El Mundo Primera Edición - La Lectura

Cuando las palabras viajan por el espacio

Lacónica y depurada, la voz poética de Pureza Canelo elabora una nueva muesca en su búsqueda de lo esencial con este poemario que pretende aunar los dos planos de la realidad

- Por JORDI DOCE

Pocos poetas entre nosotros con una conciencia tan viva y lúcida de obra como Pureza Canelo (Moraleja, Cáceres, 1946). Al igual que en Juan Ramón, que es uno de los maestros en que se mira, esa conciencia no se limita al ordenamien­to o ubicación de los diversos libros, sino que se convierte en principio rector de la escritura, en su impulso primero. Así este De traslación, que hace pie de manera explícita en su antecesor, Retirada («¿Después de ‘Retirada’/ dónde cobijarse?»), de uno de cuyos versos toma la lógica binaria que lo organiza: «Todo lo vivido está escrito en la bóveda celeste, es mi pizarra». Pero la raíz del libro, en realidad, está en las Cuatro poéticas que salpican su itinerario creador y que la poeta juntó en un solo volumen en 2011. En la introducci­ón a aquel libro, el crítico José Teruel hablaba de «poesía autocrític­a» para señalar con perspicaci­a una «agónica situación de autoconcie­ncia» que, en el caso de la autora, tiende a una labor de poda, de síntesis, que ella misma ha designado como «restar en creación».

Parece evidente que esta voluntad de resta tiene que ver con el deseo de quedarse con lo sustancial, como si quisiera adelantars­e a la erosión del tiempo o volverla redundante. El lenguaje en De traslación –que debemos leer como una quinta poética– ahonda en esa estrategia de depuración que la poeta ha hecho suya desde hace al menos dos décadas: elipsis, supresión de nexos y artículos, laconismo y esguince; el verso enflaquece y se desgaja en unidades discretas –palabras, sintagmas– que brillan aisladas en la página. Pero depuración no equivale aquí a rigidez ni sequedad: si Canelo se autoimpone una reducción del «campo de batalla» es justamente para moverse con más soltura y soslayar las limitacion­es con dosis añadidas de creativida­d que le permitan jugar con la sintaxis, cambiar de ritmo, retroceder o responders­e sobre la marcha…

Los 103 poemas del libro se adscriben a dos ejes (Celeste y Pizarra) que se alternan de manera rigurosa y remiten al verso ya citado de Retirada (2018). Son ejes o pedales que aseguran el movimiento de la escritura y a los que se invoca en el breve texto inicial: «Pizarra/ celeste.// Ayúdame a poesía». Son también dos planos de realidad distintos entre los que la autora establece una relación de homografía: lo celeste señala el campo semántico de lo «sideral», el «firmamento», el «orbe», todo lo que tiene que ver con ese espacio ilimitado que llamamos «universo»; la pizarra

remite al campo limitado de lo terrestre, de la vida humana y material, de la mano que escribe, del cuerpo y sus despojos. La cuestión, aquí, es cómo se relacionan ambos planos, cómo es posible un diálogo entre ellos y de qué manera se puede traducir, trasladar, un espacio cerrado a un espacio abierto: la práctica de la pizarra a la conciencia celeste.

De este vaivén constante van brotando las diversas versiones y variacione­s del conjunto, las veces infinitas en que mundo y escritura se encuentran, dialogan, chocan, se ignoran mutuamente, fracasan… «Escritura/ humana/ a la deriva.// Origen/ de este libro.// El espacio/ inmune».

Por el camino aparecen corolarios provisiona­les, versos que repican o parpadean con acento aforístico: «Al enigma/ no se puede/ llamar/ a la puerta».

Cunde la certeza de que la escritura no basta, no es suficiente, pero que es también lo único que tenemos para dar sentido al vivir. Es verdad que «el instante/ se torna/ ficción» al escribirlo, pero esa ficción no es más que el nombre que damos al salto de lo particular a lo universal, el modo en que la circunstan­cia propia del sujeto se abre, se vuelve compartida, se traslada. Así también en este libro admirable.

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