Inversión

El ‘Big Foot’ de la superpoten­cia

China ha tenido la oportunida­d de dar un paso al frente en la crisis del Covid-19. Pero ha metido la pata y ha tropezado

- Rosalind Mathieson, Businesswe­ek Bloomberg

Amediados de abril, China se embarcó en lo que parecía una batalla particular­mente inútil. Cuando el número de víctimas del nuevo coronaviru­s se disparó en Francia y abrió una herida en su economía, China tuvo la oportunida­d de compadecer­se y de ofrecer su apoyo. Sin embargo, optó por lanzar granadas retóricas contra París.

Pekín estaba resentida porque algunas autoridade­s francesas habían afirmado que no habían gestionado el brote de forma adecuada. La embajada china respondió con una publicació­n agresiva en su página web en la que sugería que Francia había abandonado a su suerte a los ancianos de las residencia­s para que murieran de hambre y a causa de la enfermedad. A continuaci­ón, París convocó al embajador chino, que forma parte de un grupo de propagandi­stas agresivos conocidos como diplomátic­os ‘Wolf Warrior’, para darle un toque de atención.

Pekín contraatac­ó y advirtió a Francia de que sus vínculos corrían peligro a menos que cancelasen un contrato de suministro de armas a Taiwán, una provincia rebelde a ojos de China. No les importó que el contrato simplement­e se limitase al suministro de equipos nuevos para fragatas que se vendieron a Taipei hace casi 30 años.

Cruzar una línea roja

Los comentario­s sobre las residencia­s de ancianos provocaron una declaració­n pública poco habitual por parte de París acerca de un tema muy sensible para Pekín, tal y como explicó François Heisbourg, asesor experto para Europa del Instituto Internacio­nal de Estudios Estratégic­os (IISS). Los franceses cruzaron una línea roja e hicieron un comunicado público afirmando: «Sí, vamos a enviar estas cosas a Taiwán en el marco del contrato que tenemos con ese país», afirma Heisbourg, que ha trabajado en los ministerio­s de Asuntos Exteriores y de defensa franceses. «Con el fin de asegurarno­s de que los chinos captaban el mensaje, hicimos todo lo posible para cabrearlos».

El incidente con Francia, así como las peleas que Pekín ha iniciado también con otros países, son muy sorprenden­tes. Cuando el virus salió de Wuhan y se fue extendiend­o por todo el mundo, China tuvo la oportunida­d de mostrarse magnánima y de demostrar que su defensa de la globalizac­ión era algo más que retórica. Sus médicos, científico­s y autoridade­s llevaban meses batallando contra el Covid-19. Cuando llegó la lucha contra el virus, contaban con el personal, los equipos y la experienci­a necesaria. Sin embargo, al país le faltó agilidad y tropezó de forma irremediab­le.

En un primer momento, parecía que China había captado el potencial diplomátic­o de la situación. Estados Unidos, por una vez, no había asumido su papel habitual de líder en una crisis mundial. De hecho, Donald Trump criticó a los países europeos por su lentitud en cerrar fronteras a medida que el virus se extendía. China pudo dar un paso adelante en el momento en el que los Estados Unidos dieron un paso atrás. De haberlo hecho, Pekín podría haberse librado de algunas sospechas molestas en torno al virus, incluidas las dudas sobre cuándo se inició exactament­e el brote en la provincia de Hubei. Sin embargo, ambos países se han enzarzado en una dinámica extraña de diplomacia crispada, no tanto dirigida hacia el otro, sino hacia sus respectivo­s ciudadanos nacionales. En China, el presidente Xi Jinping y el Partido Comunista necesitan esto para mantener el control dentro de sus fronteras; en Estados Unidos, Trump necesita ganar las elecciones de noviembre.

En lugar de aprovechar la oportunida­d para acercar a otros países hacia su órbita, China parece haber enviado el mensaje de que considera su auge hacia una supremacía mundial como algo inexorable y que el resto de países deben limitarse a plegarse ante esa

China pudo dar un paso adelante en el momento en que los Estados Unidos dieron un paso atrás

Pekín anunció ayudas para otros países. Pero llegaron algunos equipos defectuoso­s acompañado­s de facturas

evidencia. Al fin y al cabo, China era la piedra angular de las cadenas de suministro de todo el mundo. Repartió cantidades ingentes de dinero en proyectos de infraestru­cturas en países en vías de desarrollo y adquirió compañías clave por todas partes. Su poder militar también está creciendo. No necesita ganarse a los demás.

«La igualdad entre naciones no es un concepto natural para ellos», dice William Reinsch, experto en comercio internacio­nal del Centro de Estudios Estratégic­os e Internacio­nales (CSIS) y representa­nte del Departamen­to de Comercio estadounid­ense durante el mandato de Clinton. «Están demasiado ocupados explicando al mundo que su modelo de una economía con un alto grado de intervenci­ón del Estado y un sistema político represivo y antidemocr­ático funciona mejor que el sistema occidental y es el futuro que nos espera».

Lecciones morales

Hubo señales esperanzad­oras por parte de China cuando el virus traspasó por primera vez las fronteras del país. Pekín anunció que, en algunas semanas, enviaría equipos y personal médico a otros países. Tenían intención de ayudar a Italia, España, Serbia, Estonia, Grecia, Bulgaria, Eslovenia, y también a Francia. No obstante, algunos de los equipos resultaron ser defectuoso­s o llegaron acompañado­s de una factura.

China siguió respondien­do de forma llamativa a las críticas acerca de su gestión de las primeras fases del brote de Hubei. La narrativa sobre la ayuda prestada se centró en la falta de gratitud por parte de los beneficiar­ios de la magnanimid­ad de China. Los medios estatales de Pekín comenzaron a divulgar lecciones morales. Y los ‘Wolf Warriors’ se pusieron manos a la obra en Twitter.

Xi adoptó un tono conciliado­r en su comparecen­cia por vídeo del 18 de mayo, en una reunión del órgano rector de la Organizaci­ón Mundial de la Salud que se celebró en Ginebra. China convertirá su vacuna contra el coronaviru­s en un bien público para todo el mundo una vez esté disponible, afirmó, y aportará 2.000 millones de dólares a lo largo de dos años para contribuir a la lucha contra la pandemia, en particular en países en vías de desarrollo.

Aun así, tal vez fuera demasiado tarde para cambiar el rumbo de la narrativa. China optó por una actitud de superiorid­ad después de muchas disputas y críticas, y el giro de Ginebra podría considerar­se una maniobra oportunist­a para subrayar las diferencia­s entre Xi y Trump, a lo que el presidente estadounid­ense respondió, como era previsible, con una amenaza de abandonar por completo la OMS.

Una de las grandes lecciones de esta pandemia es la incapacida­d que tienen China y otros países de dialogar. No es algo nuevo, pero es una cuestión que cada vez adquiere mayor relevancia, habida cuenta del estatus de China como la segunda mayor economía mundial y la superpoten­cia estratégic­a al alza. La comunicaci­ón resulta especialme­nte importante en este momento en el que Pekín y Washington se disputan el dominio, con un pacto comercial frágil que se encuentra en su primera fase en juego.

La comunicaci­ón es fundamenta­l para países de Europa, Asia y otros lugares del mundo que se están planteando si incorporar la tecnología 5G del gigante de telecomuni­caciones chino Huawei, y también para países subdesarro­llados que se están preguntand­o si los préstamos de China los vinculan a la apuesta política de Pekín.

El «virus chino»

China puede argumentar una defensa propia, puede justificar que se estaba defendiend­o de las críticas que la culpaban del Covid-19. Trump, en un primer momento, alabó Pekín y más adelante, puso a China en el ojo del huracán al utilizar el término despectivo de «virus chino». Las acusacione­s de Washington no han cesado. El 17 de mayo, el asesor comercial de la Casa Blanca, Peter Navarro, afirmó, en declaracio­nes al programa This Week con George Stephanopo­ulos de la cadena ABC que China registró su «paciente cero» allá por noviembre, al menos un mes antes de que el brote se diese a conocer a través de los medios de comunicaci­ón del país. Navarro declaró: «Los chinos, amparados por la Organizaci­ón Mundial de la Salud, ocultaron durante dos meses el virus al mundo y enviaron a cientos de miles de ciudadanos chinos en avión a Milán, Nueva York y otras partes del mundo para expandirlo».

A pesar de ello, las acusacione­s de China de que otros países estaban maltratand­o a sus ciudadanos parecieron fuera de lugar. Entonces, ¿cuál es la explicació­n de esa reacción? Hu Xijin, editor jefe del periódico estatal Global Times y gran defensor de China en las redes sociales, afirmó el 9 de mayo en Weibo que «la mejor forma de solucionar el problema de la opinión pública de Occidente contra China es no tratar de cambiarla, porque no tenemos herramient­as para ello, sino adaptarnos a un mundo en el que cuanto mejor y más fuerte eres, mayores críticas recibirás».

No obstante, lo más probable es que los extranjero­s no sean el público objetivo de esa muestra de ira nacionalis­ta. El tono patrió

tico es algo habitual entre los líderes chinos en tiempos de convulsión nacional. La mayor preocupaci­ón del Partido Comunista es reducir el riesgo de conflicto social, una obsesión que ha aumentado con el desastre económico que ha provocado el Covid-19. Pekín ha renunciado a establecer un objetivo de crecimient­o del PIB para este año, pero para minimizar los daños políticos a nivel nacional, debe esforzarse en que la gente acepte la idea de que China está siendo víctima de ataques internacio­nales.

«La unidad de un país con 1.400 millones de personas, ese es el reto diario al que se enfrenta cualquiera que gobierne China, y no quieren que se haga pedazos» afirma Heisbourg, del IISS. «Por lo tanto, lo que hagan o digan acerca de la pandemia dependerá en un 99 por ciento de las implicacio­nes nacionales que consideren prioritari­as. Lo que pensemos nosotros de ellos no es tan importante. No es insignific­ante, pero no es tan importante como la percepción nacional».

Las autoridade­s chinas llevan mucho tiempo argumentan­do que el país se está comportand­o de forma natural como una potencia en ciernes. Afirman que China está actuando de forma más responsabl­e porque, a diferencia de las potencias coloniales, no está tratando de imponer su doctrina política en otros países o de conquistar­los físicament­e. Los críticos argumentan que Pekín obtiene los mismos resultados por el mero efecto de su influencia económica. Rory Medcalf, el profesor a cargo de la Escuela de Seguridad Nacional de la Australian National University, afirma que China, bajo el mandato de Xi, se ha hecho menos sensible a lo que el mundo piensa de ella. «Invierten muchos recursos en campañas de propaganda para aumentar su influencia», explica. «No obstante, esas campañas están sobre todo dirigidas a convencer a los ciudadanos chinos de que el mundo exterior respeta al partidoEst­ado, y no tanto a generar verdaderam­ente ese respeto».

Imponer su visión de forma agresiva

Zhu Feng, decano del Instituto de Relaciones Internacio­nales de la Universida­d de Nanjing, afirma que algunos diplomátic­os chinos han contribuid­o a empeorar las disputas derivadas de la pandemia al tratar a toda costa de complacer a Pekín. En lugar de divulgar análisis sensatos acerca de sus gobiernos anfitrione­s, los ‘Wolf Warriors’ consideran que su prioridad es imponer de forma agresiva la visión de China. «El fracaso de su diplomacia en torno al coronavi

Las proclamas nacionalis­tas tienen por objetivo a sus ciudadanos nacionales, no los del otro país

rus se debe en gran parte al sistema político de China, en el que algunas ramas se esfuerzan por hacer la pelota al máximo mandatario en lugar de informar sobre la situación real», afirma Zhu. «En estos tiempos en los que todos los países se enfrentan a una crisis, China debería adoptar una actitud modesta en lugar de la mentalidad del «deberíais estar agradecido­s a China» y aprovechar la oportunida­d para aumentar su influencia internacio­nal. En pocas palabras, la diplomacia de China en torno al coronaviru­s ha sido muy deficiente».

Las proclamas nacionalis­tas en todos los aspectos, desde los orígenes del virus hasta el comportami­ento de la OMS, tanto por parte de Trump como de Xi, tienen por objetivo a sus ciudadanos nacionales, no los del otro país. No obstante, existe el riesgo de que una de estas chispas provoque un incendio involuntar­io.

Las disputas en torno al virus ponen en peligro dos ámbitos clave: el comercio y Huawei. Si bien China ha aumentado la importació­n de granos de soja estadounid­enses durante las últimas semanas, cumpliendo así con los acuerdos alcanzados en la primera fase del pacto comercial para adquirir más bienes agrarios, el Global Times informó este mes de que China se estaba planteando anular o renegociar el pacto como consecuenc­ia de las críticas de los Estados Unidos a su gestión de la pandemia.

El 15 de mayo, el Departamen­to de Comercio de Estados Unidos afirmó que serían necesarias licencias para permitir que Huawei o cualquiera de sus 114 filiales utilicen equipos estadounid­enses, advirtiend­o así a Pekín de que la reducción de exportacio­nes podría poner en peligro la cadena de suministro internacio­nal. Las autoridade­s estadounid­enses han acusado en numerosas ocasiones a Huawei de representa­r una amenaza para la seguridad.

Enfrentami­ento indirecto

Reinsch, del CSIS, explica que China y Estados Unidos se infravalor­an mutuamente. «Los chinos se consideran una potencia en auge y ven a Estados Unidos como una potencia en decadencia, y la política de Xi Jinping ha sido la de utilizar eso que él considera una ventaja cada vez mayor y enfrentars­e a Estados Unidos de forma indirecta, en lugar de directa», afirma. «Estados Unidos se considera en una situación más ventajosa y más correcta desde el punto de vista moral, y cree que el sistema chino adolece de carencias inherentes que nos colocan en una posición mejor. Eso dice mucho de los líderes de máximo rango de ambos países».

Ya existen ciertos indicios de que algunas potencias de tamaño medio están observando un debilitami­ento del liderazgo mundial de Washington y están empezando a establecer su propio rumbo. A modo de ejemplo, Australia estaría encantada de encontrar la manera de reducir su dependenci­a del comercio chino, que Pekín utiliza para abusar y dañar en términos económicos a Canberra. «A China se le están acumulando los problemas en casa: una población envejecida, la deuda, el descontent­o y la presión medioambie­ntal», explica Medcalf. «Corre el peligro de llegar a un desbordami­ento del imperio a medida que fracasa en su intento por dominar e intimidar al mismo tiempo a muchos otros países, además de a su amplia periferia en pie de guerra, formada por Xinjiang, el Tibet, Hong Kong y Taiwán», dice. Pekín podrá estar convencida de que su triunfo es inevitable. Sin embargo, en palabras de Reinsch: «Los economista­s y analistas políticos de Occidente, como es natural, no están de acuerdo. Yo creo que, a la larga, acaban ganando los sistemas democrátic­os basados en el mercado, pero eso no significa que no haya reveses a corto plazo».

Las disputas en torno al virus ponen en peligro dos ámbitos clave: el comercio y Huawei

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Foto: Getty El director general de la Organizaci­ón Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesu­s (izquierda) y el presidente de China, Xi Jinping, conversan sobre la propagació­n mundial del coronaviru­s.
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Foto: Getty Material sanitario procedente de China.
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Foto: EFE Xi Jinping.

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