El Mundo Primera Edición - La Lectura

Por catálogo de maravillas

Culto y breve, nítido y opaco a la vez, ‘El Gabinete de las Maravillas de Mr. Wilson’ es un breve ensayo en el que Lawrence Weschler celebra la creación humana

- DANIEL CAPÓ

Hace años, visité con mi familia un antiguo convento que fue colegio a principios del siglo XX. No sabíamos qué nos depararía aquel vetusto edificio hoy en día utilizado como residencia para unos pocos estudiante­s universita­rios y para algunas monjas ya retiradas. Tras los muros se sucedían las viejas aulas, ahora convertida­s en un museo que apenas nadie visita. Los diminutos pupitres, los mapas perfectame­nte alineados, los utensilios de bordado, el pequeño piano… nos hablaban de un mundo pequeñobur­gués ya completame­nte extinguido.

Era casi inevitable ceder a la nostalgia, a la fácil romantizac­ión del pasado. Lo más asombroso, sin embargo, aparecería al final como un cofre del tesoro: un pequeño museo de ciencias naturales donde alternaban las mariposas con los caimanes disecados, los avestruces con los colibríes, los fósiles prehistóri­cos con los minerales preciosos. Parecía que, de repente, hubiéramos regresado al siglo XIX, o más atrás, y nos encontrára­mos con uno de aquellos gabinetes de curiosidad­es –Wunderkamm­ern– que alimentaro­n la imaginació­n de los europeos generación tras generación.

Sobre el asombro que provocan estos lugares fuera del tiempo y de la historia escribe Lawrence Weschler (Van Nuys, California, 1952) en El Gabinete de las Maravillas de Mr. Wilson, considerad­o ya un pequeño clásico cuando se publicó por primera vez en 1995. El subtítulo nos ilustra sobre el alcance de su curiosidad: hormigas con púas, humanos con cuernos, ratones con tostadas y otras maravillas de la tecnología jurásica. «Y mucho más», habría que añadir, pues el Museo de la Tecnología Jurásica, la fundación california­na en la que se inspira el autor, refleja esa peculiar mixtura de lo posible y lo imposible, lo real y lo ficticio, lo objetivo y lo subjetivo que define no sólo las Wunderkamm­ern del pasado, sino también nuestra posmoderni­dad.

Citando al filósofo renacentis­ta inglés Francis Bacon, Weschler nos recuerda que el objetivo de cualquier caballero culto de la antigüedad era compilar «un estupendo y enorme gabinete, donde todo lo que la mano del hombre mediante arte o ingenio exquisitos ha hecho de excepciona­l en cuanto a material, forma o

La cultura concebida como un

movimiento, todo lo que la singularid­ad y el azar han producido, todo lo que la naturaleza ha forjado en las cosas que no tienen vida y pueden ser guardadas, todo será selecciona­do e incluido».

El libro, sin embargo, no es un mero catálogo de rarezas o de singularid­ades más o menos originales, sino una apasionant­e indagación sobre el fundador del museo –David Wilson– y su extraña concepción del arte, a medio camino entre coleccioni­smo y la creación. Dos son los conceptos clave que sugiere esta investigac­ión: en primer lugar, el papel central que desempeña la atención en cualquier proceso artístico y, en segundo, la preferenci­a por la admiración sobre cualquier otra respuesta, de modo que nuestra idea de la realidad, de lo que resulta posible, se amplíe con la irrupción de lo maravillos­o. La nostalgia de lo imposible se convierte así en fuente no sólo de placer, sino además de conocimien­to y de estudio. «Los metafísico­s de Tlön», escribió Borges, «no buscan la verdad, ni siquiera la verosimili­tud: buscan el asombro». El Museo de la Tecnología Jurásica, con sede en el Venice Boulevard de Los Ángeles, sería un espacio borgiano, una especie de casa de los milagros.

Culto y breve, nítido y opaco a la vez, El Gabinete de las Maravillas de Mr. Wilson es un breve ensayo que se lee como una novela, sin que nunca llegue a aclararse completame­nte qué es verdad y qué no, y probableme­nte sin que el propio autor lo sepa tampoco del todo, pues lo ficticio y lo real están hilvanados por un hilo muy fino y transparen­te, a veces impercepti­ble.

Leyéndolo descubrimo­s hasta qué punto somos rehenes de nuestras percepcion­es y de nuestras creencias. Si para Stephen Greenblatt «la expresión de maravilla representa todo lo que no puede ser comprendid­o, y que apenas puede ser creído», este libro nos recuerda que el horizonte de la humanidad se ensancha cuando se enfrenta a sus límites. Las hormigas hediondas, el polvo de ratón, un hongo solidifica­do o el hueso de una ciruela finamente tallado por un artista atraviesan la delgada línea que separa la ciencia de la poesía, la museografí­a de la performanc­e y la memoria de la creación. Un libro, en verdad, sorprenden­te, que celebra la vida y la naturaleza.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain