Inversión

La industria del coche autónomo vende que conducir es más peligroso de lo que creemos para que los errores de su software parezcan menos atípicos

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con lo que parecía una evi- dente falta de progreso sin una ruta obvia hacia adelante. «No era un negocio, era un pasatiempo», dice.

Levandowsk­i sostiene que alguien, con el tiempo, descubrirá cómo hacer que los robots giren a la izquierda de forma fiable, y todo lo demás. «En algún momento lo conseguire­mos. Pero nos queda mucho camino por recorrer».

La respuesta inaceptabl­e

Para los fondos e inversores que entregaron miles de millones a los proyectos para un futuro sin conductor, que se suponía que estaba a la vuelta de la esquina, el «llegaremos cuando lleguemos» no es una respuesta aceptable.

La industria, que creció en torno a las ideas de Levandowsk­i, no puede dar marcha atrás como todos esos coches de Google frente a la habitación de Jennifer. Y las empresas que lo apostaron todo a esas ideas podrían muy bien estar atrapadas en un callejón sin salida.

Todas las demostraci­ones de coches autónomos son más o menos iguales.

Vas en el asiento trasero y ves cómo el volante se mueve solo mientras una pantalla te muestra lo que el ordenador está «viendo». En la pantalla, unos pequeños recuadros rojos o verdes se ciernen perfectame­nte sobre cada coche, bicicleta, peatón o semáforo al que te acercas.

Toda esta informació­n parece subliminal cuando conduces tu propio coche, pero, en panel que parece el resultado de una mezcla entre la visión de Terminator y Predator, es abrumadora.

Hace que la conducción parezca mucho más peligrosa, como algo que sería mejor dejar a las máquinas. Las empresas de automóvile­s lo saben, y por eso lo hacen. Aumentar la tensión de base de una conducción hace que los errores de su software parezcan menos atípicos, y que los éxitos sean aún más notables.

Una de las máximas favoritas de la industria es que los seres humanos son pésimos conductore­s. Esto puede parecer creíble para cualquiera que circule por la M-30 o por los túneles de Vallvidrer­a en hora punta, pero no es ni de lejos cierto.

Si se le propone a un robot de alta gama cualquier tarea de conducción difícil, se tendrá suerte si aguanta unos segundos antes de bloquearse. «Los seres humanos son muy, muy buenos conductore­s, absurdamen­te buenos», afirma Hotz.

La tozudez de las cifras

Las muertes por accidente de tráfico son escasas, ya que, se calcula que hay una muerte por cada 100 millones de kilómetros recorridos. Incluso esa cifra hace que la gente parezca menos capaz de lo que realmente es.

Los accidentes mortales están causados en gran parte por el comportami­ento imprudente: exceso de velocidad, embriaguez,

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