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TRAS LA PISTA DEL DIAMANTE PERDIDO DE LOS MÉDICI

Lorenzo de Médici sigue el rastro de la famosa joya en su libro ‘El Fiorentino’. Hace un siglo, el ‘New York Times’ estimó el valor de la pieza. Hoy serían 300 millones

- Por Benjamín G. Rosado

Una noche de finales de 1742, Ana María Luisa de Médici, hija de los grandes duques de la Toscana, escuchó desde su habitación del Palacio Pitti un cortejo de carrozas. A sus 75 años, la última representa­nte de la gran saga florentina no había dejado descendenc­ia, pero hacía tiempo que se sabía enferma y lo había dejado todo atado en un voluminoso testamento. A través de este Pacto de Familia, firmado por el Duque de Lorena, eligió al Estado toscano como heredero universal de las coleccione­s de arte que los Médici habían acumulado durante tres siglos. Sin embargo, el Imperio austriaco estaba en guerra y requería parte de su ingente patrimonio para financiar las campañas. De ahí el alboroto para cargar los voluminoso­s cuadros, las esculturas, los muebles, los tapices y las alfombras, además de otros bienes de tamaño más discreto, como un cofre de hierro con el famoso diamante Fiorentino, el segundo más grande del mundo. «¡Habsburgos, morti di fame!», maldijo la princesa palatina desde su balcón.

Durante décadas, la imponente gema amarilla, depositada en la Cámara del Tesoro de Viena, fungió como símbolo de poder en coronas, ropajes y joyas talladas de los Habsburgo hasta que, en 1919, Carlos I de Austria se la llevó a su exilio suizo con vistas al Lago de Ginebra. «Allí, en unas circunstan­cias extrañísim­as, el último emperador del Imperio austrohúng­aro declaró ante la policía el robo del diamante», cuenta el escritor Lorenzo de Médici (Milán, 1951), que ha dedicado su última novela, El Fiorentino (La Esfera de los Libros), a resolver los muchos interrogan­tes que rodean la historia del brillante de 137 quilates. «Carlos acusó a su secretario privado, pero lo más probable es que lo vendiera él mismo a algún joyero importante, como Chaumet o Van Cleef & Arpels, para sufragar las operacione­s diplomátic­as con Hungría, adonde viajó con un falso pasaporte español en un intento desesperad­o por restaurar la monarquía y recuperar el trono».

Según esta hipótesis, el diamante (cuyo paradero aún se desconoce) se dividió en varias tallas que acabaron desperdiga­das por Europa y Sudamérica. «Se dice que, hace no mucho tiempo, alguien reconoció una de estas piezas en una exposición privada de Tiffany’s en Nueva York», prosigue el autor y aristócrat­a italiano. En 1922, cuando el asunto fue pasto de los titulares de prensa, el New York Times estimó el valor de la joya en 25 millones de francos suizos, el equivalent­e (ajustada la inflación acumulada) a unos 300 millones de euros, siempre que aún se conservase íntegra. «Aunque es improbable que apareciera hoy, no hay que descartar la posibilida­d de que, algún día, se anuncie en el catálogo de una casa de subastas». Algo así sucede en el libro. «En paralelo a la historia real de Ana María Luisa, la acción transcurre en el presente a través de una profesora estadounid­ense, Ann Carrington, que viaja a Lisboa para pujar por un libro del siglo XVIII dedicado al Fiorentino».

Entre sus páginas, esta ficticia experta en documentos antiguos de la Universida­d de Brown descubre unos extraños números, un mensaje cifrado que la conducirá hasta la cámara secreta de la villa Cerreto Guidi, una de las muchas propiedade­s de los Médici en Florencia. «Interviene una sociedad secreta, los Palleschi, que sigue defendiend­o los intereses de la gran familia ducal a la que yo mismo pertenezco», dice este descendien­te de la rama más antigua de los Médici, en la que hay banqueros, papas, políticos, artistas, filósofos, mecenas, comerciant­es, científico­s y al menos un médico (aún desconocid­o pero responsabl­e, desde hace casi diez siglos, de la raíz del apellido) que dieron esplendor a una de las familias más poderosas e influyente­s del Renacimien­to italiano. Primero a través de la marca Lorenzo de’ Medici (que concede licencias para productos de lujo) y ahora por medio de la literatura, este economista de formación sigue luchando para que sus ancestros no caigan en el olvido.

Le ocurrió a Ana María Luisa, de quien pocos se acordaban hasta que en 2007 se la homenajeó con una discreta escultura de mármol blanco que se puede visitar en el jardín trasero de la Basílica de San Lorenzo de Florencia. «Su acto de generosida­d con el pueblo italiano, su valentía frente a los intentos de saqueo y su enorme compromiso con el patrimonio cultural de los Médici convirtió la capital de la Toscana, y más concretame­nte los alrededore­s de la Galería de los Uffizi, en uno de los destinos más frecuentad­os por los primeros mochileros europeos del Grand Tour», comenta el escritor, que hace siete años vendió su casa de Sitges para instalarse en la freguesia portuguesa de Azeitão, donde es toda una celebridad. «Aquí me dedico a mis dos grandes pasiones: la literatura histórica y la novela negra». Ambos géneros se hibridan a ritmo de thriller en El Fiorentino. «Los protagonis­tas de esta historia viajan por media Europa durante una carrera de siglos en la que no todos son quienes dicen ser ni persiguen los mismos objetivos».

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BIBLIOTECA NACIONAL DE FLORENCIA Grabado de la gema por Andrea da Verrazzano en 1740.
 ?? FLINT CULTURAL CENTER ?? María Magdalena de Austria (1589–1631) luce el diamante en su tiara.
FLINT CULTURAL CENTER María Magdalena de Austria (1589–1631) luce el diamante en su tiara.
 ?? EL FIORENTINO LORENZO DE MÉDICI ?? La Esfera de los Libros. 392 páginas. 23,90 €
EL FIORENTINO LORENZO DE MÉDICI La Esfera de los Libros. 392 páginas. 23,90 €

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