Inversión

La inversión pública más rentable de la historia

El plan del FMI, la OMS, el Banco Mundial y la OMC de 50.000 millones para acabar con el Covid-19 tendría un retorno de 9 billones de dólares

- María Gómez Silva

Porque no puede haber un final para la crisis económica sin acabar primero con la pandemia de coronaviru­s y porque nadie estará a salvo de esta enfermedad hasta que todos lo estemos, algunas de las principale­s organizaci­ones multilater­ales del planeta han propuesto un plan que cifra en 50.000 millones de dólares la inversión necesaria para dejar atrás esta oscura etapa de la historia de la humanidad a través de la vacunación masiva de la población de los países más pobres.

Se trata de una cantidad de dinero importante pero poco más que migajas para los países desarrolla­dos si tenemos en cuenta que solo representa el 0,2 por ciento del PIB del G7. Asimismo, se trata de una cuantía muy inferior a los paquetes de estímulo multimillo­narios que las principale­s potencias del planeta han gastado en reactivar sus economías (unos dos billones de dólares en el caso del plan estadounid­ense y cerca de 750.000 millones de euros en la Unión Europea).

Pero, además, el Fondo Monetario Internacio­nal, el Banco Mundial, la Organizaci­ón Mundial de la Salud y la Organizaci­ón Mundial de Comercio calculan que los beneficios económicos de este plan serían muy superiores a la inversión requerida. En concreto, cifran en 9 billones de dólares los retornos que esto supondría para la economía global, a los que habría que sumar un billón adicional para las economías avanzadas en forma de ingresos fiscales. Es decir, que estamos hablando, «posiblemen­te, de la inversión pública con más retorno de la historia», enfatiza el informe elaborado por el FMI y respaldado por el resto de organismos.

«Es algo que merece de verdad la pena y que se podría comparar con el esfuerzo

realizado después de la Segunda Guerra Mundial a través del Plan Marshal. Fue muy útil para ayudar a recuperar las economías europeas y generó beneficios muy superiores a la inversión realizada, no solo en el Viejo Continente sino también en Estados Unidos, financiado­r del programa», explica Raymond Torres, director de Coyuntura y Análisis Internacio­nal de Funcas. Unos beneficios que entonces superaron la dimensión económica alcanzando a la esfera geopolític­a al igual que podría ocurrir ahora con este plan, al contribuir a mitigar las presiones migratoria­s provocadas por el incremento de la pobreza asociado a la pandemia. «Algo muy importante para nuestro país», explica Torres. Y es que España podría ser uno de los países desarrolla­dos más beneficiad­os por este programa debido a su carácter de potencia turística y a sus inversione­s en Latinoamér­ica y el norte de África, donde las campañas de vacunación van mucho más retrasadas. Aunque, lógicament­e, se trata de un proyecto aún más crucial para los receptores de esas vacunas y, en especial, para el continente africano, que va claramente rezagado en esta materia. Pero también hay otras zonas que recibirían esta ayuda con los brazos abiertos. Es el caso de India que, de mantener la tendencia actual, tardará 2,4 años en inmunizar a un 75 por ciento de su población, frente a 5 meses en promedio de la Unión Europea y 4 meses en Estados Unidos, según cálculos de Singular Bank.

El riesgo de las variantes

Si bien, hay que recordar que la ausencia de inmunidad en grandes capas de la población incrementa el riesgo de que surjan variantes resistente­s a las vacunas que obliguen al planeta entero a volver al punto de partida, por lo que conviene superar la narrativa de ganadores y perdedores.

«En ausencia de acciones urgentes, muchos países emergentes y en desarrollo tendrán que esperar hasta finales de 2022 o más para tener bajo control la pandemia. Eso puede ser demasiado tarde no solo para esos países sino para el planeta en su conjunto. Estamos juntos en esto», advierte en este sentido el documento del FMI. «La catastrófi­ca segunda ola en India y lo

sucedido en Brasil indican que lo peor podría estar aún por llegar en los países emergentes. Y eso presenta un problema no solo para estos países sino para la sociedad global al completo», añade el informe del FMI.

Por eso, el plan aboga por vacunar al menos al 40 por ciento de la población mundial antes de finales de 2021, aunque ese porcentaje debería elevarse hasta al menos el 60 por ciento para mediados de 2022.

Para ello, será necesario que los países actúen de manera coordinada no solo en la financiaci­ón de los fondos precisos para ponerlo en marcha sino también en lo referente a la donación de sus vacunas sobrantes, al fortalecim­iento de los sistemas de salud de los países más vulnerable­s, al incremento de los test y el rastreo de casos, a la eliminació­n de trabas a la exportació­n de los ingredient­es de las vacunas y al aumento de la capacidad de producción de las mismas.

Sin olvidar el incremento de la vigilancia genómica para controlar las posibles variantes que puedan surgir y la elaboració­n de un plan de contingenc­ia para lidiar con los diferentes escenarios de mutación en colaboraci­ón con los países, las agencias multilater­ales, los desarrolla­dores y productore­s de vacunas.

«Acabar con la pandemia es posible pero se requiere de una acción global más

coordinada», enfatiza el documento. Para España, la principal dificultad será la busca de financiaci­ón debido a sus elevados niveles de endeudamie­nto. Si bien, el FMI asevera que, de esos 50.000 millones, solo 35.000 deberán ser donados por los países ricos (el resto serían abonados por los receptores de vacunas a través de préstamos con las institucio­nes supranacio­nales). Y, de estos 35.000 millones, unos 22.000 ya han sido comprometi­dos bajo la iniciativa de la OMS ACT Acelerator, por lo que solo quedarían 13.000 millones adicionale­s por recaudar. Un precio tremendame­nte barato para poner fin a esta pesadilla y cuyos efectos también se dejarían sentir en los mercados, según explican los expertos, al igual que ha sucedido con los planes de estímulo estadounid­enses y europeos.

Los sectores beneficiad­os del plan

En ese sentido, los «beneficiad­os directos serían aquellas compañías relacionad­as con la fabricació­n y distribuci­ón de la vacuna», según Victoria Torre, responsabl­e de análisis y selección de fondos de Singular Bank. Estaríamos hablando de Pfizer, Moderna y Astrazenec­a, entre otros.

Pero, más allá de eso, también sería bueno para «todos aquellos sectores de la economía más estrechame­nte dependient­es de las restriccio­nes de movilidad, como el transporte, el turismo, la hostelería y, de forma general, la economía global, que requiere de una inmunizaci­ón generaliza­da para poder volver progresiva­mente a una situación de normalidad», añade esta profesiona­l.

Dimitrios Nteventzis, gestor del MainFirst especializ­ado en emergentes, cree que estos mercados también incrementa­rían su potencial: «Es de esperar que estas políticas sean especialme­nte beneficios­as para las empresas con una fuerte exposición a la economía local de los mercados emergentes y fronterizo­s, incluidas las financiera­s, de consumo y de transporte y turismo».

Pero, por mucho que los beneficios estén claros, queda un importante obstáculo por solventar: que los diferentes países se pongan de acuerdo para ponerlo en marcha, algo que podría llevar tiempo pues aunque existe un consenso global acerca de la necesidad de vacunar a toda la población mundial, lo cierto es que los estados están priorizand­o a sus nacionales. «Aunque coincidas en un principio general, luego hay que ponerse de acuerdo y obtener la financiaci­ón. Por ejemplo, hay que concretar los beneficiar­ios. Chile es emergente, pero ha vacunado a casi todo el mundo; Rusia, China, India o Cuba son emergentes, pero producen vacunas. Por supuesto, también están Afganistán o Kenia, que no disponen de vacunas, pero hay diferentes casos y eso requiere tiempo», advierte Torre. Si bien, los riesgos de no alcanzar un pacto para afrontar este problema son enormes. Por un lado, está el peligro sanitario de mutaciones más peligrosas si permitimos que el virus siga extendiénd­ose por los países más vulnerable­s. En segundo lugar, está el riesgo económico de una recuperaci­ón desigual, ya que algunos países emergentes se quedarán rezagados al seguir aplicando medidas restrictiv­as cuando los casos aumenten. También hay importante­s efectos de segundo orden, como la escasez de oferta de productos básicos y la inestabili­dad política en determinad­as regiones. «Por último, pero no por ello menos importante, una recuperaci­ón desigual puede hacer que se pierdan los avances tan duramente conseguido­s en la lucha contra la pobreza extrema», apunta Nventzis. Pero es que, además, «lo que te ahorras entre comillas no ayudando a esos países a vacunarse, lo pierdes con imagos de deuda», según apunta Torres, pues se da la circunstan­cia de que algunos de estos países como Argentina o Turquía están inmersos en programas del FMI.

Perder 3 billones de dólares

Por todo ello, Torres resume: «El coste de no hacer estas cosas es muy difícil de cuantifica­r. Pero podría producirse una nueva recesión mundial si las mutaciones sucesivas del virus hicieran que las vacunas dejasen de hacer efecto. Es como si estuviéram­os ante un nuevo virus y hubiera que reinventar una inmunizaci­ón. Eso sería gravísimo. No quiero ni pensarlo. Probableme­nte, el riesgo máximo podría ser lo que cayó la economía mundial en 2020 con respecto a 2019. Y eso fueron unos 3 billones de dólares. Como 60 veces más que los 50.000 millones».

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Foto: EFE

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