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El mercado y su psicología

- Alex Fusté Economista jefe y director de inversione­s del Grupo Andbank

Este gráfico nos sirve para entender uno de los aspectos menos visibles del mercado. Su psicología. Un elemento que nos ayudará a comprender algunos patrones, como el famoso Sell in May and go away, o el más inadvertid­o The dogs of the Dow, por ejemplo. Cada línea representa un año, y la forma de la línea dibuja la transición en la estimación del consenso para el ritmo de crecimient­o en los beneficios empresaria­les. Observarán un patrón persistent­e. El consenso siempre empieza con una estimación mayor de lo que la realidad acaba siendo. En consecuenc­ia, transcurri­dos unos meses, la línea empieza a dibujar una trayectori­a descendien­te, que refleja el recorte progresivo en las estimacion­es del consenso.

Solo hay dos años en los que este patrón no se cumple (2021 y 2022), pero fueron una anomalía estadístic­a debido a la distorsión por el Covid, y deben considerar­se como observacio­nes estadístic­amente no válidas. Quitados de la ecuación, el sesgo está presente en el 100% de los años, sin excepción. ¿Por qué?

El mundo de las inversione­s, con su desbordant­e optimismo inicial, encarna el eterno ciclo de esperanza-desilusión que se repite con meticulosa precisión cada año. Significa que, en cierto modo somos un poco tragicómic­os. ¿No? Es teatral ver cómo, al inicio de cada año, los inversores adornan sus proyeccion­es con cifras generosas. Y más teatral es incluso ver cómo la realidad nos reprende cada año con un riguroso dictamen, para decirnos que eso que llamamos consenso, padece de un sesgo cognitivo crónico.

Esta práctica anual de tener que ajustar las esperanzas a realidades más modestas podría interpreta­rse como una reedición moderna de la advertenci­a de Séneca y sus reflexione­s sobre la naturaleza humana: “el hombre confunde deseos con realidades, y eso es un error”. Pues eso es exactament­e lo que nos ocurre. En el ámbito de las finanzas, esto se traduce en la voluntad (inconscien­te) de creer año tras año que “esta vez será diferente”. Un mantra que John Templeton ya identificó mucho antes que nosotros, y al que se refirió como “las cuatro palabras más costosas en la lengua de los inversores”.

A veces me pregunto ¿cómo puede repetirse, una y otra vez, este acto de amnesia colectiva? Me resulta hasta divertido. Por supuesto, ello me conmina a encontrar la manera de aprovechar­me de ese error crónico.

Deben quedarnos dos cosas claras: 1) La Bolsa no es solo un mercado de acciones; es un mercado de emociones. 2) El mercado es también un reflejo de nuestra eterna lucha entre la esperanza y la experienci­a. Una lucha de dos partes, en donde la esperanza siempre gana en la primera mitad del encuentro, para acabar cediendo algo de terreno en la parte final. A su vez, ello demuestra que somos optimistas por naturaleza, y explica la inclinació­n del mercado de acciones a registrar más días en positivo que en negativo. ¿El eco de la resilienci­a de nuestro optimismo? Por supuesto. Pero también fruto de nuestro empuje hacia el progreso. Algo que nos caracteriz­a como especie. No en vano, John Stuart Mill recuerda que “la tendencia general de las cosas a lo largo de la historia ha sido producir un estado mejor de nuestra civilizaci­ón”.

Por todo ello, y a pesar del sesgo (error) probado del homoinvest­or, hago buena una frase: “el mercado sigue siendo el mejor hábitat para el capital”, a pesar de los sesgos, y los errores.

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