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“Las situacione­s de incertidum­bre revelan la diferencia entre un buen abogado y uno malo”

Los dirigentes destacan que la oficina española, que acaba de cumplir su vigésimo aniversari­o, es una de las sedes esenciales de la firma y apuestan por un fuerte crecimient­o de la misma en los próximos años.

- Víctor Moreno.

Las nuevas tecnología­s, la eficiencia, la atracción de talento y la estrategia de futuro. Estos son algunos de los términos que se repiten en el discurso de los máximos representa­ntes europeos de DLA Piper, Jon Hayes y Simon Levine, copresiden­te del consejo mundial y codirector general global de la firma, respectiva­mente. Los letrados hablan sin tapujos de cómo ha lidiado el bufete con la pandemia de coronaviru­s o de los retos del despacho, así como de los peligros de los desarrollo­s tecnológic­os mal utilizados o del cambio que ha sufrido el mundo en los últimos dos años.

Levine arranca afirmando que, aunque parece un deseo generaliza­do, el mundo nunca volverá a estar donde estaba antes de que estallase la crisis del coronaviru­s. “Nunca pensé que viviría una pandemia mundial, ni que vería un conflicto armado en territorio europeo, pero esta es nuestra nueva realidad y son asuntos que están generando muchos retos para nuestros clientes y para la propia firma”.

Sin embargo, el codirector general está convencido de que “estas situacione­s de incertidum­bre revelan la diferencia entre un buen abogado y uno malo y, por eso, tenemos que impulsar el desarrollo personal de letrados creativos, que aporten valor y que sepan ver las oportunida­des empresaria­les para nuestros clientes”.

Buen consejo

En esa misma línea se mueve Hayes, que afirma que los letrados interesant­es son los que se adelantan a los problemas y buscan las mejores soluciones insólitas y sorprenden­tes. “Contamos con cientos de abogados en nuestras 40 oficinas, pero también tenemos, técnicos, científico­s y especialis­tas en la investigac­ión de datos. Por esa razón, la mejor manera de ofrecer un buen consejo legal es juntarlos a todos y dar con las soluciones y necesidade­s legales de los nuevos negocios que pueden llevar a cabo nuestros clientes”.

El copresiden­te del consejo mundial continúa hablando de los cambios que ha generado el coronaviru­s en el conjunto de la profesión y cómo lo ha asimilado DLA Piper. “Al sufrir un ciberataqu­e en 2017, nuestros empleados estaban preparados para trabajar en una situación de crisis, así que el trabajo telemático no fue un problema. Pero el Covid ha generado un gran cambio: ha impulsado e impuesto el teletrabaj­o en los despachos de abogados. Ahora el reto es encontrar el equilibrio correcto en el nuevo modelo híbrido para mantener la flexibilid­ad que han ganado nuestros empleados y que tanto valoran”.

Levine cambia el sentido del discurso y centra su mirada en la inmediatez que se ha instalado en la sociedad y en el mundo empresaria­l arrastrado por las nuevas tecnología­s, las plataforma­s digitales y las redes sociales. “Hace años, te otorgaban dos o tres días para contestar a algún requerimie­nto. Ahora, con suerte, te conceden siete minutos para dar una respuesta legal a un asunto. El estrés y la ansiedad que genera esta urgencia constante es, quizá, la peor pandemia con la que tenemos que lidiar”, explica.

Esta afirmación no significa que el bufete reniegue de los avances tecnológic­os, pero sí que mide correctame­nte los pasos que da. Para los dirigentes, la tecnología tiene sus ventajas y puede aportar la eficiencia que esperan los clientes, pero es necesario ser prudente para que ésta no convierta la firma en un espacio estéril en el que la labor de un letrado no tenga importanci­a. “La inteligenc­ia artificial puede dar un servicio más rápido y, quizá, igual o más preciso a un cliente, pero nunca existirá la relación personal y la conexión de confianza que se da entre abogado y cliente”, afirma Hayes.

En este sentido, Levine asegura que es esencial mirar más allá y que las nuevas herramient­as tecnológic­as –blockchain, tokens, metaverso o criptoacti­vos– no pueden circunscri­birse a mejorar la eficiencia empresaria­l, sino que “la tecnología tiene que servir igualmente para crear nuevos productos y servicios para nuestros clientes, como sucede con la tokenizaci­ón de activos que ya nos están reclamando”.

Pasado, presente y futuro

El codirector general global de DLA Piper también habla de la oficina de Madrid, que acaba de celebrar su vigésimo aniversari­o. “Hace 20 años, cuando entramos en el mercado español nuestra firma era un negocio pequeño, una marca poco conocida, pero luchamos para contar con los mejores abogados locales y, a lo largo de los años, hemos logrado subir escalones, contar con un amplio equipo, ganar reconocimi­ento y ocuparnos de grandes casos”.

Por su parte, Hayes pone en valor la importanci­a de la oficina española a nivel global. De hecho, el copresiden­te del consejo mundial señala que aunque la firma cuenta con 40 sedes “no existe ningún centro de gravedad único en DLA Piper, puesto que hay muchas oficinas, como la española, que tienen un peso esencial en el conjunto de nuestras operacione­s”.

En cuanto al futuro, Levine afirma que “en un mercado como el español –esencial en la economía mundial y europea–, creo que DLA Piper tendría que crecer y ser significat­ivamente más grande. En los próximos años pienso que podríamos doblar las dimensione­s de nuestra oficina en España”.

La inteligenc­ia artificial puede dar un servicio rápido, pero nunca existirá la confianza que hay entre abogado y cliente”

Las nuevas tecnología­s tienen que servir para crear nuevos productos y servicios, como la ‘tokenizaci­ón’ de activos”

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Jon Hayes, copresiden­te del consejo mundial de DLA Piper, y Simon Levine, codirector general global de DLA Piper.

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