El fondista impaciente

Mi amigo Julio me brinda su opinión sobre la actualidad de los fondos y con visión acorde la coyuntura –no buena– dice que “todo cambiará porque en los últimos años los gestores de fácil que lo tenían han perdido calidad, los buenos se han ido al capital riesgo u otras inversiones alternativas y se ha introducido en la administración de los fondos robots sabelotodo que, en realidad, no saben nada, y menos en un entorno geopolítico como el actual”. Como la vida, hay verdad salpimentada.

Según datos de Inverco el 63,5% del patrimonio de los fondos está distribuido con modelos de gestión discrecional o asesoramiento mientras que solo el 36,5% lo es por suscripción directa. Dicho de otra manera, casi dos tercios de las carteras se gestionan por sistemas más o menos informatizados entre los que se encuentran los roboadvisors en los que la variable “crisis presente y su circunstancia” no se incluye porque no es parametrizable. La aplicación de esta figura viene de la mano de MiFID II, la normativa que regula los servicios financieros y que limita las comisiones de comercialización si no se prestan servicios complementarios a la pura venta. Más claro el agua.

Siguiendo la línea editorial de mi amigo, también es cierto que los buenos gestores han intentado mejorar en su trabajo entrando en sectores donde se encuentran mayores oportunidades y, por ende, mayores beneficios.

Todo ello no quita que, obviando el rédito del vendedor, los modelos de asesoramiento pueden ser válidos para quienes pretendan obtener rentabilidad modesta asumiendo riesgo moderado.

Recuerdo la anécdota de Woody Allen en la que un señor visita al psiquiatra para que trate a su hermano pues se cree gallina pero que cuando el médico le dice que lo traiga para curarlo responde que no lo va a hacer porque le hacen mucha falta los huevos.