Por qué la Bolsa será diferente

Proviniendo de la consultoría contable, arte que siguiendo las pautas de Fray Luca Paccioli persigue que lo que se tiene debe registrarse por su valor, una de las primeras sorpresas que percibí en el mundo de la inversión era que valor en libros de una sociedad, léase su valor contable, y cotización en Bolsa, lo que el mercado paga, eran dos precios –normalmente– distintos.

Ejemplos: las compañías eléctricas contabilizan el coste de sus saltos de agua que no se tienen en cuenta a la hora de cotizar, el valor de los laboratorios farmacéuticos que patentan medicamentos se contrapone con su parco patrimonio o, resumiendo, en malos tiempos para la economía, los mercados de acciones corriendo al alza. La justificación viene de la mano de que en Bolsa se valoran realidades y expectativas, por lo que de ciencia exacta tiene poco, y la contabilidad anota solo el precio de lo que existe.

Hoy día, en un mundo en continuado cambio, la lógica que imperaba hasta hace bien poco ya no vale. Sin saber si fue primero el huevo o la gallina, variables como la pandemia, el confinamiento, la guerra en Ucrania, la amenaza de China o quién sabe qué, han modificado el orden existente hasta alcanzar la cota de lo irracional. Hoy hay coches de segunda mano que superan en precio el del mismo modelo nuevo, con salarios inmóviles se sigue construyendo y vendiendo vivienda en un mercado que rebasa el valor del de 2007 y los alquileres de nanopisos persisten en un alza desbocada.

Digo más. Con una tasa de paro cercana al 15%, más de tres millones de personas, el Gobierno pretende importar mano de obra extranjera. Por todo ello, con una tortilla que no para de dar vueltas, el presente cambiará ¡sin duda alguna!