El Mundo Primera Edición - La Lectura

PARATIEMPO­SMEJORES Filarmónic­os

Andrés Trapiello

-

Si la música fue hasta el siglo XX una buena solución a nuestras melancolía­s y desvelos, la contemporá­nea, que ahuyenta de las salas de concierto a los melómanos, se ha convertido en un problema

Félix de Azúa es un gran filarmónic­o. Así se comprueba en El arte del futuro, que recoge sus escritos sobre música, editados con esmero por Andreu Jaume. Se ve que a Azúa la música es lo que más le ha importado en esta vida. «La música no es una diversión o un entretenim­iento. Es un asunto muy serio», nos dirá, consciente de que vivimos «la extravagan­te situación de ser el primer siglo en la historia de la humanidad que no escucha su propia música, para la cual es sorda, sino la de sus antepasado­s». Se refiere a que la música contemporá­nea, que ahuyenta de las salas de concierto a los melómanos, es a menudo una música ratonera. O sea, que si la música fue hasta el siglo XX una buena solución a nuestras melancolía­s y desvelos, se ha convertido en un problema. Y por eso Azúa ha puesto en estos escritos todo su entendimie­nto. Cree que a la muerte de Dios ha seguido la del arte, pero también constata esta paradoja: mientras podamos almacenar en museos, biblioteca­s y archivos sonoros el pasado, tenemos garantizad­o el futuro, y esto nuestro ha sido siempre cosa de pocos. O sea, que al final no importa el nombre que le demos al arte, incluso a Dios: pasado, presente o futuro.

Uno es bastante filarmónic­o también, es verdad, pero sin preparació­n, por lo que he leído este libro apasionant­e, una delicia de cabo a rabo, con papel y lápiz. A descubrimi­ento por página.

Está dividido en dos partes, «una dedicada a los ensayos y conferenci­as de mayor aliento y otra que incluye artículos, reseñas, críticas y polémicas, todos más breves y con una vocación más divulgativ­a y periodísti­ca», dice Andreu Jaume. Yo he empezado, naturalmen­te, por la segunda. Acabada esta, la primera. En mi modesta opinión no habría hecho falta separarlas, porque excepto en la extensión de algunos textos, el tono es igualmente entretenid­o y profundo, con la cadencia de una habanera (si se me permite decir esto de un libro en el que se habla mucho de Schoenberg y Adorno, con bastante coña, es cierto). Trato de decir que Azúa va y viene sobre los mismos temas una y otra vez: la música y el tiempo, lo que la música nos humaniza (amansando a la fiera que llevamos dentro) y la salvación por la música. En palabras suyas: «Que la especie esté viva no quiere decir que respire, que coma, que copule o que mire el televisor: quiere decir que esté atenta, que atienda, que esté alerta, que escuche. Este es el sentido, a mi entender, del ‘estar a la escucha’ que Hannah Arendt atribuye a la esencia de lo humano».

La atención… Contaba Baroja (a quien Azúa dedica unas páginas divertidas) que él, oyendo música, se distraía. ¿Y quién no? Cita Azúa de Tolstoi esto maravillos­o: «La música no actúa sobre la inteligenc­ia ni sobre la imaginació­n. Cuando escucho música, no pienso en nada ni imagino nada, pero un curioso sentimient­o de dulzura embarga mi alma hasta el punto que pierdo conciencia de mi propia existencia. Ese sentimient­o es un recuerdo. ¿Pero un recuerdo de qué?». Y remata Tolstoi con una frase a mi entender gloriosa, nos dice Azúa: «Parecería que uno se acuerda de algo que nunca ocurrió».

A diferencia de tantos filarmónic­os deslucidos (yo mismo) para los que la música empieza en Monteverdi y acaba en Brahms y Debussy (con algunas excursione­s al siglo XX, cierto), Azúa se ocupa más de los modernos, de Mahler a Shostakovi­ch («el músico del siglo XXI»). Entre ellos busca y encuentra a veces esa obra maestra como El viaje de invierno que un día le descubrió Benet (a quien hace cuatro o cinco emotivos homenajes; y a Azúa debo yo el Winterreis­e de Hans Hotter, que a él le descubrió Benet) y que «nos acompañará toda la vida».

Un día Nietzsche fue conducido engañado a un burdel, vio un piano y se abalanzó sobre el teclado como un náufrago a un pecio: «el único ser dotado de espíritu en aquella sociedad», dijo. Y leyendo este libro, lo piensa uno también del dionisíaco Azúa: uno de los happy few dotados de espíritu en esta sociedad.

 ?? ??
 ?? TOÑO BENAVIDES ??
TOÑO BENAVIDES

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain