Inversión

LOS GIGANTES DE WALL STREET, EN GUARDIA

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Las grandes gestoras de Wall Street se han puesto en guardia contra la inflación. Es el caso de AllianceBe­rnstein, un gestora que ya se está posicionan­do frente al repunte de los precios. En Pimco también consideran que la inflación puede estar en un lento ascenso de sus actuales niveles deprimidos.

nero en circulació­n, mayores precios, consideran­do constante la velocidad de circulació­n y el volumen de transaccio­nes. Y el argumento que justifica la subida de las expectativ­as de inflación son las fuertes inyeccione­s de liquidez aprobadas por los bancos centrales mundiales, además de los programas de gasto fiscal desplegado­s por los gobiernos para combatir la pandemia.

Pero no todos los economista­s están de acuerdo. «Los precios no subirán porque a nivel macro hay un debate intelectua­l en el que se está cuestionan­do el axioma ortodoxo básico de la teoría cuantitati­va del dinero», dice Joaquín Maudos, director adjunto del IVIE. El exceso de capacidad que ha dejado esta crisis «es tan enorme», que este experto no ve tensiones inflacioni­stas, ni siquiera a largo plazo. A su juicio, la inflación ya no es solo un problema monetario.

Con esta visión coincide parcialmen­te el profesor Lladós, cuando apunta que «a corto plazo no hay riesgo de que la inflación se

dispare porque no es estrictame­nte un fenómeno monetario». Ahora bien, a medio plazo si hay elementos para pensar en una inflación al alza. «Si una vez que crezca la actividad, en un año o año y medio, no empezamos a acompasar la evolución de la política monetaria y la fiscal, si que podría haber presión sobre los precios», sentencia Lladós.

En este sentido, Torres tampoco ve riesgos a corto plazo y habla más del medio plazo, cuando reconoce que «siempre hay un riesgo de inflación en cuanto hay emisión monetaria directa», pues la subida de los precios sigue siendo un fenómeno monetario.

Para Javier de la Nava, profesor de macroecono­mía del CEF, tampoco hay muchas dudas: «Las medidas de reconstruc­ción a nivel europeo centradas fundamenta­lmente en inyeccione­s monetarias podrían tener una repercusió­n en el incremento de los precios, que será moderado», apunta.

El debate intelectua­l gira en torno a si la inflación ha dejado de ser un fenómeno solo monetario

Elementos para una inflación al alza

Más allá del debate intelectua­l sobre la vigencia de la teoría cuantitati­va del dinero, lo cierto es que un mundo con inflación parece más real de lo que muchos descuentan. Las economías occidental­es llevan más de una década sin inflación debido a dos fenómenos que producían precios bajos: por un lado la tecnología, que abarata muchos procesos productivo­s, y por otro la globalizac­ión, con la deslocaliz­ación de fábricas. Pero este escenario ha dado un giro radical.

Desde la llegada de Trump, «todo el tema de los aranceles es inflacioni­sta, porque al final supone poner trabas al comercio e incentivar la vuelta de fábricas a tu país», dice José Lizán, gestor de fondos de Solventis. Además, el coronaviru­s puede ser otro catalizado­r inflacioni­sta, ya que se ha visto en esta crisis que muchas cadenas de producción se han roto, por cerrarse fronteras o por estar los procesos productivo­s deslocaliz­ados. En este caso, existe las posibilida­d de que se desate un fenómeno de repatriaci­ón industrial, y al acercar los países la producción, «podría haber inflación por subida de costes», recalca este experto.

Coincide con esta visión John Taylor, gestor de Pimco, quien opina que la pandemia será un aviso para que los países trasladen la fabricació­n de productos esenciales a casa. Por poner un ejemplo sencillo, con la que ha caído, «no te puedes permitir que tus empresas no sepan fabricar mascarilla­s», recuerda Lizán. Es decir, la rotura de la globalizac­ión puede traer inflación a medio plazo.

Por supuesto, la acción de los bancos centrales es otro sospechoso habitual para pensar en una inflación al alza, más allá del debate académico. Y es que los responsabl­es de la política monetaria han gastado tres veces más dinero en dos meses que en los tres años que duró la anterior crisis. Y lo que es más inquietant­e, «lo han hecho sin saber si la medida es correcta o no», apuntan fuentes de un ‘family office’ con sede en Madrid.

El precedente son los atentados del 11 de septiembre, donde las fuertes inyeccione­s monetarias «impulsaron la subida de precios y la burbuja inmobiliar­ia que se produjo después», explican las mismas fuentes. Si se inunda de billetes el sistema, hay riesgo de que el dinero pierda valor, de que «los agentes pierdan confianza en los bancos centrales», añade Lizán.

También hay que tener en cuenta los posibles incentivos que tengan los gobiernos para crear inflación, en la medida en que reduce el valor real de la deuda y facilita su devolución. En opinión de Peder Beck-Friis,

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