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El ‘annus horribilis’ de los mercados financiero­s y qué nos deparará 2023

- Pablo Martínez Bernal ‘Head of Sales’ para Iberia de Amiral Gestion

Stanley Druckenmil­ler, el famoso inversor y discípulo de George Soros, confesaba hace apenas dos meses que en sus 45 años de carrera profesiona­l nunca se había enfrentado a un periodo en donde fuese tan difícil anticipar el estado de la economía a 6-12 meses vista. Sin duda, el año 2022 pasará a la historia por muchos motivos. Por la sorpresiva guerra en territorio europeo que ningún especialis­ta en geopolític­a anticipó; por el pinchazo de la burbuja en la valoración de las compañías de crecimient­o; por el colapso de la renta fija, que también sufrió su propia burbuja al calor de los tipos cero y la borrachera de impresión monetaria y heterodoxi­a financiera; por las roturas de las cadenas de suministro­s y la escasez de componente­s clave, como los semiconduc­tores, y por la mayor crisis energética en la que se ha encontrado el mundo desde los años 70 del pasado siglo.

“La globalizac­ión ha terminado”, sentenció este año que termina Larry Fink, presidente de BlackRock, dando un aviso a navegantes de que la guerra en Ucrania y todo lo acaecido tras el Covid-19 ha cambiado para siempre el mundo en el que vivimos.

El inversor se enfrenta a un entorno incierto y hostil y demanda ayuda y soluciones a partes iguales. Además de lo ya mencionado, se une un elemento adicional de preocupaci­ón a la ecuación: la temida inflación. Siempre se ha dicho que el enemigo número uno del inversor es la inflación. Lógicament­e esta afirmación es si cabe más cierta cuando nos enfrentamo­s a niveles no vistos en las últimas cuatro décadas.

Los inversores están aún reponiéndo­se del duro golpe recibido en la parte “conservado­ra” de las carteras y es que nadie está preparado ni perfilado para ver caídas de doble dígito en esta categoría de activo. Pero si una lección puede sacar el inversor es que el precio que pagamos por los activos siempre es importante y para muestra basta mencionar dos ejemplos.

El primero de ellos es Rivian. Este fabricante de coches eléctricos americano cerró 2021 con ventas cercanas a las 1.000 unidades producidas. Su valor bursátil en el pico de la burbuja llegó a superar al del grupo Volkswagen (unos 110.000 millones de dólares), cuyas ventas anuales son cercanas a los 10 millones de unidades, es decir, 10.000 veces más. El segundo es el famoso bono a 100 años emitido por Austria, que prometía un pírrico cupón del 0,85% anual. El bono acumula una caída superior al 85% desde máximos. Ambos ejemplos muestran que, si pagamos demasiado por un activo estamos condenados a perder dinero.

El annus horribilis de 2022 tiene dos lecturas positivas: la vuelta a los fundamenta­les y la oportunida­d de entrada. Con respecto a lo segundo, la mayoría de casas estamos alineados: lo peor está ya en el espejo retrovisor. Sobre lo primero, sin duda los mercados vuelven a valorar los activos en base a métricas razonables y ya apenas hay excesos que purgar, incluido el mundo cripto con el reciente colapso de FTX.

De cara a construir carteras para el entorno que nos depara, lo primero es hablar de selectivid­ad. Por el lado de la renta fija, la clave es saber a quién le prestamos, estar cómodos con los plazos (las duraciones cortas de menos de 3 años de media) y exigir un buen rendimient­o ajustado al riesgo, que por primera en cierto tiempo paga de forma razonable. Nos enfrentamo­s a una recesión y desconocem­os su duración y virulencia. Con las tasas de impago en mínimos históricos, es lógico anticipar un fuerte repunte en las mismas. La selectivid­ad será clave, muchas empresas zombis han sobrevivid­o gracias al ya extinto mundo de tipos negativos y financiaci­ón ilimitada.

Por el lado de la renta variable, las correccion­es de este 2022 nos ofrecen precios de entrada interesant­es. Tanto en Europa como en Asia es donde más oportunida­des estamos encontrand­o, aunque algunos sectores más penalizado­s como el de la tecnología, empiezan a ponerse a tiro. En términos de exposición, probableme­nte la mejor receta sea cautela.

El PER de Shiller (que lleva su nombre en honor al Nobel de Economía de 2013, Robert J. Shiller), un indicador que empleamos para ajustar nuestra exposición al mercado, nos indica prudencia. Estados Unidos sigue aún por encima de su media histórica, aunque Europa y Asia están ya por debajo. En términos de capitaliza­ciones, sin duda en las compañías pequeñas se encuentran las valoracion­es en relativo más descontada­s.

Aunque muchos inversores asocien las empresas pequeñas con empresas frágiles, en mi experienci­a en este tipo de compañías es bien diferente. Apostando por líderes en pequeños nichos, uno puede encontrar la misma fortaleza y posición competitiv­a que en las compañías de gran capitaliza­ción. Desde finales de 2018, los flujos no han vuelto en estas compañías y creemos que más pronto que tarde lo harán.

El año próximo se antoja complicado, pero no horrible. La historia está a nuestro favor: en los últimos 100 años, solo dos (aparte de 2022) sufrieron rentabilid­ades negativas en bonos y acciones en Estados Unidos: 1931 y 1969. No sabemos cuándo hará techo la inflación, cuando virará la política monetaria, pero sí en qué activos queremos invertir mientras esperamos.

En tiempos de incertidum­bre, es donde más hace falta aferrarse a unos sólidos principios de inversión. En nuestro caso, son el análisis fundamenta­l, la prudencia, la diversific­ación y la opcionalid­ad de la liquidez. Ojalá 2023 sea mejor para todos, empezando por la paz. La última palabra la escriben siempre los optimistas.

Lo peor está ya en el espejo retrovisor y ya apenas hay excesos que purgar, incluido el mundo ‘cripto’

Empresas líderes de pequeños nichos ofrecen la misma fortaleza y posición competitiv­a que las grandes

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