A pesar de que la crisis ha lastrado la rentabilidad de los productos en estos mercados, los analistas defienden su potencial futuro
Smercadosin lugar a dudas los países emergentes son los que más están sufriendo las consecuencias de la crisis sanitaria provocada por el Covid-19. Los han castigado la inestabilidad de regiones como Latinoamérica y China, incluso en las emisiones de productos ISR cuya media de rentabilidad ha sido superior a la de los valores tradicionales en los mercados ya consolidados.
Sin embargo, y de cara a futuro, «pueden llegar a ser tanto o más relevantes». Así lo aseguró Lorenzo González, institutional & advisory business sales director de Nordea AM, durante el Foro ISR de INVERSIÓN.
De hecho, según los últimos datos publicados por el PRI (principios de inversión responsable) iniciativa impulsada por la ONU, que agrupa a un conjunto de inversores y expertos en el sector ISR, la inversión sostenible en Latinoamérica creció a un ritmo del 65 por ciento entre 2019 y 2020 debido al impulso de países como México, Perú y Chile.
No obstante, González destacó que en estas regiones se requieren una serie de «habilidades específicas» dada su mayor exposición a los riesgos políticos, regulatorios y de cola.
En términos de rentabilidad, todos los participantes constataron la mayor rentabilidad de las inversiones sostenibles. «El volumen de activos es lo suficientemente amplio para aportar indicios fiables de que son más rentables», explicó Andrea González, subdirectora de Spainsif, que detalló que la salida de flujos en las ISR durante la pandemia ha sido del 12 por ciento frente al 18 por ciento del resto.
Hecho que fue corroborado por Beatriz Rodríguez, gestora de ventas de Fidelity: ella aseguró que la ISR ha supuesto un «freno para la salida de capitales». «Ya hemos visto en varias situaciones cómo la ISR ha aguantado mejor las caídas del mercado».
Las empresas que integran criterios ESG presentan un volumen de deuda más reducido
Lujo y necesidad
Rodríguez recordó una frase de un gestor de Fidelity que dice que «en momentos de mercados alcistas, la inversión socialmente responsable es un lujo, pero en mercados bajistas es una necesidad». Y explicó que el motivo por el que la mayoría de los inversores en ISR han permanecido en sus posiciones es porque son «largoplacistas», buscan objetivos a largo plazo que tardan tiempo en llegar. «Por eso aguantan mejor, algo que por otra parte es la manera más eficiente de invertir»
Entre los factores que justifican la mayor resiliencia de los productos sostenibles se encuentra el hecho de que las empresas que han integrado los criterios ESG (medioambientales, sociales y sostenibles, por sus siglas en inglés) en su hoja de ruta presentan «un volumen de deuda más reducido», explicó el portavoz de Nordea. A ello se añaden otra serie de incentivos a largo plazo como son la «mejora de la eficiencia, los incentivos medioambientales y corporativos
y la capitalización de las tendencias de consumo verde y tecnológicas».
Lorenzo González recordó que la ISR no es un mercado nicho, pues cuenta ya con 31 billones de dólares y ha superado con nota esta crisis desde el punto de vista de la rentabilidad-riesgo, de la demanda de los inversores institucionales y minoristas y de los flujos de dinero.
El experto de Nordea AM dio como dato que en el primer trimestre del año entraron 45.000 millones de dólares en fondos ISR en contraste con los 385.000 millones que salieron del universo de los fondos.
Mayor protagonismo de lo social
La crisis sanitaria ha equiparado la balanza entre las inversiones medioambientales y las de carácter social. Estas últimas muy vinculadas al mantenimiento del empleo y a garantizar el bienestar de los trabajadores de las empresas durante y después de los meses más duros de la pandemia. Según explicó la gestora de ventas de Fidelity, «el 53 por ciento de las empresas van a redoblar esfuerzos en esta área».
No obstante, la economía verde continuará siendo una tendencia. Más aún con el «acicate» que suponen tanto el Green Deal europeo como las políticas ad hoc de cada uno de los países. En España, la ley de cambio climático o el plan nacional integrado de energía y clima 2021-2030 (PNIC), entre otras actuaciones. «Van todas en muy buena dirección», apostilló la subdirectora de Spainsif.
Ahora bien, progresar en ello requiere de la «alineación de los sectores público y privado» así como de mantener el «fuerte consenso que existe actualmente en la definición de la taxonomía, los estándares y los índices climáticos», coincidieron los ponentes.