Los inversores se despiden de la deuda pública
Las medidas de los bancos centrales para rescatar la economía mantendrán la rentabilidad de los bonos soberanos en niveles irrisorios
El escaso potencial de retorno no justifica su riesgo, por lo que los expertos recomiendan optar por otros activos, como el crédito
Deuda a un interés del cero por ciento. Esa es la única posibilidad para que muchos países devuelvan los abultados préstamos que van a tener que solicitar para sacar a la economía del confinamiento al que las ha condenado el Covid-19. En Japón son conscientes de ello y, por eso, su banco central (el BOJ) ha anunciado que efectuará todas las compras de bonos que sean necesarias para mantener a raya la rentabilidad del diez años en torno al cero por ciento.
En realidad, el control de la curva de tipos no es nuevo en Japón pero el hecho de justificar la medida en las necesidades de financiación del Estado sí lo es. Supone un paso más en la carrera hacia unas políticas monetarias cada vez más expansivas en todo el mundo y podría marcar el camino a otros bancos centrales. De hecho, Australia ya está haciendo algo similar con la deuda a tres años y, aunque la Fed o el BCE no hayan llegado tan lejos, sí se han comprometido a realizar programas de compra superiores a
los de 2008 (y que, en el caso del BCE, se elevan hasta los 750.000 millones de euros). «Las necesidades de financiación adicional de los Estados por el Covid-19 no son algo de lo que preocuparse mientras el BCE ponga en marcha las medidas necesarias para facilitarles la financiación», explica Jonathan Baltora, de AXA IM, en ese sentido.
Compras obligatorias de deuda
Asimismo, otra medida que los gobiernos podrían emplear para facilitar su financiación es adoptar regulaciones que obliguen a los inversores e instituciones a mantener grandes cantidades de bonos del Estado, como ya ocurre con los fondos de pensiones y las aseguradoras. «Eso permitiría a los países mantener sus niveles de deuda bajo control, pero no es una buena noticia para los inversores y ahorradores», explica Keith Wade, economista jefe de Schroders.
Y es que estas ayudas a la recuperación económica tienen una contrapartida: dificultan enormemente la gestión de las carteras de deuda soberana a los inversores. Por ejemplo, manteniendo la rentabilidad de los bonos en niveles irrisorios. «El hecho de que los bancos centrales ejerzan el papel de jugador fuerte va a hacer que los tipos bajen, independientemente del segmento de la curva», explica Iván Díez Sainz, de Groupama. Así, es de esperar que el ‘bund’ alemán se mantenga en niveles negativos y que el ‘treasury’ estadounidense permanezca entre el 0 y el 1 por ciento durante mucho tiempo.
En principio, esa bajada de los tipos beneficiará a las carteras de deuda (al caer los precios de las nuevas emisiones, sube el precio de los títulos en cartera), motivo que lleva a algunos especialistas a ser optimistas de cara al corto-medio plazo: «Los bonos de gobierno de alta calidad se han comportado muy bien durante el reciente ‘crash’, haciendo lo esperado: defender nuestras carteras y aumentar de valor. En los próximos 12 meses, esos bonos tendrían que seguir haciendo lo mismo. Debería valer la pena mantenerlos en la cartera aunque las valoraciones pue
La bajada de los tipos beneficiará a las carteras de deuda en el corto-medio plazo
dan no resultar tan atractivas como otros segmentos de deuda», afirma Nicolo Carpaneda, de M&G Investments.
Esa promesa de rentabilidad y el apoyo del BCE —que dificulta que los tipos se vayan muy arriba— son los factores que explican el incremento de la demanda visto en algunas emisiones recientes de deuda europea.
Si bien, los riesgos son enormes. Dentro de unos meses, los tipos de la deuda estarán tan sumamente bajos que contarán con más recorrido potencial al alza que a la baja. «Imagina que compras deuda de Alemania al -0,49 por ciento como refugio. Pero, luego, hay mejoras en la economía global y el tipo se va al 0 por ciento. La castaña que te has metido por intentar ganar un poco es enorme. Y en Estados Unidos pasa igual: el bono a diez años está en el 0,6 por ciento, bajísimo para el riesgo que se asume. Es verdad que la Fed va a limitar las subidas con sus compras de bonos pero el peligro de que los tipos escalen a medida que se recupere la economía es mayor que en Europa», explica Díez.
Y la situación de la deuda periférica es aún más compleja por mucho que ofrezca rentabilidades superiores a las de los países del corazón de Europa. Y es que el apoyo del BCE podría ser insuficiente para impedir que se produzcan tensiones en los tipos de los bonos periféricos, sobre todo si la institución quiere evitar eliminar cualquier incentivo externo para que los políticos de estos países se comprometan con las reformas económicas necesarias.
Volatilidad alta en los periféricos
Por todo ello, Nicola Mai, de Pimco, opina: «Los diferenciales periféricos tienen algo de valor si tenemos en cuenta el apoyo del BCE. Pero la falta de respuesta fiscal coordinada a nivel europeo y la ausencia de un compromiso más incondicional por parte del BCE implican que la volatilidad se mantendrá alta. Por eso, recomendamos mantener las posiciones de riesgo en niveles modestos en estos momentos».
Además, tanto en el caso de Italia como en el de España, se trata de países endeudados (mucho más en el caso italiano), que han sufrido enormemente por la pandemia y cuyas economías va a tener que atravesar un largo y tortuoso camino hasta lograr la recuperación. Estas dramáticas circunstancias empeorarán la calidad de su deuda y, a la
postre, podrían desencadenar un recorte de la calificación crediticia, lo que redundaría en mayores exigencias de rentabilidad por parte de los inversores a condición de financiar sus empréstitos.
«Si las agencias de rating deciden rebajar la calificación, existe el riesgo de ampliación del diferencial, probablemente limitado nuevamente por la intervención del banco central. Pero sabemos que tales eventos pueden desencadenar una venta forzada y, en consecuencia, traducirse en un riesgo de tipos más altos/precios más bajos», relata Eric Brard, de Amundi.
Un fenómeno este, que podría verse acentuado «en la refinanciación de vencimientos porque, según se deterioran los fundamentales, los bonos podrían sufrir una caída de la demanda privada. Al menos, a los tipos actuales», explica Diego Fernández Elices, de A&G Banca Privada.
Por todo ello, Julien Tisserand, de Edmond de Rothschild Asset Management, concluye que «no hay demasiados países desarrollados que ofrezcan rentabilidades positivas atractivas», más allá de alguna excepción como Australia, Noruega o Nueva Zelanda.
Sin horizonte temporal claro
Y todo parece indicar que esta situación va para largo. «La historia sugiere que (los bancos centrales) se equivocarán en el lado de la precaución y esperarán demasiado tiempo. Por lo tanto, los mercados financieros continuarán siendo alterados y distorsionados por este comprador insensible a los precios», advierte James Athey, de Aberdeen Standard Investments.
En ese sentido, ante este escenario de dudas sobre el atractivo de la deuda soberana, ¿qué opciones quedan para cubrir la parte más conservadora de la cartera, habitualmente reservada al papel estatal?
Los expertos coinciden en señalar que la deuda corporativa (también conocida como crédito) es la alternativa más clara. «Yo vendería los bonos periféricos que tuviera en cartera, como los de Es
El BCE lucha contra la subida de los tipos en la deuda periférica pero hay riesgo de rebajas de la calificación
paña e Italia, que están dando rentabilidades en torno al 1 por ciento, y me iría a compañías que tienen el mismo rating que España y cuya rentabilidad se sitúa entre el 1,5 por ciento y el 2 por ciento. Son empresas que van a superar la crisis y que son seguras, con calificaciones crediticias de A o BBB», opina Tisserand.
Alta calidad
Lo mismo cree Díez: «Las corporaciones están ofreciendo buenas rentabilidades. Pero hay que ser cuidadoso. Esta crisis va a dañar mucho a las empresas y existe el riesgo de que les rebajen la calidad crediticia. Por eso, nos iríamos a renta fija corporativa de grado de inversión y seleccionando bien los nombres que están dando emisiones atractivas».
En concreto, Tisserand explica que las principales regiones emisoras de crédito corporativo son Europa y Estados Unidos aunque, actualmente, ve «algo más de valor» en el Viejo Continente. Por sectores, le gustan los que se han revelado más defensivos durante la pandemia de coronavirus, como la tecnología, el consumo o la salud.
Asimismo, otra opción diferente a los bonos corporativos (aunque genera menos consenso entre los expertos) es la de la deuda soberana de mercados emergentes que, recientemente, ha superado el nivel de los 50.000 millones de dólares por primera vez en la historia.
Si bien, es preciso descartar los soberanos de baja calidad crediticia porque «muchas de esas referencias tienen un riesgo elevado de impago o reestructuración», según Vikram Aggarwal, de Jupiter AM.
Por el contrario, lo más conveniente es optar por los vencimientos cortos de países cuya deuda sobre PIB sea baja y siempre en divisa fuerte, pues las divisas locales podrían sufrir por multitud de problemas internos. Algunos de los nombres que gustan a Díez son Indonesia, Filipinas, Tailandia o Corea del Sur, por ejemplo.
«Siendo muy selectivos y acorde con el perfil de riesgo de cada inversor, vemos oportunidades en la deuda soberana de Rusia y Hungría, por ejemplo», añade por su parte Carpaneda.