El Mundo Primera Edición - La Lectura
Dragones y madres en el Centro Dramático
‘Madre de azúcar’, de Clàudia Cedó, y ‘La cabeza del dragón’, de Valle-Inclán, abren la temporada del CDN
Con la resistencia como hilo subyacente, el Centro Dramático Nacional (CDN) pone hoy en marcha su programación para la temporada 20222023. Y lo hace con un título, Madre de azúcar, de Clàudia Cedó, que avanza algunas pautas temáticas que se irán repitiendo en los espectáculos de los teatros María Guerrero y Valle-Inclán.
Para el responsable del CDN, el dramaturgo y director Alfredo Sanzol (Pamplona, 1972), la pieza de Cedó «mete el dedo en la llaga de un asunto social importante, que es el tema de la maternidad de las personas con discapacidad». A partir de ese asunto principal se tratan otros derivados de éste que «muchas veces son tabú», como las esterilizaciones forzosas o el quitar de la cabeza de estas mujeres el deseo de ser madre.
Una semana después llega La cabeza del dragón, un espectáculo de Lucía Miranda sobre «un texto que Valle-Inclán escribió de una manera muy libre, usando personajes de cuento, pero tratando también temas muy duros que tienen que ver con las estructuras que crea la sociedad para ejercer la fuerza y la violencia sobre los más vulnerables», destaca Sanzol.
Uno de sus protagonistas es Carlos González (Cintruénigo, 1997), conocido por su participación en series como La Veneno. «Éste es un cuento que Valle-Inclán escribió para los niños, pero creo que también para sus padres», explica el actor. «Así, es una obra que habla de muchísimas cosas: del poder, de las normas de la monarquía, pero sobre todo habla de tradición».
Su personaje, El Bravo, «se supone que es un maltratador de mujeres, aunque Lucía se plantea cómo llevar eso a un tío al que le gusta el sadomasoquismo y a lo queer». Todo ello, entre fanfarrias y canciones. «Me da mucho miedo decir que esto es un musical, porque no sé cómo va a sentar eso a la gente que se dedica a hacer musicales», dice González. «Yo lo definiría como una casita de muñecas donde hay que entrar a jugar. Y los actores somos las muñecas que cantan, que bailan, que están contigo ahí».
Sanzol señala la elección de la resistencia porque, «socialmente, estamos viviendo desde 2020, y casi sin descanso, situaciones de crisis que pueden afectar de una manera profunda a una sociedad». «Ahí creo que el arte juega un papel muy importante a la hora de resistir esos embates que está produciendo la realidad», detalla el director del CDN, «como primer paso para crear las condiciones para cambiarla, en la medida de nuestras posibilidades». Eso se traduce en «una apuesta muy importante por la dramaturgia contemporánea y por dar espacio y tiempo a las obras que hacen síntesis de lo que nos pasa como sociedad».
Lo cual no significa ni caer en la pasividad ni en el condicionamiento del trabajo de los demás: «A la hora de dirigir una institución cultural, la mejor manera de liderarla es realizando la acción de servir. Y servir consiste en establecer las mejores condiciones materiales y anímicas para que los creadores desarrollen su actividad».