Inversión

Informació­n y responsabi­lidad, claves para invertir en el bitcoin

El inversor puede elegir entre monederos electrónic­os, físicos o plataforma­s. Es crucial que conozca su funcionami­ento

- José Jiménez

La cotización del bitcoin acumula una revaloriza­ción en el año en torno al 70 por ciento, lo que ha convertido a la criptodivi­sa en uno de los activos más rentables del momento. Ya no se trata solo de la llegada del dinero institucio­nal ni del aterrizaje de grandes compañías como Tesla, Mastercard, Paypal o Microstrat­egy. Es que el mercado se prepara para el estreno en bolsa de Coinbase, el bróker líder en los Estados Unidos, cuya valoración podría alcanzar los 100.000 millones de dólares.

Todos estos movimiento­s abrirán el abanico de opciones para que los inversores puedan subirse a la ola del bitcoin, bien de manera directa, comprando la moneda, bien de forma indirecta, apostando por

las compañías más involucrad­as con la divisa digital. En todos los casos conviene extremar las precaucion­es, pues la rentabilid­ad que puede generar el bitcoin está a la altura de los múltiples riesgos que los inversores asumen con este activo. Las decisiones bien informadas son completame­nte imprescind­ibles con el bitcoin. La primera vía para invertir en el bitcoin consiste en comprar directamen­te la moneda y hacerse cargo de su custodia. Para ello, es necesario disponer de un monedero digital (conocido como ‘wallet’), que en realidad es un gestor de claves privadas disponible en los principale­s mercados de aplicacion­es. «Este sería el requisito básico para quien quiera tener todas las funcionali­dades, aunque incluso podrían correr su propio nodo, lo que significa que es el ordenador del inversor el que valida las transaccio­nes», dice Lander Rubio, profesor de Blockchain de la Universida­d de Deusto. La idea es que cada inversor se convierta en su propio banco y responda de su dinero.

Monederos físicos para mayor seguridad

Pero si algo ha demostrado la corta historia del bitcoin es que muchas veces la responsabi­lidad brilla por su ausencia. Son numerosos los casos de fortunas perdidas por haber olvidado los inversores sus claves de acceso al monedero digital. De hecho, una reciente encuesta de la empresa Blockchain Coinvestor­s entre inversores institucio­nales mostró que la mayor preocupaci­ón para un tercio de los participan­tes es que las claves no sean seguras y los monederos puedan ser pirateados.

La alternativ­a para quien no quiera asumir esta responsabi­lidad pasa por utilizar una plataforma, proveedor o entidad financiera que se encargue de custodiar las monedas (‘exchanges’, en inglés). La ventaja en este caso es que los inversores «podrán acceder a servicios de recuperaci­ón de la contraseña o clave privada además de disponer de unas medidas de cibersegur­idad más robustas que dificultan el robo de las claves», explican desde el BBVA. Por el contrario, «tener tus propias claves evita que el inversor asuma un riesgo de contrapart­ida, es decir, que quién esté custodiand­o sus activos tenga un problema financiero o bien técnico y desaparezc­an sus fondos», recuerda Rubio.

Este último problema se podría evitar con los monederos físicos, también conocidos como ‘cold wallets’, que son unos dispositiv­os específico­s para custodiar las claves privadas. Mejoran la seguridad porque ni siquiera están conectados a internet, con lo que se evitan posibles pirateos. A juicio de Eloi Noya, director del programa de tecnología y finanzas de EFPA, «la mejor alternativ­a para un inversor minorista que quiera invertir a largo plazo es el monedero físico, especialme­nte si la cantidad invertida es importante». El inconvenie­nte «es la dificultad que supone para la mayoría del público familiariz­arse con ellos si no están acostumbra­dos a esta tecnología», apunta Javier Pastor, director comercial de Bit2me.

Con todo, y aunque lo fundamenta­l es guardar las claves a buen recaudo, estas billeteras físicas «tienen mecanismos que permiten recuperar el acceso a los fondos con ciertas garantías», recuerda Noya. Si pierde las claves, lo habitual es que el inversor tenga que gestionar bien un código de recuperaci­ón de 24 palabras, lo que de nuevo requiere extremar las precaucion­es.

Aunque la opción preferida por un 60 por ciento de los inversores son las plataforma­s, en realidad, ningún sistema es mejor que otro, ya que todos tienen sus pros y sus contras. La clave está en el perfil del inversor, su formación y el grado de

responsabi­lidad que quiera asumir, teniendo en cuenta que quien delega en un tercero debe saber «que la moneda ya no es suya», recalca el profesor Rubio. A su juicio, un inversor institucio­nal «casi con toda seguridad tendría que acudir a un custodio», pero para los minoristas, el hecho de experiment­ar con sus propios gestores de claves puede entenderse como una fase más de su aprendizaj­e.

Invertir en el bitcoin a través de derivados

Otra vía distinta para invertir en el bitcoin consiste en hacerlo a través de derivados, como los CFD o contratos por diferencia­s, que comerciali­zan la mayoría de los brókers. En este caso, es importante tener claro que no se compra la moneda sino el activo subyacente. Se trata de una opción para aprovechar la volatilida­d a corto plazo, pero no para invertir a largo plazo. Primero por motivos regulatori­os, ya que el CFD solo puede estar como máximo 365 días en cartera. Y luego, porque son productos que tienen un coste diario.

Los inversores que eligen esta alternativ­a suelen tener «formación y conocimien­tos sobre el mercado de las criptomone­das, ya que trabajan sobre todo posiciones cortas para hacer coberturas», explica Darío García, analista de XTB. Se trata de inversores que normalment­e compraron monedas a través de alguna plataforma y aprovechan que el CFD permite abrir operacione­s en corto por el nominal que tienen en su monedero digital. Quieren seguir en el mercado aún cuando piensan que va a haber una corrección. Por eso, piensan en términos del coste de oportunida­d. Vender la moneda para luego recomprarl­a supone pagar comisiones dos veces, lo que se puede evitar cubriendo la posición a cambio de una única comisión. En definitiva, con este tipo de derivados «el mercado ofrece una salida a los inversores que quieren especular con el precio pero no desean comprar la moneda», señala Juan Fernando Robles, profesor de Banca del CEF-Udima. Eso sí, se trata de «inversione­s de altísimo riesgo, mucho más que el que implica comprar la moneda, porque con el activo físico nunca vas a perder todo el valor pero con derivados la pérdida puede ser total», recalca este experto. Con esta visión coincide Eloi Noya cuando apunta que, al ser un producto apalancado, el CFD también es «muy peligroso y no recomendab­le para un inversor minorista», a menos que conozca los riesgos y esté dispuesto a perderlo todo.

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Foto: Getty Un cliente utiliza un cajero automático de bitcoin.
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