La recaudación fiscal no se verá tan potenciada en 2023 como lo ha sido en 2022
Para el consumo privado se prevé un crecimiento del 1,3 por ciento, es decir, una décima más que en 2022. Los consumidores españoles sí que son resilientes, pues ni la inflación, ni haber tirado de ahorros, ni los incrementos en la presión fiscal parecen arredrarle a la hora de atacar los lineales. Francamente, no me lo paso a creer. En cuanto al comercio exterior, este año 2022 ha ayudado a mejorar la demanda, pero el Gobierno no confía en que el efecto continúe y tiene razón, aquí no vamos a discrepar, sobre todo en un entorno europeo, nuestros principales clientes, que tiende al estancamiento económico, ese estancamiento, del que, se nos pretende, algo ajenos.
En cuanto a los ingresos tributarios, la inflación está cediendo debido a una relativa moderación de los precios del petróleo y del gas, aunque también a los efectos que la política monetaria está empezando a producir y que se agudizarán en 2023. Por tanto, la recaudación fiscal no se verá tan potenciada en 2023 como lo ha sido en 2022, y se prevé un crecimiento de ingresos del 6 por ciento, que no podemos criticar en exceso, aunque tampoco avalar, puesto que, si la economía crece menos de lo previsto, se sigue produciendo la tendencia al cierre de empresas y aumenta algo el desempleo, aunque hayan previsto que no, el aumento de recaudación puede caer por debajo de ese 6 por ciento.
El vuelco a las previsiones
Si analizamos todo desde la perspectiva de lo previsible hay un acontecimiento que puede dar un vuelco a todas las previsiones. El fin de la guerra de Ucrania podría traer un ambiente de optimismo económico generalizado que es posible que traiga al mundo algo parecido a lo que sucedió en los años veinte del siglo pasado con el fin de la Primera Guerra Mundial y la superación de la gripe española. ¿Y si en 2023 comenzaran los locos años veinte del siglo veintiuno? Pues, obviamente, salvaría las cuentas públicas como nos salvaríamos todos de acontecimientos tan negativos como los que estamos viviendo, aunque todo ello no sucedería sin
Estaban dejando de ser protagonistas porque la política fiscal se abrió paso tras la crisis del coronavirus. En la pandemia no se quisieron cometer los errores de la crisis financiera, en la que -al menos en Europa- se actuó tarde y de forma limitada. El problema es que después, con la guerra de Ucrania, la inflación se ha mezclado con el temor a la recesión. Así que las autoridades monetarias han decido desmontar el enorme edificio de expansión monetaria, pero, en lugar de retirarlo pieza a pieza, lo han hecho como los niños con los juegos de construcción: torre al suelo y a empezar de nuevo.
Recuperan de nuevo el protagonismo porque ahora todo el mundo se pregunta hasta dónde van a llegar los tipos de interés y qué consecuencias