dañando su credibilidad».
La destrucción de empleo y los ERTE anuncian una crisis económica y social sin precedentes