El Mundo Primera Edición - La Lectura

Vacaciones por la Roma imperial: el manual del trotaimper­ios

A través de las aventuras del ficticio Marco Sidonio Falco, Jerry Toner nos arrastra a un viaje tan real como histórico por la Antigua Roma planteado con ojos de un contemporá­neo

- Por JUAN CLAUDIO DE RAMÓN

Tendemos a creer que para viajar por gusto, para viajar por el mero placer de ver, que diría Petrarca, nada como haber nacido en los últimos 70 u 80 años. No faltan razones. El abaratamie­nto del transporte, las vacaciones pagadas y la erradicaci­ón de las enfermedad­es infecciosa­s en la mayoría de ciudades, son los tres factores que dieron lugar al turismo de masas, industria que vuelve por sus fueros tras domar al covid. ¿Qué otro periodo histórico fue buen momento para liar el petate y ver mundo?

Los siglos I y II d.C. Una edad de plata para la humanidad viajera, al menos, si uno limitaba su afán aventurero a la cuenca del Mediterrán­eo. Pensemos en las ventajas que ofrecían aquellas lejanas calendas. El viajero podía iniciar ruta en las orillas del Éufrates, en Irak, y llegar –sin atravesar frontera y bajo la jurisdicci­ón de un mismo poder gobernante– a la linde de Inglaterra con Escocia. Dos únicas lenguas, el griego –para la mitad oriental del trayecto– y el latín –para la mitad occidental– le servían para entenderse con los locales.

En la faltriquer­a, unos cuantos denarios romanos eran moneda aceptada por todos. Podía navegar por un mar patrullado por la flota imperial sin gran miedo a los piratas. Tampoco el bandidaje era una molestia insuperabl­e si usaba la extensa red de calzadas a su disposició­n. De meterse en líos, si era ciudadano romano podía exigir, como hizo San Pablo, ser llevado a Roma para juicio; si no lo era, un magistrado especial oiría su caso y le administra­ría justicia conforme a su ley nacional. Había incluso guías de viaje, como la famosa Descripció­n de Grecia de Pausanias, si bien los abultados rollos de papiro en los que estaban escritas no eran fáciles de acarrear y era mejor leerlas en casa, antes de partir.

Como se ve, el Imperio romano, en su momento de máxima expansión territoria­l y autoridad militar –las dos centurias que van de Augusto a Marco Aurelio–, fue un lugar apañado para hacer turismo (entonces como hoy, los ricos lo hacían con más desahogo que los plebeyos, a quienes quedaba el recurso de enrolarse en las legiones).

Con esa premisa, Jerry Toner, director de estudios clásicos en el Churchill College de la Universida­d de Cambridge, ha escrito una divertida Guía de viaje por el Imperio romano (Crítica) que, en línea con las obras de la maravillos­a Mary Beard, busca familiariz­arnos con el universo romano con una mirada a ras de suelo, explicando lo que sabemos, que es bastante, pero no todo, de la vida ordinaria de los súbditos de los césares.

Prosigue Toner la empresa iniciada

GUÍA DE VIAJE POR EL IMPERIO ROMANO con otros libros suyos traducidos al español, como Infamia: El crimen en la Antigua Roma (Desperta Ferro, 2020) o Cómo manejar a tus esclavos (La Esfera de los Libros, 2016). Al igual que este último, la obra que nos ocupa es narrada por Marco Sidonio Falco, ficticio patricio romano que Toner usa de alter ego para contar las cosas desde el punto del vista de un propagandi­sta del Imperio.

Cuando un comentario azufrado le indispone con un emperador que por cómo es descrito podría ser el temible Calígula, Falco decide tomarse unas vacaciones y fatigar de punta a cabo las provincias a modo de Grand Tour de la Antigüedad. Al final de cada etapa, Toner se reserva una glosa que hace de contrapunt­o sobrio y erudito a los entretenid­os relatos de viaje de su personaje.

El resultado es una atractiva mezcla de libro de viajes y de divulgació­n, que muestra al mismo tiempo los beneficios de la Pax Romana como sus aspectos más brutales y sórdidos. El mérito del libro es canalizar el tesoro de fuentes clásicas (Tácito, Plinio, Cicerón, Séneca, Estrabón, por citar algunos) que revelan el lado cotidiano de la vida bajo el Imperio romano, con sus idiosincra­sias locales, y volcarlo en una narración amena y coherente. No es libro para los ya iniciados en el mundo grecolatin­o, pero puede servir para iniciarse.

Los hábitos de viaje de la época (la pasión por las cosas egipcias y griegas, por ejemplo) quedan bien expuestos. El lector español encontrará cuadros sucintos de Gades, Tarraco o Cartago Nova (hoy Cádiz, Tarragona y Cartagena). Por cierto que en Hispania, de la que se destaca su confición de yacimiento aurífero de Roma, Falco hace parada y espléndida fonda en la villa de un primo «asquerosam­ente rico». Es la Villa de Noheda, en Cuenca, que, escribe Toner, «parece destinada a ser la villa más hermosa conservada del mundo romano». Benditos los libros que despiertan el deseo de andar y de ver lo que nos cae aquí al lado.

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Traducción de Silvia Furió. Crítica. 256 páginas. 18,90 Ebook: 10,99
JERRY TONER Traducción de Silvia Furió. Crítica. 256 páginas. 18,90 Ebook: 10,99

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