El eje París-Berlín es cuestionado por varios Estados miembros, lo que presiona el futuro y viabilidad de la Unión Europea
Pero su diseño final determinará la vocación futura de la Unión. El dilema es reforzar una auténtica mancomunidad de esfuerzos y objetivos compartidos o conformarse con una concepción utilitaria de la Unión, un mercado único, en el que cada miembro deberá apechugar con sus problemas y desequilibrios. La oposición de los países ‘frugales’ –asistidos por otros Estados ‘pequeños’, como se vio en la elección para la presidencia del Eurogrupo– apunta a una suerte de rebelión frente al eje franco-alemán que puede terminar por reducir a la UE a un conjunto de agrupaciones de intereses en lugar de reforzar un bloque político, económico y social capaz de fortificar su lugar en un mundo bipolar.
Brexit Y Trump
La tendencia hizo eclosión en junio de 2016, cuando los ingleses eligieron abandonar la UE. Y no ha hecho más que acelerar desde que Boris Johnson se proclamó primer ministro hace un año. Las negociaciones para lograr un acuerdo amistoso antes de que se consuma el divorcio continúan estancadas, sin que Downing Street exhiba gran apetito por revitalizarlas.
Al contrario, en los últimos días, Londres ha mostrado más interés en proclamar su alejamiento de los consensos europeos al decidir que Huawei quedará excluida del despliegue de la red 5G en su país. Por su lado, la responsable británica de Interior, Priti Patel, acaba de desvelar los detalles de la nueva política de inmigración, que endurece las exigencias a quienes aspiren a la residencia, incluidos los nacionales de la UE. El proyecto abarca, incluso, a los turistas europeos, que a partir de enero deberán solicitar un permiso telemático antes de viajar al Reino Unido.
Las medidas suponen un nuevo alineamiento de Johnson con la posición de Donald Trump frente a China (Trump exige a sus aliados que, entre otras cosas, rompan con Huawei alegando razones de seguridad) y lo enfrentan con sus hasta ahora socios continentales, partidarios de una actitud menos confrontacional con Beijing. A medida que se acerca la fecha en que obligaría levantar fronteras ‘duras’ entre Gran Bretaña y la UE, la posibilidad de una ruptura sin acuerdo se acerca al nivel de probabilidad. Sus consecuencias económicas, comerciales y humanas serán graves para los británicos, pero también para la Unión.
Johnson puede verse contrariado en sus planes respecto de los EE.UU. a partir del 3 de noviembre. Si Donald Trump resulta derrotado por Joe Biden en las elecciones presidenciales, cabe esperar una revitalización de los vínculos tradicionales entre Washington y Europa que el actual presidente se ha empeñado metódicamente en debilitar. Una administración demócrata no cambiaría radicalmente de postura respecto de China, pero mitigaría la guerra fría comercial, económica y política en la que Trump fía su apuesta por la reelección. La desastrosa gestión de la pandemia por el Gobierno federal y el rechazo de una amplia parte del electorado al sesgo racista de la Casa Blanca han abierto en los últimos meses la única vía capaz de culminar en una derrota de Trump. El desenlace de la contienda tendrá consecuencias globales significativas. La victoria de Biden abriría un retorno norteamericano
El Reino Unido se posiciona con los EE.UU. y deja de lado a la UE en sus relaciones institucionales
a la institucionalidad internacional y a la cooperación multilateral. Cuatro años más de Trump, por el contrario, intensificarían su deriva nacional-populista hasta extremos imprevisibles. Más que nunca, el 3 de noviembre se cumplirá el viejo aforismo de las cancillerías mundiales: «Las elecciones norteamericanas son las más importantes en las que no participamos».
Todo puede empeorar
Todos estos procesos geopolíticos tendrán una incidencia capital en la política y la economía del mundo posCovid. Y España no será ajeno a ninguno. El fracaso en obtener una aportación del fondo europeo de recuperación sin exigencias de recortes y reformas drásticas determinará en gran medida la supervivencia política de Pedro Sánchez. La relación futura de la UE con el Reino Unido condicionará la balanza comercial entre ambos países (muy favorable a España) y el rendimiento de los 80.000 millones de euros a los que ascienden las inversiones españolas en banca, telecomunicaciones, infraestructuras y hoteles, entre otros sectores. Por no hablar del futuro de los 200.000 españoles residentes en las islas británicas, los 300.000 británicos que viven en España y los 18 millones que visitaron nuestro país en 2019. Y la elección presidencial de los EE.UU. determinará si Trump tiene tiempo para castigar con aranceles el alejamiento de Madrid de su política.
Lo que ocurra en lo que resta de 2020 será trascendental para España. Si los dados caen a su favor (fondo de la UE; victoria demócrata en los EE. UU. y acuerdo británico con la UE), la recuperación de los estragos causados por el coronavirus será un poco menos difícil. Pero, si la suerte es adversa, todo será susceptible de empeorar.
Es crucial para las inversiones españolas un acuerdo exitoso entre Londres y Bruselas