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El ‘annus horribilis’ de los mercados financieros y qué nos deparará 2023
Stanley Druckenmiller, el famoso inversor y discípulo de George Soros, confesaba hace apenas dos meses que en sus 45 años de carrera profesional nunca se había enfrentado a un periodo en donde fuese tan difícil anticipar el estado de la economía a 6-12 meses vista. Sin duda, el año 2022 pasará a la historia por muchos motivos. Por la sorpresiva guerra en territorio europeo que ningún especialista en geopolítica anticipó; por el pinchazo de la burbuja en la valoración de las compañías de crecimiento; por el colapso de la renta fija, que también sufrió su propia burbuja al calor de los tipos cero y la borrachera de impresión monetaria y heterodoxia financiera; por las roturas de las cadenas de suministros y la escasez de componentes clave, como los semiconductores, y por la mayor crisis energética en la que se ha encontrado el mundo desde los años 70 del pasado siglo.
“La globalización ha terminado”, sentenció este año que termina Larry Fink, presidente de BlackRock, dando un aviso a navegantes de que la guerra en Ucrania y todo lo acaecido tras el Covid-19 ha cambiado para siempre el mundo en el que vivimos.
El inversor se enfrenta a un entorno incierto y hostil y demanda ayuda y soluciones a partes iguales. Además de lo ya mencionado, se une un elemento adicional de preocupación a la ecuación: la temida inflación. Siempre se ha dicho que el enemigo número uno del inversor es la inflación. Lógicamente esta afirmación es si cabe más cierta cuando nos enfrentamos a niveles no vistos en las últimas cuatro décadas.
Los inversores están aún reponiéndose del duro golpe recibido en la parte “conservadora” de las carteras y es que nadie está preparado ni perfilado para ver caídas de doble dígito en esta categoría de activo. Pero si una lección puede sacar el inversor es que el precio que pagamos por los activos siempre es importante y para muestra basta mencionar dos ejemplos.
El primero de ellos es Rivian. Este fabricante de coches eléctricos americano cerró 2021 con ventas cercanas a las 1.000 unidades producidas. Su valor bursátil en el pico de la burbuja llegó a superar al del grupo Volkswagen (unos 110.000 millones de dólares), cuyas ventas anuales son cercanas a los 10 millones de unidades, es decir, 10.000 veces más. El segundo es el famoso bono a 100 años emitido por Austria, que prometía un pírrico cupón del 0,85% anual. El bono acumula una caída superior al 85% desde máximos. Ambos ejemplos muestran que, si pagamos demasiado por un activo estamos condenados a perder dinero.
El annus horribilis de 2022 tiene dos lecturas positivas: la vuelta a los fundamentales y la oportunidad de entrada. Con respecto a lo segundo, la mayoría de casas estamos alineados: lo peor está ya en el espejo retrovisor. Sobre lo primero, sin duda los mercados vuelven a valorar los activos en base a métricas razonables y ya apenas hay excesos que purgar, incluido el mundo cripto con el reciente colapso de FTX.
De cara a construir carteras para el entorno que nos depara, lo primero es hablar de selectividad. Por el lado de la renta fija, la clave es saber a quién le prestamos, estar cómodos con los plazos (las duraciones cortas de menos de 3 años de media) y exigir un buen rendimiento ajustado al riesgo, que por primera en cierto tiempo paga de forma razonable. Nos enfrentamos a una recesión y desconocemos su duración y virulencia. Con las tasas de impago en mínimos históricos, es lógico anticipar un fuerte repunte en las mismas. La selectividad será clave, muchas empresas zombis han sobrevivido gracias al ya extinto mundo de tipos negativos y financiación ilimitada.
Por el lado de la renta variable, las correcciones de este 2022 nos ofrecen precios de entrada interesantes. Tanto en Europa como en Asia es donde más oportunidades estamos encontrando, aunque algunos sectores más penalizados como el de la tecnología, empiezan a ponerse a tiro. En términos de exposición, probablemente la mejor receta sea cautela.
El PER de Shiller (que lleva su nombre en honor al Nobel de Economía de 2013, Robert J. Shiller), un indicador que empleamos para ajustar nuestra exposición al mercado, nos indica prudencia. Estados Unidos sigue aún por encima de su media histórica, aunque Europa y Asia están ya por debajo. En términos de capitalizaciones, sin duda en las compañías pequeñas se encuentran las valoraciones en relativo más descontadas.
Aunque muchos inversores asocien las empresas pequeñas con empresas frágiles, en mi experiencia en este tipo de compañías es bien diferente. Apostando por líderes en pequeños nichos, uno puede encontrar la misma fortaleza y posición competitiva que en las compañías de gran capitalización. Desde finales de 2018, los flujos no han vuelto en estas compañías y creemos que más pronto que tarde lo harán.
El año próximo se antoja complicado, pero no horrible. La historia está a nuestro favor: en los últimos 100 años, solo dos (aparte de 2022) sufrieron rentabilidades negativas en bonos y acciones en Estados Unidos: 1931 y 1969. No sabemos cuándo hará techo la inflación, cuando virará la política monetaria, pero sí en qué activos queremos invertir mientras esperamos.
En tiempos de incertidumbre, es donde más hace falta aferrarse a unos sólidos principios de inversión. En nuestro caso, son el análisis fundamental, la prudencia, la diversificación y la opcionalidad de la liquidez. Ojalá 2023 sea mejor para todos, empezando por la paz. La última palabra la escriben siempre los optimistas.
Lo peor está ya en el espejo retrovisor y ya apenas hay excesos que purgar, incluido el mundo ‘cripto’
Empresas líderes de pequeños nichos ofrecen la misma fortaleza y posición competitiva que las grandes