El Mundo Primera Edición - La Lectura

La pista de baile como reducto de esperanza

Tras su tercer álbum, la galesa Kelly Lee Owens se ha consolidad­o como referente de la electrónic­a sensible que no pierde la ‘pegada’ más física

- Por DARÍO PRIETO

«Compuse una canción con Jon Hopkins: rehíce unas pistas que él hizo, metiéndole algunas voces, se lo envié, él añadió algo en la producción y en el diseño de sonido, porque es una persona con unas habilidade­s increíbles. El resultado fue una canción de Jon Hopkins y Kelly Lee Owens, pero la gente pensó que yo me limitaba a cantar en ella. La mentalidad general lleva a dudar de las mujeres, especialme­nte cuando hay un hombre implicado. Es frustrante. Pero mi trabajo es hablar de ello y decir que hay que revisar los prejuicios sobre aquello que las mujeres son capaces de hacer».

Kelly Lee Owens (Gales, 1988) lleva tiempo en primera línea de la música electrónic­a. Con un pie en la pista de baile más física y otro en la melancolía y la ensoñación, ha conseguido emocionar en un terreno poco dado a los sentimenta­lismos. Pero, a pesar de sus logros, a la hora de dar a conocer su música todavía tiene que hacer esfuerzos que no son necesarios en sus colegas varones.

En cualquier caso, la feminidad ya no es un elemento determinan­te para hablar de LP.8 (Smalltown supersound), uno de los álbumes que definen la música de baile de 2022 y con el que ha girado por festivales y clubs de todo el mundo.

«En mi trabajo siempre intento transmitir un sentido de esperanza. No importa lo mal que vayan las cosas para mí o lo oscuros que sean, en general, los tiempos: siempre trato de que haya una pequeña luz», explica la compositor­a galesa afincada actualment­e en Australia.

La clave, dice, es apelar a lo más humano en tiempos tecnológic­os: «Durante la pandemia, me aferraba a pequeños recursos. Rituales hermosos para mí, como hacer café por la mañana, disfrutar de las cosas cotidianas y de la naturaleza… Así que con este disco lo que quería es crear un lugar en el que, simplement­e, estar».

Un estar muy variado y complejo: «En mi música hay canciones techno, hay momentos extraños, como colaboraci­ones con John Cale [The Velvet Undergroun­d]… Me gusta hacer cosas desafiante­s».

Pero también es algo curativo, enfatiza: «Para mí es importante el elemento terapéutic­o. Tuve una terapia de liberación de traumas que me cambió la vida y básicament­e consistía en mover el cuerpo para soltar emociones. En un nivel más básico, bailar es una forma hermosa y fácil de liberar traumas y emociones». El baile, asegura, nos reconecta: «No necesitas hacerlo necesariam­ente con alguien, puedes llevarlo a cabo tu sola en tu habitación. Pero no hay nada como compartir un espacio en comunidad a través de la música. Es como una religión antigua: de hecho, desde las primeras tribus nos hemos reunido en torno al fuego para bailar y curarnos».

Lo cual le lleva a pensar en su responsabi­lidad como creadora. «Tengo que estudiarme y hacer posibles los cambios para que yo pueda ser la mejor persona del mundo para los demás y también para mí», proclama. «Así, pienso que la música puede ayudar a conectar a la gente con sus emociones, tanto en los momentos más difíciles como los más maravillos­os».

De ahí que su objetivo sea tanto sorprender («No quiero que la gente sepa lo que voy a hacer a continuaci­ón») como invitar a la reflexión: «Me gustaría llevar algo de conscienci­a, de conocimien­to a la pista de baile. Y, por qué no, que la gente llore en la discoteca. El mundo es un lugar muy difícil, pero también el lugar más maravillos­o en el que estar. Y estoy interesada en transmitir ambas cosas a la gente».

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SARAH STEDEFORD

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