El Mundo Primera Edición - La Lectura
Secretos al sístole y diástole de una tramposa escenografía
Áspera y confesional, el nuevo libro de Russell Banks narra la historia de un hombre que lleva una vida huyendo de sí mismo y las muchas traiciones que debe cometer en esa fuga sin fin
Los abandonos es una novela escenográfica. Para comprender lo que sucede con este libro no queda otro remedio que revelar su escenario central. Tenemos una habitación oscura y un foco de luz. Bajo el foco, un anciano moribundo en una silla de ruedas. Se trata de Leonard Fife, cineasta de origen estadounidense que «se ha labrado una prestigiosa reputación como autor de documentales en Canadá». En las sombras opera un equipo de rodaje que considera a Fife un «referente moral irreprochable». El rodaje adopta el tono crepuscular de la última entrevista, pero Fife tiene otros planes. Ha puesto como condición que asista (también oculta entre las sombras) su esposa Emma, para obligarla a escuchar los secretos que el cineasta lleva cuarenta años ocultando y que no se atreve a contar sin la mediación de una cámara. Fife está resuelto a convertir su último homenaje en una confesión inculpatoria.
El escenario tiene su atractivo, enseguida nos recuerda a una película de Billy Wilder (o por lo menos a la de un imitador con una imaginación más vulgar, pero aplicado), es enigmático y convincente, invita a seguir leyendo. Pero lo que convierte el escenario en el centro de la novela es el recurso constante que hace el veterano Russell Banks (Newton, Massachusetts, 1940) de la postergación, como respuesta a un empleo no menos continuo de la anticipación.
Me explico: sabemos que Leonard Fife va a destrozar la imagen que Emma tiene de su marido, y también sabemos que la versión oficial de su vida (que se refugió en Canadá tras negarse a combatir en la Guerra de Vietnam) es una mentira. Y lo sabemos desde antes de la página veinte, por lo que el lector no debe preocuparse de que una distracción le haga perder el hilo: cada pocas páginas (y me refiero a muy pocas páginas) Banks se lo recordará. Pero en lugar de revelarnos de una vez de qué va el asunto, lo posterga juguetonamente. Nos enseña el pie, pero nos oculta el muslo. ¡Banks es un coqueto narrativo!
Este juego de sístole y diástole entre la anticipación y la postergación ofende un poco la inteligencia del lector, que se ve obligado a dar lo que podía ser un paseo interesante con una zanahoria delante de los ojos (y sentir como Banks presume de su tosca astucia narrativa), y también determina la estructura del libro. A cada anticipación Banks propone un flash back, fragmentando así el relato en distintos momentos de la vida de Fife donde explora sus