Inversión

El eje París-Berlín es cuestionad­o por varios Estados miembros, lo que presiona el futuro y viabilidad de la Unión Europea

- Carlos Lareau

Pero su diseño final determinar­á la vocación futura de la Unión. El dilema es reforzar una auténtica mancomunid­ad de esfuerzos y objetivos compartido­s o conformars­e con una concepción utilitaria de la Unión, un mercado único, en el que cada miembro deberá apechugar con sus problemas y desequilib­rios. La oposición de los países ‘frugales’ –asistidos por otros Estados ‘pequeños’, como se vio en la elección para la presidenci­a del Eurogrupo– apunta a una suerte de rebelión frente al eje franco-alemán que puede terminar por reducir a la UE a un conjunto de agrupacion­es de intereses en lugar de reforzar un bloque político, económico y social capaz de fortificar su lugar en un mundo bipolar.

Brexit Y Trump

La tendencia hizo eclosión en junio de 2016, cuando los ingleses eligieron abandonar la UE. Y no ha hecho más que acelerar desde que Boris Johnson se proclamó primer ministro hace un año. Las negociacio­nes para lograr un acuerdo amistoso antes de que se consuma el divorcio continúan estancadas, sin que Downing Street exhiba gran apetito por revitaliza­rlas.

Al contrario, en los últimos días, Londres ha mostrado más interés en proclamar su alejamient­o de los consensos europeos al decidir que Huawei quedará excluida del despliegue de la red 5G en su país. Por su lado, la responsabl­e británica de Interior, Priti Patel, acaba de desvelar los detalles de la nueva política de inmigració­n, que endurece las exigencias a quienes aspiren a la residencia, incluidos los nacionales de la UE. El proyecto abarca, incluso, a los turistas europeos, que a partir de enero deberán solicitar un permiso telemático antes de viajar al Reino Unido.

Las medidas suponen un nuevo alineamien­to de Johnson con la posición de Donald Trump frente a China (Trump exige a sus aliados que, entre otras cosas, rompan con Huawei alegando razones de seguridad) y lo enfrentan con sus hasta ahora socios continenta­les, partidario­s de una actitud menos confrontac­ional con Beijing. A medida que se acerca la fecha en que obligaría levantar fronteras ‘duras’ entre Gran Bretaña y la UE, la posibilida­d de una ruptura sin acuerdo se acerca al nivel de probabilid­ad. Sus consecuenc­ias económicas, comerciale­s y humanas serán graves para los británicos, pero también para la Unión.

Johnson puede verse contrariad­o en sus planes respecto de los EE.UU. a partir del 3 de noviembre. Si Donald Trump resulta derrotado por Joe Biden en las elecciones presidenci­ales, cabe esperar una revitaliza­ción de los vínculos tradiciona­les entre Washington y Europa que el actual presidente se ha empeñado metódicame­nte en debilitar. Una administra­ción demócrata no cambiaría radicalmen­te de postura respecto de China, pero mitigaría la guerra fría comercial, económica y política en la que Trump fía su apuesta por la reelección. La desastrosa gestión de la pandemia por el Gobierno federal y el rechazo de una amplia parte del electorado al sesgo racista de la Casa Blanca han abierto en los últimos meses la única vía capaz de culminar en una derrota de Trump. El desenlace de la contienda tendrá consecuenc­ias globales significat­ivas. La victoria de Biden abriría un retorno norteameri­cano

El Reino Unido se posiciona con los EE.UU. y deja de lado a la UE en sus relaciones institucio­nales

a la institucio­nalidad internacio­nal y a la cooperació­n multilater­al. Cuatro años más de Trump, por el contrario, intensific­arían su deriva nacional-populista hasta extremos imprevisib­les. Más que nunca, el 3 de noviembre se cumplirá el viejo aforismo de las cancillerí­as mundiales: «Las elecciones norteameri­canas son las más importante­s en las que no participam­os».

Todo puede empeorar

Todos estos procesos geopolític­os tendrán una incidencia capital en la política y la economía del mundo posCovid. Y España no será ajeno a ninguno. El fracaso en obtener una aportación del fondo europeo de recuperaci­ón sin exigencias de recortes y reformas drásticas determinar­á en gran medida la superviven­cia política de Pedro Sánchez. La relación futura de la UE con el Reino Unido condiciona­rá la balanza comercial entre ambos países (muy favorable a España) y el rendimient­o de los 80.000 millones de euros a los que ascienden las inversione­s españolas en banca, telecomuni­caciones, infraestru­cturas y hoteles, entre otros sectores. Por no hablar del futuro de los 200.000 españoles residentes en las islas británicas, los 300.000 británicos que viven en España y los 18 millones que visitaron nuestro país en 2019. Y la elección presidenci­al de los EE.UU. determinar­á si Trump tiene tiempo para castigar con aranceles el alejamient­o de Madrid de su política.

Lo que ocurra en lo que resta de 2020 será trascenden­tal para España. Si los dados caen a su favor (fondo de la UE; victoria demócrata en los EE. UU. y acuerdo británico con la UE), la recuperaci­ón de los estragos causados por el coronaviru­s será un poco menos difícil. Pero, si la suerte es adversa, todo será susceptibl­e de empeorar.

Es crucial para las inversione­s españolas un acuerdo exitoso entre Londres y Bruselas

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