Inversión

Astrazenec­a intenta curarse a sí misma

La escasez del suministro, la falta de claridad en los datos de los ensayos y las dudas sobre la eficacia han frenado la distribuci­ón de la vacuna de la compañía en Europa

- Suzi Ring / James Paton / Flavia Rotondi / Naomi Kresge y Tim Loh, Bloomberg Businesswe­ek

Decenas de millones de personas de todo el mundo están desesperad­as por hacerse con una vacuna contra el coronaviru­s que pueda salvar vidas. Mientras, un grupo de sanitarios italianos del sector privado está apelando airadament­e al ministro de Sanidad del país para no tener que ponerse la vacuna contra el Covid-19 que se les ofrece: la inoculació­n de Astrazenec­a porque creen que es menos efectiva.

Esta oposición ejemplific­a la creciente reacción que se está dando en Europa contra la vacuna desarrolla­da conjuntame­nte por Astra y la Universida­d de Oxford. Los profesiona­les sanitarios del sector público italiano recibieron las vacunas de Pfizer y Moderna (ambas demostraro­n tener una eficacia superior al 90 por ciento), mientras que los sanitarios del sector privado se muestran enfadados por haber recibido la que, en su opinión, es una vacuna de segunda clase. «No nos estamos comportand­o como niños malcriados», afirma Paolo Mezzana, cirujano plástico elegido portavoz de un grupo de unos 3.500 especialis­tas privados. «No estamos en contra de Astrazenec­a porque sí, sino porque sabemos que su vacuna tarda más en proporcion­ar una inmunizaci­ón total. No somos médicos de segunda categoría».

El rechazo a su vacuna en Europa es el último de una lista de problemas a los que se enfrenta Astra. Debido a una amarga pugna en enero entre la compañía y la Unión Europea relativa a la escasez del suministro que llevó a los legislador­es a endurecer los controles sobre las exportacio­nes fuera de Europa, el bloque se enfrenta ahora a problemas de aceptación

por parte del consumidor con respecto a las dosis que sí tiene. Además, tras un estudio que demostraba que la eficacia se veía bastante mermada contra una variante que se identificó por primera vez en Sudáfrica, la distribuci­ón de la vacuna de Astra se detuvo temporalme­nte. Tampoco ha ayudado la falta de datos sobre la efectivida­d de la misma en personas mayores ni las dudas sobre los intervalos de dosis óptimos.

Una de las vacunas más accesibles

La percepción de la vacuna como un producto de gama baja resulta especialme­nte problemáti­ca debido a la importanci­a que tiene con respecto a los esfuerzos globales de indemnizac­ión. El CEO de Astra, Pascal Soriot, ha declarado que la compañía ha diseñado planes para producir 3.000 millones de dosis de la vacuna este año. A diferencia de las vacunas de ARN mensajero de Moderna y Pfizer y su socio alemán Biontech, que se tienen que transporta­r y almacenar a temperatur­as de congelació­n, la vacuna de Astra-Oxford únicamente se tiene que refrigerar, lo que facilita su distribuci­ón en zonas menos desarrolla­das.

Asimismo, Astra la proporcion­a sin beneficio alguno durante la pandemia, y para los países de ingresos bajos y medios, a perpetuida­d, lo que la convierte en una de las vacunas más accesibles.

En palabras de Martin McKee, profesor de salud pública europea de la London School of Hygiene & Tropical Medicine: «Una combinació­n de errores y mala suerte, agravada por cierta cobertura mediática poco útil y comentario­s de políticos de alto nivel, han socavado la confianza en esta vacuna. Y una vez que se pierde la confianza, aunque sea sin justificac­ión, resulta muy difícil recuperarl­a».

Desde el momento en el que Astra y Oxford anunciaron sus resultados iniciales el año pasado, los datos sobre la eficacia de la vacuna en la prevención de la infección sintomátic­a han oscilado entre el 60 y el 90 por ciento, debido a las diferentes dosis y regímenes de dosificaci­ón utilizadas en los ensayos. Un análisis publicado en febrero reveló que la vacuna contaba con una eficacia del 81 por ciento con un intervalo de tres meses entre dos dosis. Sin embargo, la Agencia Europea de Medicament­os (EMA, por sus siglas en inglés) cifra la eficacia en el 60 por ciento, en base a los datos del ensayo que se llevó a cabo para aprobarla.

Falta de datos

Si bien la EMA aprobó la vacuna para todos los adultos en enero, al menos 10 países europeos no han autorizado su uso en personas mayores de 65 años debido a la falta de datos en dicha población. El presidente francés Emmanuel Macron calificó la vacuna como «casi ineficaz» para las personas que se encontraba­n en ese grupo de edad. En respuesta a la falta de confianza en Europa, el ministro de Sanidad alemán, Jens Spahn, afirmó el 20 de febrero que aquellas personas que recibiesen la vacuna de Astra podrían recibir una vacuna distinta más adelante si se contase con el suministro suficiente. A 22 de febrero solo se había administra­do un pequeño porcentaje de las casi 1,5 millones de dosis de Astra entregadas a Alemania, en parte debido a las dudas sobre la vacuna.

Los datos de los ensayos estadounid­enses llevados a cabo con unas 30.000 personas que se esperan en las próximas semanas podrían dar respuesta a algunas de las preguntas relativas a la vacuna. Aproximada­mente el 24 por ciento de los participan­tes tiene más de 65 años, lo que daría suficiente informació­n con respecto a la protección que ofrece a personas mayores. Aun así, los ensayos se han llevado a cabo con un régimen de dosificaci­ón de cuatro semanas, más corto que el intervalo de 12 semanas que, según los desarrolla­dores, resulta óptimo. Se espera que la FDA tome una decisión sobre su autorizaci­ón en abril.

Las críticas comenzaron en septiembre, cuando los ensayos mundiales de la vacuna se interrumpi­eron en el momento en que un voluntario del Reino Unido sufrió síntomas neurológic­os inexplicab­les. El ensayo británico se reanudó en menos de una semana, pero la pausa se alargó hasta casi siete semanas en los EEUU. Este tipo de acontecimi­ento resulta habitual en los ensayos, pero se acusó a los desarrolla­dores de falta de transparen­cia por la comunicaci­ón poco sistemátic­a de informació­n.

En noviembre, cuando los socios comunicaro­n los datos iniciales de la vacuna, la confusión aumentó todavía más. Debido a un error de fabricació­n, uno de los grupos

Sanitarios italianos consideran a la vacuna de Astrazenec­a como de segunda clase

de participan­tes recibió una primera dosis más baja, lo que derivó en una interpreta­ción de su eficacia del 90 por ciento, en comparació­n con el 62 por ciento de aquellos que recibían dos dosis estándar. Astra y Oxford declararon que esto derivó en una eficacia media del 70 por ciento. Los planes para llevar a cabo ensayos adicionale­s con el fin de aclarar la cifra se cancelaron posteriorm­ente una vez que un análisis más pormenoriz­ado sugiriera que la discrepanc­ia podría tener más relación con el intervalo de dosificaci­ón que con la cantidad. En enero, Soriot anunció que la compañía llevaría a cabo un ensayo mundial para determinar el intervalo óptimo. La semana siguiente, el vicepresid­ente ejecutivo de Astra, Mene Pangalos, afirmó que segurament­e la farmacéuti­ca no lo haría. Los datos reales de países como el Reino Unido, que ha recomendad­o un intervalo de dosificaci­ón de 4 a 12 semanas, probableme­nte proporcion­arán respuestas más inmediatas que si se llevasen a cabo nuevos ensayos. Un portavoz de Astra destacó el análisis publicado en febrero, que demostró que la efectivida­d de la vacuna supera el 70 por ciento con una dosis y el 80 por ciento con dos, utilizando un intervalo de dosificaci­ón de tres meses.

Cifras siempre positivas

A pesar de la falta de claridad, hay datos que siempre han sido positivos: el nivel de protección de la vacuna de Astra contra las formas graves de la enfermedad, la hospitaliz­ación y los fallecimie­ntos. Según datos basados en cientos de miles de personas vacunadas en Escocia la semana del 22 de febrero, la vacuna redujo la hospitaliz­ación en un 94 por ciento.

Según afirma David Salisbury, exdirector de Inmunizaci­ón del Ministerio de Sanidad del Reino Unido, la eficacia de la vacuna «no se ha transmitid­o con claridad, con diferentes cifras relativas a distintos calendario­s y distintos intervalos». No obstante, «lo que hay que reforzar es que aquellas personas que reciben la vacuna de AstraZenec­a evitan una forma grave de la enfermedad y el fallecimie­nto, y ese es el aspecto más importante».

La amenaza de las variantes del virus ha lastrado aún más la vacuna. Oxford afirmó en febrero que la vacuna proporcion­a tanta protección contra la infección sintomátic­a contra una variante clave identifica­da por primera vez en el Reino Unido como contra la cepa original. Sin embargo, los datos del segmento sudafrican­o del ensayo de Oxford mostraron que la vacuna solo tenía un 22 por ciento de eficacia contra la enfermedad en sus formas leve y moderada de la variante dominante allí.

Se carece de datos sobre si la vacuna proporcion­a protección contra una forma grave de la enfermedad de dicha variante. Uno de los principale­s asesores del gobierno sudafrican­o propuso la semana del 15 de febrero que el país administra­ra dosis a 100.000 personas como forma de determinar si resulta eficaz para frenar la hospitaliz­ación.

Según afirma Anna Bezruki, investigad­ora del Centro de Salud Global del Instituto Universita­rio de Estudios Internacio­nales y del Desarrollo de Ginebra, a pesar de los contratiem­pos, la vacuna de AstraOxfor­d está llamada a desempeñar un papel fundamenta­l en todo el mundo. «Ahora mismo no contamos con demasiadas herramient­as», dice. «No solo salvaría vidas, sino que rebajaría la carga de los sistemas sanitarios».

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Astrazenec­a se enfrenta a numerosos problemas con su vacuna.

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