La inversión pública más rentable de la historia
El plan del FMI, la OMS, el Banco Mundial y la OMC de 50.000 millones para acabar con el Covid-19 tendría un retorno de 9 billones de dólares
Porque no puede haber un final para la crisis económica sin acabar primero con la pandemia de coronavirus y porque nadie estará a salvo de esta enfermedad hasta que todos lo estemos, algunas de las principales organizaciones multilaterales del planeta han propuesto un plan que cifra en 50.000 millones de dólares la inversión necesaria para dejar atrás esta oscura etapa de la historia de la humanidad a través de la vacunación masiva de la población de los países más pobres.
Se trata de una cantidad de dinero importante pero poco más que migajas para los países desarrollados si tenemos en cuenta que solo representa el 0,2 por ciento del PIB del G7. Asimismo, se trata de una cuantía muy inferior a los paquetes de estímulo multimillonarios que las principales potencias del planeta han gastado en reactivar sus economías (unos dos billones de dólares en el caso del plan estadounidense y cerca de 750.000 millones de euros en la Unión Europea).
Pero, además, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización Mundial de la Salud y la Organización Mundial de Comercio calculan que los beneficios económicos de este plan serían muy superiores a la inversión requerida. En concreto, cifran en 9 billones de dólares los retornos que esto supondría para la economía global, a los que habría que sumar un billón adicional para las economías avanzadas en forma de ingresos fiscales. Es decir, que estamos hablando, «posiblemente, de la inversión pública con más retorno de la historia», enfatiza el informe elaborado por el FMI y respaldado por el resto de organismos.
«Es algo que merece de verdad la pena y que se podría comparar con el esfuerzo
realizado después de la Segunda Guerra Mundial a través del Plan Marshal. Fue muy útil para ayudar a recuperar las economías europeas y generó beneficios muy superiores a la inversión realizada, no solo en el Viejo Continente sino también en Estados Unidos, financiador del programa», explica Raymond Torres, director de Coyuntura y Análisis Internacional de Funcas. Unos beneficios que entonces superaron la dimensión económica alcanzando a la esfera geopolítica al igual que podría ocurrir ahora con este plan, al contribuir a mitigar las presiones migratorias provocadas por el incremento de la pobreza asociado a la pandemia. «Algo muy importante para nuestro país», explica Torres. Y es que España podría ser uno de los países desarrollados más beneficiados por este programa debido a su carácter de potencia turística y a sus inversiones en Latinoamérica y el norte de África, donde las campañas de vacunación van mucho más retrasadas. Aunque, lógicamente, se trata de un proyecto aún más crucial para los receptores de esas vacunas y, en especial, para el continente africano, que va claramente rezagado en esta materia. Pero también hay otras zonas que recibirían esta ayuda con los brazos abiertos. Es el caso de India que, de mantener la tendencia actual, tardará 2,4 años en inmunizar a un 75 por ciento de su población, frente a 5 meses en promedio de la Unión Europea y 4 meses en Estados Unidos, según cálculos de Singular Bank.
El riesgo de las variantes
Si bien, hay que recordar que la ausencia de inmunidad en grandes capas de la población incrementa el riesgo de que surjan variantes resistentes a las vacunas que obliguen al planeta entero a volver al punto de partida, por lo que conviene superar la narrativa de ganadores y perdedores.
«En ausencia de acciones urgentes, muchos países emergentes y en desarrollo tendrán que esperar hasta finales de 2022 o más para tener bajo control la pandemia. Eso puede ser demasiado tarde no solo para esos países sino para el planeta en su conjunto. Estamos juntos en esto», advierte en este sentido el documento del FMI. «La catastrófica segunda ola en India y lo
sucedido en Brasil indican que lo peor podría estar aún por llegar en los países emergentes. Y eso presenta un problema no solo para estos países sino para la sociedad global al completo», añade el informe del FMI.
Por eso, el plan aboga por vacunar al menos al 40 por ciento de la población mundial antes de finales de 2021, aunque ese porcentaje debería elevarse hasta al menos el 60 por ciento para mediados de 2022.
Para ello, será necesario que los países actúen de manera coordinada no solo en la financiación de los fondos precisos para ponerlo en marcha sino también en lo referente a la donación de sus vacunas sobrantes, al fortalecimiento de los sistemas de salud de los países más vulnerables, al incremento de los test y el rastreo de casos, a la eliminación de trabas a la exportación de los ingredientes de las vacunas y al aumento de la capacidad de producción de las mismas.
Sin olvidar el incremento de la vigilancia genómica para controlar las posibles variantes que puedan surgir y la elaboración de un plan de contingencia para lidiar con los diferentes escenarios de mutación en colaboración con los países, las agencias multilaterales, los desarrolladores y productores de vacunas.
«Acabar con la pandemia es posible pero se requiere de una acción global más
coordinada», enfatiza el documento. Para España, la principal dificultad será la busca de financiación debido a sus elevados niveles de endeudamiento. Si bien, el FMI asevera que, de esos 50.000 millones, solo 35.000 deberán ser donados por los países ricos (el resto serían abonados por los receptores de vacunas a través de préstamos con las instituciones supranacionales). Y, de estos 35.000 millones, unos 22.000 ya han sido comprometidos bajo la iniciativa de la OMS ACT Acelerator, por lo que solo quedarían 13.000 millones adicionales por recaudar. Un precio tremendamente barato para poner fin a esta pesadilla y cuyos efectos también se dejarían sentir en los mercados, según explican los expertos, al igual que ha sucedido con los planes de estímulo estadounidenses y europeos.
Los sectores beneficiados del plan
En ese sentido, los «beneficiados directos serían aquellas compañías relacionadas con la fabricación y distribución de la vacuna», según Victoria Torre, responsable de análisis y selección de fondos de Singular Bank. Estaríamos hablando de Pfizer, Moderna y Astrazeneca, entre otros.
Pero, más allá de eso, también sería bueno para «todos aquellos sectores de la economía más estrechamente dependientes de las restricciones de movilidad, como el transporte, el turismo, la hostelería y, de forma general, la economía global, que requiere de una inmunización generalizada para poder volver progresivamente a una situación de normalidad», añade esta profesional.
Dimitrios Nteventzis, gestor del MainFirst especializado en emergentes, cree que estos mercados también incrementarían su potencial: «Es de esperar que estas políticas sean especialmente beneficiosas para las empresas con una fuerte exposición a la economía local de los mercados emergentes y fronterizos, incluidas las financieras, de consumo y de transporte y turismo».
Pero, por mucho que los beneficios estén claros, queda un importante obstáculo por solventar: que los diferentes países se pongan de acuerdo para ponerlo en marcha, algo que podría llevar tiempo pues aunque existe un consenso global acerca de la necesidad de vacunar a toda la población mundial, lo cierto es que los estados están priorizando a sus nacionales. «Aunque coincidas en un principio general, luego hay que ponerse de acuerdo y obtener la financiación. Por ejemplo, hay que concretar los beneficiarios. Chile es emergente, pero ha vacunado a casi todo el mundo; Rusia, China, India o Cuba son emergentes, pero producen vacunas. Por supuesto, también están Afganistán o Kenia, que no disponen de vacunas, pero hay diferentes casos y eso requiere tiempo», advierte Torre. Si bien, los riesgos de no alcanzar un pacto para afrontar este problema son enormes. Por un lado, está el peligro sanitario de mutaciones más peligrosas si permitimos que el virus siga extendiéndose por los países más vulnerables. En segundo lugar, está el riesgo económico de una recuperación desigual, ya que algunos países emergentes se quedarán rezagados al seguir aplicando medidas restrictivas cuando los casos aumenten. También hay importantes efectos de segundo orden, como la escasez de oferta de productos básicos y la inestabilidad política en determinadas regiones. «Por último, pero no por ello menos importante, una recuperación desigual puede hacer que se pierdan los avances tan duramente conseguidos en la lucha contra la pobreza extrema», apunta Nventzis. Pero es que, además, «lo que te ahorras entre comillas no ayudando a esos países a vacunarse, lo pierdes con imagos de deuda», según apunta Torres, pues se da la circunstancia de que algunos de estos países como Argentina o Turquía están inmersos en programas del FMI.
Perder 3 billones de dólares
Por todo ello, Torres resume: «El coste de no hacer estas cosas es muy difícil de cuantificar. Pero podría producirse una nueva recesión mundial si las mutaciones sucesivas del virus hicieran que las vacunas dejasen de hacer efecto. Es como si estuviéramos ante un nuevo virus y hubiera que reinventar una inmunización. Eso sería gravísimo. No quiero ni pensarlo. Probablemente, el riesgo máximo podría ser lo que cayó la economía mundial en 2020 con respecto a 2019. Y eso fueron unos 3 billones de dólares. Como 60 veces más que los 50.000 millones».