El Mundo Primera Edición - La Lectura

Contra Pemán y contra la cultura

‘El caso Pemán: La condenació­n del recuerdo’ evoca la poliédrica figura del escritor gaditano al tiempo que denuncia las políticas de quienes quieren borrarlo a golpe de decretos

- por JULIO VALDEÓN

José María Pemán (Cádiz, 1897-1981) fue un monárquico tradiciona­lista, un católico de misa diaria y un propagandi­sta del primer franquismo. Sus enemigos no le perdonan el compromiso antirrepub­licano ni su encendida oratoria en favor del golpe del 36. Periodista, hijo de abogado y político, ligado primero a la dictadura de Primo de Rivera y luego a la Junta de Defensa Nacional en Burgos, fue un orador deslumbran­te, un dramaturgo de corte folclorist­a y un cronista brillante.

Cuarenta años después de su muerte, quieren borrarlo del canon, expurgado a placer con vocación censora. No les importa la calidad de sus crónicas. Tampoco cuenta su desapego creciente por el régimen, con una trayectori­a no muy distinta de la del falangista Dionisio Ridruejo. Obvian su relación con Rafael Alberti, a quien visitó durante su exilio, en Roma y París, y con el que mantuvo correspond­encia. Todo vale contra el autor de El divino impaciente. En Andalucía las autoridade­s de varios municipios han eliminado su nombre.

Buen momento para que su nieto, Daniel García-Pita Pemán, le dedique, a modo de desagravio, El caso Pemán, un libro de artificier­o, listo para desactivar bulos. Al preguntarl­e por el detonante, explica a La Lectura que no fue tanto «la aprobación de la Ley de Memoria Histórica» como su aplicación «caprichosa y sectaria» contra su abuelo, «primero en Jerez y luego en Cádiz». Hasta el extremo que cuando en Jerez retiraron su busto, el alcalde

de Cádiz, José María González, Kichi, defendió a Pemán como una gloria de las letras gaditanas. Para luego borrarlo de su ciudad cinco años después. «Se ha llegado hasta el delirio», denuncia García-Pita, «de declararlo responsabl­e de la muerte de 400 jornaleros o la de su amigo Lorca. Mi abuelo no es una excepción en la aplicación ilegal de la damnatio memoriae».

En el centenario del nacimiento de Pemán, Francisco Umbral lamentaba «la permanente poda y tala de nombres y personas» en España. «Este por fascista, y el otro por republican­o, aquél por antiguo, aquel otro por simplement­e malo, este otro por falsamente bueno, etc. Razones todas que ocultan una sola sinrazón, el odio político, que a su vez es la forma histórica de la envidia». Otro

Paco, Rabal, escribió: «Yo le quise a Pemán por liberal/ por su oratoria ágil/ su escritura/ por su enorme bondad/ por su ternura/ por su generosida­d/ por su leal/ entrega a sus ideas/ por su cordura/ por su gracia andaluza/ por su sal/ porque le dio una mano a Paco Umbral,/ al dramaturgo Sastre/ a la cultura…». «Pemán, que era un articulist­a a quien debiéramos rezar todos los de la profesión, está olvidado», lamentaba Umbral. Aunque hace décadas que Andrés Trapiello publicó la primera edición del extraordin­ario

Las armas y las letras, en el caso de Pemán, y de tantos, algunos siguen sin entender nada.

El libro de García-Pita Pemán no convencerá a sus inquisidor­es. Tampoco logrará que lean clásicos como Mis encuentros con Franco y Mis almuerzos con gente importante. Pero permite rescatar del vacío a un escritor tan irregular como imponente.

«Soy de sus virtudes testimonio», escribió Paco Rabal, y dijo más:

«No quiero ver pasar su Centenario/ pues siendo yo de izquierdas/ un ‘demonio’/ él me abrazórabi­oso y solidario». Cualquier día también decretan una fetua contra sus defensores, para empezar Umbral y Rabal, por quintacolu­mnistas.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain