El ahorro es cobarde

Dicen que el dinero es cobarde, muy cobarde en tiempos de incertidumbre. Pero el ahorro, esta forma de intentar que lo que tenemos hoy valga más mañana, lo es más. En la actualidad y con una elevada posibilidad de que el cielo caiga sobre nuestras cabezas, las inversiones financieras e inmobiliarias quedan lastradas por el miedo. Las primeras, con unos mercados pandémicos que no dan muestras de optimismo y las segundas, penalizadas por las subidas de tipos de interés, limitadas por los propios bancos a la hora de conceder crédito.

El ahorro, que haberlo haylo, crece. Según las estadísticas de Inverco sobre datos del Banco de España, las economías familiares gastan menos y ahorran más, sobre todo después de los escarmientos de 2007 y de 2020, y lo hacen en los activos más conservadores, los depósitos bancarios.

A fin de 2008, habiendo ya explotado la crisis financiera, los depósitos a plazo representaban solamente un 15,4% del volumen total del ahorro de las familias españolas, porcentaje que había ido cayendo con parsimonia desde finales del siglo pasado. En aquellos años la ciudadanía buscaba rentabilidad asumiendo riesgo y ante la poca magnitud del rendimiento del pasivo bancario optaban por entrar en mayor o menor medida en el concepto ‘inversión’.

Al cierre de 2021 estos mismos productos, incluso con apreciaciones que rondaban la nulidad, suponían un 32,7% y ahora, simplemente medio año después, el porcentaje llega al 36,9%, casi un billón de euros.

La sensibilidad doméstica con respecto a aspectos tan destacados de la vida como la sanidad, la educación y la previsión, siempre en el ámbito de lo público, crece y el miedo al mañana contamina.

En realidad, cualquiera tiempo pasado fue mejor, y a un avieso futuro deberemos acostumbrarnos.